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El jefe que queremos

25 de mayo de 2018

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jefe (Medium)

 

Recientemente en el congreso Latinoamericano de Psicología de la Salud que se efectuó en la Habana impartí una conferencia titulada “El jefe que queremos, el jefe que tenemos” que versó sobre las conductas negativas y las positivas de los directivos en cualquier tipo de actividad laboral y a cualquier nivel, y hoy compartiré con ustedes algunas de las cosas que dije. En particular –como el título lo indica– me referiré a aquellas cualidades que son bastante olvidadas e incluso subestimadas por aquellos que ocupan cargos de dirección y que realmente resultan fundamentales y es lo que los subordinados esperan y quieren de su jefe para trabajar mejor, con más eficiencia y motivación.

En otras ocasiones he dicho que más allá de los conocimientos técnicos sobre la actividad que dirige, una persona que ocupa un cargo de dirección, debe poseer otras competencias que caen dentro del campo de la inteligencia emocional, y que como se entiende tocan la parte puramente humana en la relación jefe-subordinado influyendo en todo el proceso laboral, porque establecer lazos efectivos llevan a crear un compromiso fuerte y profundo en el logro de las metas en el trabajo, mientras que cuando esta relación se construye sobre la autoridad, la lejanía afectiva, la exigencia, la entrega total al trabajo por arriba de la vida personal y la superioridad del jefe, nunca se logrará una verdadera entrega y mucho menos un trabajo en equipo porque los seres humanos somos afectivos, y la emociones, la consonancia afectiva NO es manifestación de debilidad del jefe, sino todo lo contrario, sino que humaniza las relaciones interpersonales, aunque reconozco que hay que saber muy bien establecer los límites y no confundir un beneficioso flujo emocional con la pérdida de respeto y la falta de control. Por lo que ahí va la pregunta ¿qué queremos de un jefe?

Hay varias conductas muy sanas que enseguida les explico y que verán no tiene nada que ver con la confianza excesiva que puede socavar la autoridad, sino que es todo lo contrario porque la reafirman; comencemos con la necesidad de censurar, porque sin dudas, hay que hacerlo cuando un trabajador se equivoca, no cumple o hace mal su tarea, pero hay que hacerlo cuando cada cual lo merezca y en la medida justa porque regañar a todos y no especificar quien es responsable hace que la moral del grupo caiga, e incluso a veces el jefe ni tan siquiera dice quien cometió el error y da una reprimenda que cae como un diluvio sobre todos los miembros del equipo, que molestos y sorprendidos ni pueden comprender porque están siendo regañados –y como subordinada esto me ha pasado en más de una ocasión– y el jefe que actúa así, a mi entender, no tiene recursos suficientes (ni el valor) para enfrentar situaciones de este tipo, por lo que hay que censurar con los argumentos y hechos comprobados y no con suposiciones.

Por otra parte, el jefe no debe escatimar felicitar cuando haya resultados que evidencien una mejoría y así se levanta el ánimo y se aumenta el compromiso. Un directivo siempre debe tener presente que no obtendrá resultados sin la colaboración de sus subordinados, por lo que todos son importantes, ya que si falta una “pieza del engranaje” es muy probable que se vaya directo al fracaso, y cuando digo “todos” incluye también a aquellos que realizan trabajos no técnicos, porque si falta quien limpia o cocina, también se afecta el resultado.

En cuanto a la forma de comunicarse es muy importante que este jefe que queremos utilice un lenguaje correcto y sobre todo NO humillar, ni gritar porque esto no conduce a nada, y como el jefe no es un ser sobrenatural y perfecto, conocedor de todo, pues necesita de la opinión de los demás para enriquecer su criterio y asimilar aquello que lo merezca. El creer que el jefe es un ser lejano y perfecto muy por encima de los demás e infalible es un error de proporciones enormes y NO es el jefe que queremos.

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