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El Mégano: primer ensayo de cine neorrealista en Cuba

31 de octubre de 2022

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«Varias vistas del lugar; Parajes desiertos; pilones; un corte; una chalana viene; otro corte donde se distinguen niños y un hombre tocando la guitarra. Cheo es quien toca la guitarra. Hay una niñita cerca que lo mira. Dos niños se esconden detrás de unos sacos de carbón y se acercan a la niña. Cubren sus caras con unas caretas y gritan para asustarla. La niña se vuelve y sonríe. Los dos niños vienen donde ella riendo también. Cogen un carbón y exageran más los rasgos de la careta».[i]

Esa descripción corresponde a la primera página del argumento El Mégano, presentado a los miembros de la Sección de Cine de la Sociedad Cultural «Nuestro Tiempo» por Julio García-Espinosa, frustrado en sus planes de montar una Madre Coraje y sus hijos con Alicia Rico. Hartos de impartir charlas, conferencias, escribir artículos y alentar cine-debates para divulgar las ideas del neorrealismo italiano, Julio, Titón y otros amigos, decidieron rodar una película para poner en práctica lo aprendido en Roma. Pensaron que lo más atinado era realizarla fuera del seno de esa institución, demasiado vigilada de por sí, para no ponerla en peligro y que su trabajo fuera utilizado como pretexto para otro ataque que podría conducir a su clausura. Desde su regreso de Italia, García-Espinosa estaba fichado por el Buró de Represión de las Actividades Comunistas (BRAC), constituido el primero de julio de 1955, por su participación en el Festival Mundial de la juventud y los Estudiantes celebrado en Bucarest en agosto de 1953.

Ese argumento fue seleccionado en una suerte de concurso de guiones que convocaron, no por ser el mejor de los presentados, sino por las posibilidades que les ofrecía para poner a prueba su idea del cine: una duración de solo media hora, la concentración de la historia en un mismo lugar, y, al mismo tiempo, les permitiría ejercitarse en la dirección de actores no profesionales. Algo indispensable en esas pocas páginas era que apenas tenía diálogos, lo cual era ideal por la imposibilidad de disponer de equipos para el sonido directo.

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García-Espinosa asumió la dirección, con la colaboración de Tomás Gutiérrez Alea; Moisés Ades, que había logrado reunir algún dinero con el aporte de todos, se convirtió en productor; Jorge Haydú, hijo de un prestigioso fotógrafo, asumió las funciones de camarógrafo; Alfredo Guevara desempeñó diversas tareas, pero sobre todo las de secretario de edición, José Massip se incorporó al colectivo como secretario de producción. En el argumento y el guión Titón, Alfredo y Massip contribuyeron con Julio. Su hermano, Pedro García-Espinosa se responsabilizó no solo de la escenografía, sino del diseño de un carrito para el dolly, construido en los talleres paternos. Dotados con una camarita Bolex de 16 mm de cuerda que, como evocara el realizador, «había que aguantarla con un ladrillo para que no se la llevara el viento, y con muchas ilusiones», viajaron a la zona del Surgidero de Batabanó, al sur de la provincia de La Habana, en el extremo occidental de la Ciénaga de Zapata, los domingos a lo largo de casi todo el año, aunque Haydú fijó el proceso de creación en un año y medio por la edición y el sonido.

Localizaron un caserío de carboneros y en las visitas sucesivas se compenetraron con esa dura realidad para reflejarla en el documental. A esos lugares pantanosos denominados médanos, los pobladores le llamaban El Mégano y este nombre fue escogido como título. A algunas de esas incursiones asistió el pintor Servando Cabrera Moreno, quien plasmó en varios cuadros de la serie sobre los carboneros su visión de la existencia de esos campesinos sumergidos en el fango que luego permanecían en vela para velar los hornos. No realizaron muchos ensayos previos a las filmaciones, sino que al llegar, Julio les decía a los carboneros, a quienes no hubo siquiera que convencer, lo que debían hacer. Durante un tiempo, incluso no pudieron filmar porque el protagonista iba a pescar esponjas los domingos, algo que le resultaba mejor negocio. La Guardia Rural del pueblo les orientó que pasaran cada domingo por el cuartel.

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Resulta difícil definir dónde termina el documental sobre las paupérrimas condiciones de vida de esas personas convertidas en personajes que se interpretan a sí mismas, a tono con el influjo neorrealista, y en qué punto se introducen ciertos elementos de ficción. Las fronteras se despintan para dar paso a una obra que describe esa situación infrahumana y, al mismo tiempo, la impotencia de esos carboneros para rebelarse ante los abusos de quienes los observan desde lejos como una estampa pintoresca y el ínfimo pago recibido por el fruto de tantos esfuerzos. La cámara de Haydú hurga en las extenuantes faenas cotidianas de estos hombres, mujeres y niños y en las espontáneas expresiones de los rostros de Pastor González, Celia y Cheo Lazo, Manuel Arencibia Sanjudas, Sixto Cruz, Nelson y Berto González y la niña Sibila Lazo.

En el curso de una de sus visitas a La Habana, el productor mexicano Manuel Barbachano Ponce se enteró de la existencia de El Mégano y ofreció su desprendida colaboración para ponerle música, compuesta por Juan Blanco y grabada por una orquesta dirigida por Manuel Duchesne Cuzán, e incorporarle algunos diálogos. El proceso de sonorización fue realizado en estudios de la CMQ, a espaldas de la dirección de la empresa. Para ello tuvieron que traer a La Habana a los campesinos para grabar las pocas frases y la canción de la niña. Una vez concluido el cortometraje a un costo de mil quinientos pesos aproximadamente entre el material fílmico y los trabajos de laboratorio, coordinaron con el profesor José Manuel Valdés-Rodríguez para la exhibición de este «primer ensayo de cine neorrealista en Cuba», como expresaba la invitación, en el Anfiteatro Varona de la Universidad de La Habana, el miércoles 8 de noviembre a las nueve de la noche. Unos días antes, el 4 de noviembre, Julio solicitó su aprobación a la Comisión Revisora Cinematográfica para lo cual fijó una fecha tentativa de estreno para el día 14 en el cine Arte y Cinema La Rampa. Santiago Rey Pernas, Ministro de Gobernación, firmó el acuerdo que autorizaba su exhibición en todo el territorio nacional.

El anuncio de la proyección por el Departamento de Cine de la Universidad tuvo repercusión en la prensa. En la edición del Diario Nacional de ese mismo día, Antonio Bosch escribió: «Esta experiencia pionera dentro de los lineamientos que definen la genuina actitud verista del cine contemporáneo, constituye un esfuerzo orientador de imponderable valor y alcance, puesto que señala y enfila la ruta de superación que debe seguir el arte de la imagen en nuestro suelo, con resuelta convicción y capacidad creadora».[ii] En esta nota promocional, el periodista, que aclamó su coincidencia con el esperado estreno de Raíces y llamaba  que las salas capitalinas incluyeran El Mégano en sus programas regulares, advirtió:

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No es una obra de altos vuelos, que pretenda estar libre de errores y desigualdades. Más, el solo logro de demostrar que en Cuba puede y debe hacerse cine de envergadura, con arrestos estéticos y temáticos de privativa condición, reclama el estímulo y la admiración de todos. Aquí, se ha penetrado válidamente en la fisonomía autóctona de nuestro pueblo, para descubrir en ella la expresión sincera y representativa de su identidad humana y social. El cauce de nuestro porvenir cinematográfico ha quedado así abierto; los que sigan de ahora en adelante podrán encargarse ensancharlo y recorrerlo a cabalidad, siempre que dispongan de recursos adecuados, y de la inspiración requerida.

A la proyección nocturna acudió numeroso público interesado en aquella experiencia, entre ellos gran parte de los periodistas especializados. En una ocasión, inclusive, el entusiasmo hizo declarar a Titón que tuvieron la suerte de que en esa única exhibición estuviera presente Cesare Zavattini, quien elogió el esfuerzo, lo cual les sirvió de aliento. Aunque los preceptos aprendidos de él dominaban todo lo filmado, lo cierto es que no se hallaba en Cuba en esta fecha. «El film está construido con gran sentido fílmico y merece atención y aplauso por la buena fotografía de Jorge Haydú, por la excelente dirección de actores no profesionales y por la actuación expresiva de la guajirita Sibila lazo, quizá la única actriz infantil convincente en toda la historia del cine cubano»,[iii] publicó el crítico René Jordán en su columna «Estrenos», del diario Excelsior, el 12 de noviembre.

«Como es norma dentro de esta escuela, el film no sugiere soluciones. —Opinó Rodolfo Santovenia días más tarde en el periódico Pueblo— El conflicto planteado se rompe abruptamente, trasladándose a otro motivo de interés. A partir de entonces, la línea dramática se desdibuja y acaba por desaparecer, en un epílogo trunco tan familiar en las realizaciones neorrealistas».[iv] El periodista, que vio por primera vez esta «clarinada a favor del cine cubano» en una proyección privada en el comedor de su casa, con la asistencia de varios miembros de «Nuestro Tiempo»,  subrayó la singular fidelidad y ejemplar pureza con que aparecen el tema, el ambiente y los tipos de raigal cubanía, no obstante reprochar como el aspecto menos logrado el enfoque harto superficial y recurrir a esquemas convencionales en la presentación del explotador de los carboneros, para concluir que «El Mégano es un intento plenamente logrado, dadas las limitaciones de los medios al alcance de sus realizadores, quienes demuestran, sin lugar a dudas, la fibra entera de que están hechos. Solo armados de tan intenso fervor creativo, es posible dar cima a un proyecto tan difícil».[v]

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Una de las defensas más valientes del empeño de estos bisoños cineastas con una edad promedio de 25 años —a quienes el Diario de la Marina se atrevía a tildar de «jóvenes sin moral»— fue publicada el jueves 17 de noviembre en el diario Tiempo. Desde la primera oración en la cual siente no haber llevado a ver ese corto de veintisiete minutos «a estos ideólogos de las grandes empresas y de la política podrida que afirman que Cuba está sufriendo una crisis moral», se percibe el ánimo de reivindicar la osadía de esos «peleadores del espíritu, estos soldados de la Belleza», como los llamó. Y arremete contra esa postura en un texto que por su significación, optamos por reproducir casi íntegro:

 

¿Falta de fuerzas morales una juventud que, sin medios económicos de ninguna especie, se lanza monte adentro, pantano adentro, y sale con esa joya llena de luz entre las manos? ¿Falta de fe en las cosas del espíritu una pandilla de mocetones que, desafiando la fiebre, los mosquitos, el duro suelo de dormir y el miedo al fracaso, que es el peor enemigo, se atreve a tomar en serio el Arte, la Vida, los Hombres, y construye este canto de rebeldía?

Es lástima que este espacio sea tan breve, y mi capacidad tan corta, que no me permiten decir lo que es la cinta. Es un pedazo de cine neorrealista, donde se ve en su dramática desnudez la vida que los cubanos de El Mégano (hombres, mujeres, niños), se ven obligados a escoger. La otra alternativa es la muerte. Pero aquella vida, aquellos niños metidos en el fango todo el día, sacando troncos para hacer carbón, representan una Cuba escondida que cada cubano debería conocer, y que la película les hace conocer.

Quien tenga dos dedos de frente, sale del cine (la dan en la Universidad) abochornado de ser hombre, de llamarse cubano, y de ir de su casa a la oficina, de su casa a la fábrica, sin haber sabido nunca que aquel mundo existía, sin haber echado una mano para reivindicarlo. […]

La película significa mucho en el orden técnico y profesional. Prueba, entre otras cosas, que aquí se puede hacer buen cine, sin necesidad de acudir al «negrito» y al «gallego». Anuncia que estamos asistiendo al nacimiento de una nueva generación de cineastas cubanos.[vi]

(Continuará)

 

Notas:

[i] Julio García-Espinosa: argumento original de El Mégano (Archivo personal del cineasta).

[ii] Antonio Bosch: «Primer film neorrealista cubano; estreno de Raíces»: Diario Nacional, La Habana, miércoles 9 de noviembre de 1955 (Archivo personal del cineasta).

[iii] René Jordán. «Estrenos»: Excelsior, La Habana, sábado 12 de noviembre de 1955, p. 6 (Archivo personal del cineasta).

[iv] Rodolfo Santovenia: «El Mégano: ensayo neorrealista obra de jóvenes cubanos»: Pueblo, La Habana, jueves 17 de noviembre de 1955 (Archivo personal del cineasta).

[v] Ibid.

[vi] Columna sin título y sin firma: Tiempo, La Habana, jueves 17 de noviembre de 1955 (Archivo personal del cineasta).

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