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El mito de la dipirona y la fiebre

30 de octubre de 2015

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La fiebre es uno de los signos más comunes en el niño, que generalmente se origina por una enfermedad subyacente. Este signo produce habitualmente inquietud en los padres, y a pesar de no constituir un peligro para los hijos, su tratamiento sintomático es muy utilizado.
La necesidad real de tratar la fiebre puede resultar cuestionable, salvo en los casos en que exista riesgo inminente de convulsiones febriles cada vez que este mecanismo corporal autónomo contribuye a combatir los agentes patógenos invasores causantes de infección. Sin embargo, muchas veces los padres centran su atención en “vigilar y bajar la fiebre”, y con frecuencia administran medicamentos de forma irracional ante un fenómeno natural que, como se ha dicho, interviene positivamente en los mecanismos contra la infección. Como resultado del manejo inadecuado de la fiebre, el niño se expone a las posibles reacciones secundarias de los medicamentos administrados.
La dipirona o metamizol es uno de los medicamentos más usados en nuestro medio para “bajar la fiebre”. Respecto a este fármaco, existe la difundida creencia de que antes de hacer efecto, eleva inicialmente la temperatura; razón por la que muchos aplican medidas antitérmicas complementarias como los baños o las compresas de agua fría para “ayudar” a bajar la temperatura del niño cuando se administra el medicamento.
Esta popular creencia se ve sustentada por el tiempo que transcurre entre la administración de la dipirona y el momento en que comienza a disminuir la temperatura corporal. Lapso este requerido por el fármaco para absorberse, distribuirse ayudado por la sangre, y actuar en el sitio de acción, produciéndose finalmente el efecto antitérmico deseado.
Sin embargo, durante toda esta “ruta crítica” que separa la administración del medicamento del inicio de la acción, la temperatura corporal puede continuar aumentando, lo cual ha provocado la generalización de esta infundada creencia.
Los padres tienen un rol muy importante en el cuidado de los problemas de salud de sus hijos, por ello es necesario que estén bien enterados del tiempo que tardan en actuar los medicamentos que les administran, puesto que cada medicamento puede tener un comportamiento diferente, e incluso, siendo el mismo fármaco, el comienzo de la acción puede variar en dependencia de la forma farmacéutica en que se presente (tableta, inyección, jarabe, etc.).

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