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El joven José Martí ante una huelga en México

11 de junio de 2021

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Martí, 2002, Eduardo Roca [Choco], Colagrafía

Martí, 2002, Eduardo Roca [Choco], Colagrafía

Hay quienes afirman que el Maestro no entendió la lucha de clases que ya en su época caracterizaba al capitalismo y hasta los hay que plantean que el prócer cubano rechazó las acciones obreras en defensa de sus intereses clasistas. Sin embargo, un estudio a fondo del tema dentro su enorme producción escrita demuestra que el asunto atrajo el interés martiano más de una vez y que sus criterios al respecto se fueron radicalizando, desde que en la edición del 10 de junio de 1875 de la Revista Universal de México expresó su apoyo a los huelguistas de las fábricas de sombreros del país hermano.

El paro laboral fue la respuesta tomada en una asamblea el 24 de mayo de 1875 por los trabajadores ante una rebaja de salarios decidida por varios fabricantes extranjeros de sombreros. De veintidós talleres, solo los dueños de cuatro de ellos aceptaron las tarifas aprobadas en aquella reunión, y la huelga continuó por ciento cinco días más en cuarenta fábricas. El Gran Círculo de Obreros, el periódico El Socialista y los estudiantes de la capital apoyaron el movimiento al igual que algunos intelectuales y políticos.

Se organizaron además varias colectas de fondos para sustentar a las familias de los huelguistas y Martí tomó su pluma para expresar su desagrado ante el escaso público obrero que asistió a una función en el Teatro Nacional efectuada con tal objetivo.

Desde el inicio de su escrito, el joven cubano expuso su punto de vista solidario con los reclamantes contra la rebaja salarial: “La fraternidad no es una concesión, es un deber. Cuando padecen artesanos laboriosos; cuando en apoyo de un principio justo emprenden una lucha enérgica a que no están acostumbrados y que no tienen medios materiales para sostener; cuando la fraternidad tiende la mano en apoyo de una idea noble y justa, muy severa reprobación merecen aquellos que vuelven los ojos de la mano necesitada y apremiante que se ha tendido a los obreros para los hermanos sin trabajo…”

Califica a la huelga “en todo concepto justa” y señala que con ella “el artesano comienza a tener conciencia de su propio valer, se rebela contra el capitalista dominante”, ”inaugura la vía de un derecho nuevo y nueva vida”, razones todas que le hacen preguntar a “la clase de de obreros”, “a toda esta clase en cuyo provecho general redundan estos actos”, a “todos los que han de gozar luego de los beneficios que ahora tan trabajosamente se conquistan”: “¿abandonarán a los que inician el camino, a los que con sus privaciones fecundizan los primeros difíciles pasos de la nueva y muy penosa vía?”

Es de notar, por un lado, cómo Martí estima que la solidaridad de los demás obreros con los huelguistas era un deber, y cómo, por otra parte, esa acción de cese laboral abría un nuevo camino de lucha para todos los asalariados. Sin dudas, pues, el joven de veintidós años pone así ya de manifiesto una clara conciencia acerca de los intereses particulares de la clase trabajadora y de sus modos de actuación propios para defender esos intereses.

¿Nos hallamos entonces o no ante alguien que comprendía que había clases contrapuestas en la sociedad capitalista que avanzaba impetuosa por su fase industrial y de expansión mundial? ¿Acaso no revela Martí su pleno entendimiento del sentido moral de esa manera de defensa practicada por los obreros?

La idea final del texto reconoce la validez de esa forma de lucha y su condición de ser un derecho natural: “Es triste que los que habrán de aprovechar más tarde el movimiento que se inicia ahora, abandonen en lo que se supiera proteger, a los que tienen la energía precisa para sostener, sobre toda dificultad, un derecho natural exagerada e injustamente herido.”

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