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El joven profesor en Guatemala

19 de marzo de 2020

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Paseo del Prado, Detalles de la estatua de Marti, (foto Liborio Noval)  Abril 2003 Prado 013

Detalles de la estatua de Martí, (Foto Liborio Noval, 1975, Plata sobre gelatina, 16 x 20).

 

El ejercicio del magisterio fue una de las varias ocupaciones que José Martí desempeñó durante su corta vida. No fue la que practicó durante más tiempo, mas impartir clases le ofreció la noble recompensa que dan el reconocimiento y el cariño de los alumnos, y la constatación de cómo los saberes y las conductas del profesor han sido asimilados por ellos.

Fue en el hermano país centroamericano donde se inició en las aulas. Con veinticuatro años cumplidos, en mayo de 1877, a pocas semanas de su llegada a la capital, se le nombró profesor de Literatura francesa, inglesa, italiana y alemana, y de Historia de la Filosofía en la Escuela Normal para Maestros. Sus estudios universitarios de Derecho y de Filosofía y Letras en Madrid y Zaragoza, deben haber favorecido la decisión en tal sentido del bayamés José María Izaguirre, el director de ese plantel. Posiblemente también hayan influido para ese nombramiento las varias recomendaciones portadas por Martí y sus previas entrevistas con el presidente Justo Rufino Barrios y varios de sus ministros. Luego las aulas universitarias también se le abrieron para sus clases de Filosofía, y las hermanas de Izaguirre le solicitaron un curso de composición “para señoritas” en una escuela de su propiedad.

La formadora de maestros primarios congregaba estudiantes de clases sociales contrapuestas y buena parte de ellos provenían de familias medias y pobres, había mestizos entre ellos y hasta alguno de evidente matriz indígena. La Universidad, por el contrario, desde los tiempos coloniales era coto solamente para la aristocracia y los adinerados, mientras que la escuela de las Izaguirre limitaba su alcance a las hijas de las familias más conspicuas de la capital. A pesar de esas diferencias entre los tres alumnados, el joven profesor se ganó el cariño de todos.

El año siguiente, ya casado con la cubana Carmen Zayas Bazán, se cerraron de golpe sus tareas pedagógicas: en abril de 1878 renunció a la Escuela Normal en solidaridad con su director al ser cesado este por el propio Presidente de la República, mientras que el rector de la Universidad le suspendió el sueldo. Los estudiantes, sin embargo, dieron muestras de su afecto al profesor: los de magisterio le regalaron una leontina y los universitarios terminaron el curso de Filosofía impartido de manera gratuita por Martí.

Meses antes, en su libro titulado Guatemala y publicado en México, el joven cubano había escrito en sus páginas iniciales lo siguiente: “Yo llegué meses hace, a un pueblo hermoso; llegué pobre, desconocido, fiero y triste. Sin perturbar mi decoro, sin doblegar mi fiereza, el pueblo aquel, sincero y generoso, ha dado abrigo al peregrino humilde. Lo hizo maestro, que es hacerlo creador.”

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