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El obispo Espada

5 de agosto de 2016

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En la esquina de Reina y Amistad, en el límite de los municipios La Habana Vieja y Centro Habana, se halla el Palacio de la Computación y donde, durante muchos años, radicó la tienda por departamentos Sears.

Fue en este sitio, en una casa perteneciente a la familia Renté, donde falleció el 13 de agosto de 1832 el obispo Juan José Díaz de Espada y Fernández de Landa, y poco después sirvió de residencia al famoso naturalista cubano Felipe Poey.

Espada llega a La Habana el 23 de marzo de 1802 para hacerse cargo de la diócesis, y al siguiente año ocupa la dirección de la Sociedad Económica de Amigos del País y emite su mandato contra los matrimonios clandestinos.

Dos años más tarde, junto al doctor Tomás Romay, comienza la campaña a favor de la vacuna contra la viruela, una de las mayores causas de muerte en la época, y prohíbe la insana costumbre de enterrar a los muertos en las iglesias.

El dos de febrero de 1806 inaugura el primer cementerio general de La Habana, que llevaría su nombre, y que constituye la principal obra de Espada durante sus treinta años al frente del obispado.

En 1811 emite una carta pastoral en la que exhorta al patriotismo y expresa el deber de los reyes con sus vasallos, y al siguiente año se adhiere a la Constitución de Cádiz.

En el seminario San Carlos y San Ambrosio crea la cátedra de Constitución y nombra al presbítero Félix Varela a su cargo, al tiempo que emite una carta pastoral en defensa del régimen constitucional y de las libertades públicas.

En 1924 España ordena la detención del Obispo y su traslado a la Península, se le acusa  de masón y de hereje, pero debido a su estado físico se suspende temporalmente la orden.

 

Juan Bautista Vermay - Solemne fiesta religiosa oficiada por el Obispo Espada, con motivo de la inauguración del Templete

Solemne fiesta religiosa oficiada por el Obispo Espada, con motivo de la inauguración del Templete (Juan Bautista Vermay)

 

El l9 de marzo de 1828 inaugura y bendice el Templete junto a las más altas autoridades de la Isla, mientras el Vaticano le abre un nuevo proceso.

El 17 de agosto, cuatro días después de su fallecimiento, fue llevado en hombros por las principales calles de la ciudad, en un cortejo presidido por el capitán general don Mariano Ricafort, y al llegar a la Punta para ser introducido en el carro fúnebre, una gran cantidad de jóvenes, estudiantes en su mayoría, arrebataron el féretro con los restos mortales del Obispo, lo que motivó que años más tarde José Martí, en parte de un escrito, expresara: “Pero han de volver, sin duda, los tiempos de Espada”.

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