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El poema de José Martí titulado “A Micaela” y su relación con Rafael María de Mendive y su esposa

7 de abril de 2021

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Foto fue tomada en La Habana en junio de 1869

Foto fue tomada en La Habana en junio de 1869

 

José Martí creó en abril de 1868, cuando tenía tan solo 15 años, un poema  titulado “A Micaela”, dedicado a la esposa de su profesor Rafael María Mendive.

Lo escribió al producirse la muerte del pequeño hijo de Mendive y de Micaela Nin.

“A Micaela” fue elaborado por Martí el 14 de abril de 1868 y publicado el 26 de ese mes en la revista El Álbum, que circulaba en Guanabacoa.

En este poema describe particularmente el gran dolor que experimentaba Micaela ante la irreparable pérdida de su hijo Miguel Ángel, cuya muerte se había producido cuando el pequeño tenía tan solo un año.

El poema está estructurado en cuatro partes. La primera contiene 14 versos y las tres restantes 12 cada una. En la primera parte Martí expresó:

 

Cuando en la noche del duelo

Llora el alma sus pesares,

Y lamenta su desgracia,

Y conduele sus afanes,

Tristes lágrimas se escapan

Como perlas de los mares;

Y por eso, Micaela,

Triste lloras, sin que nadie

Tu dolor consolar pueda

Y tus sollozos acalle;

Y por eso, Micaela,


Triste en tu dolor de madre,

Lloras siempre, siempre gimes

La muerte de Miguel Ángel.

El joven Martí había mantenido una gran relación con Mendive y su esposa.

Desde marzo de 1865 él había ingresado en la Escuela de Instrucción Primaria Superior de Varones, y allí conoció y entabló una profunda amistad con su director Rafael María de Mendive.

Entre Mendive y Martí se produjo una gran identificación. Conociendo, incluso, la precaria situación de la familia de Martí, Mendive ayudó al joven que ya despuntaba como un eminente alumno. Llegó a sufragar los gastos que ocasionaría el ingreso de Martí en el Instituto de Segunda Enseñanza.

En su casa y particularmente en su biblioteca, Martí acostumbraba a pasar muchas horas.

Múltiples enseñanzas y experiencias le trasladó a su joven alumno.  Martí veía a Mendive como un padre.

El amor y respeto que Martí sintiera por Mendive y su esposa se refleja en el contenido del poema citado y también en varias de las cartas que el joven le dirigiera  a quien había sembrado en él bellos sentimientos patrióticos.

Por ejemplo en una escrita en 1868, Martí le confiesa a Mendive que a cada instante daría por él su vida “que es de usted, y solo de usted.”

Y le añadió en forma categórica: “Y otras mil si tuviera”.

El 15 de enero de 1871, cuando estaba casi a punto de salir de Cuba hacia España en calidad de deportado, después de haber sufrido el presidio político y la realización de trabajo forzado, Martí le comentó a Mendive en otra de las misivas que le dirigió: “De aquí a dos horas embarco desterrado para España. Mucho he sufrido, pero tengo la convicción de que he sabido sufrir. Y si he tenido fuerzas para tanto y si me siento con fuerzas para ser verdaderamente hombre, sólo a Ud. lo debo y de Ud. es cuanto bueno y cariñoso tengo.”

Por el resto de su vida Martí recordaría a su maestro.

Precisamente en un trabajo suyo que salió publicado el primero de julio de 1891 en El Porvenir, en Nueva York, al hacer referencia a Mendive, detalló: “De su vida de hombre yo no he de hablar, porque sabe poco de Cuba quién no sabe cómo peleó él por ella desde su juventud, con sus sonetos clandestino y sus sátiras impresas.”

Y al describirlo, Martí lo hace con las siguientes interrogantes: “¿Se lo pintaré preso, en un calabozo del Castillo del Príncipe, servido por su Micaela fiel, y sus hijos, y sus discípulos; o en Santander, donde los españoles lo recibieron con palmas y banquetes?;  ¿o en New York, a donde vino escapado de España, para correr la suerte de los cubanos, y celebrar en su verso alado y caluroso al héroe que caía en el campo de pelea y al español bueno que no había querido alzarse contra su tierra que le dio el pan, y a quien dio hijos?”.

Más adelante precisó Martí cómo le gustaba evocar a Mendive al patentizar: “Prefiero recordarlo, a solas, en los largos paseos del colgadizo, cuando, callada la casa, de la luz de la noche y el ruido de las hojas fabricaba su verso; o cuando, hablando de los que cayeron en el cadalso cubano, se alzaba airado del sillón, y le temblaba la barba.”

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