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El mundo visto a través de las tortugas marinas

15 de enero de 2021

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Las tortugas, además de recurso natural, han desempeñado un papel importante en numerosos pueblos formando parte de su cultura al ser símbolo de buena fortuna, sabiduría y fortaleza.

Las tortugas marinas y los seres humanos han establecido relaciones estrechas en la cohabitación de espacios litorales a lo largo de la historia y en diferentes partes del mundo. Generalmente, las relaciones no se limitan a compartir un medio de vida, sino que, los seres humanos las capturan para su alimentación y aprovechan los huesos y caparazones como insumos en la manufactura de artefactos de diversa índole, tanto para fines prácticos, cotidianos y mundanos, como para rituales simbólicos y ornamentales.

Estos usos han sido documentados en sitios arqueológicos de diferente antigüedad en la península arábiga, en torno al océano Índico, en el Caribe centroamericano, en Yucatán, Norteamérica, la Polinesia y Sudamérica, lo que demuestra su amplitud geográfica y profundidad histórica.

En Chile, hay referencias arqueológicas del uso de tortugas marinas por seres humanos en tiempos precolombinos, por ejemplo en la excavación de un cementerio en la desembocadura del río Loa al norte del país, en una de las tumbas se descubrió un enterramiento colectivo que contenía tres individuos adultos junto a un ajuar compuesto por arpones, pesas de pesca, un capacho, anzuelos de cobre, un cuchillo metálico enmangado, cinco vasijas cerámicas y ovillos de lana, todo cubierto de gran cantidad de polvo rojo como parte del arreglo funerario. Cerrando la tumba y a modo de tapa de la sepultura había un caparazón de la tortuga verde Chelonia mydas.

La caza de estos animales sirve, en ciertas sociedades a personas específicas para posicionarse diferencialmente frente al colectivo, ya que implica poseer habilidades, destrezas y liderazgos que solo unos pocos controlan, llevando luego a la realización de ceremonias redistributivas y festines que contribuyen en el ordenamiento político de las comunidades. Así se ha documentado, por ejemplo, entre los meriam (grupo insular del estrecho de Torres en el norte de Australia) donde la caza, distribución y consumo de tortugas marinas desempeñó un papel protagónico en las relaciones de generosidad y redistribución colectiva, con fines políticos y económicos.

En muchas culturas, las tortugas han ocupado y ocupan valores simbólicos y papeles activos en su imaginario social, convirtiéndolas en referentes dentro del universo representacional de su arte rupestre, en el modelamiento de figurillas en miniatura, la confección de disfraces, además de su presencia en mitologías, cosmologías e historias orales.

Casos emblemáticos son, por ejemplo, las coloridas tortugas realizadas por los pintores sobre roca de la Tierra de Arnhem (Australia) o el uso de un símbolo de tortuga en las tablillas de glifos Rongorongo (sistema de escritura) encontrados en Rapa Nui (etnia habitante de la isla de Pascua).

Diferentes culturas atribuyen a las tortugas marinas la capacidad de sostener todo un universo, por ejemplo, en la India, la tortuga representa la base de todo el universo: la tierra descansa sobre cuatro elefantes parados en el carapacho de una tortuga marina gigante que nada en un gran océano y cuando esta levanta el agua con sus aletas crea las grandes lluvias (monzones) que caracterizan esa zona.

En las culturas mesoamericanas como la maya y la indoamericana como la cheyenne (los cheyennes son una nación de nativos norteamericanos que habitan las Grandes Llanuras de los Estados Unidos), ocurre algo similar, las tortugas forman parte central de su cosmovisión: el mundo entero descansa sobre uno de estos reptiles. Además, para los mayas, la tortuga simbolizaba la tierra y representaban al dios del maíz saliendo del interior de una tortuga desde las entrañas de la tierra.

Destaca el papel preponderante de las tortugas en el imaginario iroqués en Norteamérica, quienes consideraban a su mundo como la isla Tortuga y poseían un clan Tortuga que predominaba frente al resto, además de utilizar una serie de artefactos manufacturados desde sus cuerpos para fines simbólicos.

La noción del mundo posado en el caparazón de una tortuga es compartida también por otros nativos norteamericanos, como los antiguos residentes del área de Delaware (USA).

 

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¿Dónde pudiera estar el origen de la creencia que las tortugas marinas sostienen al mundo?

Si ellas pueden sostener en su caparazón un pequeño mundo, ¿por qué no sostener el gran mundo en que vivimos? Pudieron preguntarse los antiguos moradores de las costas, veamos:

La estructura externa de las tortugas marinas caracterizada por una coraza ósea que constituye el caparazón, así como su forma de vida casi completamente acuática, permiten que determinadas especies de la fauna y flora marinas puedan asentarse sobre ellas colonizando sus caparazones y su piel, desarrollando, por tanto, un proceso llamado epibiosis.

Los organismos que realizan este tipo de relación son llamados epibiontes, se definen así porque viven encima de otro ser vivo y deben ser inofensivos para el anfitrión.

Se ha observado que las tortugas marinas en su carapacho pueden albergar más de 200 especies epibiontes, que pueden ser algas marinas (la mayoría algas rojas), cirripedios, nemátodos, balanos, isópodos, anfípodos, nudibranquios, hidrozoarios, cangrejos, briozoos, etc. Por ejemplo, en la tortuga boba (caguama) Caretta caretta, se han reportado unas 180 especies epibiontes, mientras que en la tortuga carey, Eretmochelys imbricata, unas 100.

Aunque la mayoría de la fauna epibionte está formada por invertebrados, también se han encontrados vertebrados como las rémoras y otros peces, refugiados bajo el plastrón.

Toda esta fauna epibionte habitante en el caparazón de las tortugas es comensalista, sin embargo, existe una sanguijuela, la especie Ozobranchus margoi, que es el único ectoparásito reconocido. También puede ocurrir que algunos comensales sean perjudiciales, por ejemplo, los cirrípedos, aunque no son considerados parásitos pueden llegar a provocar heridas profundas, afectar la movilidad y la visibilidad si se alojan en la cabeza.

Este tipo de relaciones interespecíficas son consideradas importantes bioindicadores ya que permiten conocer aspectos interesantes de las rutas de migración de las tortugas.

Es innegable valor que tuvieron las tortugas para los colectivos humanos habitantes del litoral, con ellas, crearon relaciones interespecíficas heterogéneas, complejas y multidimensionales que iban más allá de la subsistencia: hacia distintos campos de lo social, económico, político y simbólico.

 

Recordemos que… “la Naturaleza inspira, cura, consuela, fortalece y prepara para la virtud al hombre”. Sólo hay un modo de que ella perdure: respetarla y servirla.

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