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El hotel Pasaje: hospitalidad, confort y elegancia

22 de septiembre de 2021

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Carpeta, 1920

Carpeta, 1920

 

En 1919 Etelvino y Simón González Fernández manejaban el hotel Pasaje, y traspasaron todos los derechos y acciones, emanados del contrato de arrendamiento, a Miguel Díaz Pérez. La única condición de esa cesión fue respetar el contrato de subarrendamiento celebrado con Manuel Hospido Loureiro el 1 de agosto de 1918, y por término de seis años, para utilizar el local como dulcería y repostería. El mismo estaba ubicado en la planta baja, por Prado. La centralidad de la instalación hotelera, así como la popularidad de los comercios que le rodeaban, la convirtieron en un punto de referencia dentro de la ciudad: “Prado frente al Pasaje”, “al lado del Pasaje”, “atravesando el Pasaje”.

 

Restaurante. En la esquina, el Jefe del salón, 1920

Restaurante. En la esquina, el Jefe del salón, 1920

 

La dulcería, que también se llamaba Pasaje, formaba parte del conjunto de establecimientos que poseía Manuel Hospido quien también se encargaba de las vidrieras de los cafés Marte y Belona, Lafayette y El Central. Llegó a ser un famoso repostero logrando el aprecio de una rica y cuantiosa clientela. Refiere la historiadora Patricia Andino a partir de su consulta en El Fígaro de 1920 esta vez, que Hospido “confeccionaba ramilletes y dulces especiales para bodas, bautizos y fiestas sociales, y en sus vidrieras se podían encontrar raros caprichos y las más exquisitas creaciones de la confitería de entonces”. Sin dudas, esto agregaba encanto a las ya reconocidas prestaciones del hotel.

 

Modelo de una habitación, 1920

Modelo de una habitación, 1920

 

La revista El Fígaro de 1920 calificaba al Pasaje como una de las instituciones de este género más antiguas de Cuba: “un centro de hospitalidad, de confort y de elegancia que rivaliza, con éxito, con los principales establecimientos de su índole en Europa y los Estados Unidos de Norte América (…) Situado en lo mejor de la ciudad, en el Paseo de Martí, a media cuadra escasa del Parque Central y ocupando un edificio sólido y grandioso, ofrece a los huéspedes todas las ventajas imaginables con sus salones amplísimos y sus frescas y ventiladas habitaciones, cada una de las cuales tiene baño y servicio privado. Únese a estas cualidades, que podemos llamar materiales, la magnífica organización norteamericana que se le ha impreso y que le permite brindar todas las facilidades a sus huéspedes, por cuanto sus servicios son siempre completos y selectos, como lo requiere la importancia considerable de tan magnífica y antigua casa y la excelencia insuperable de sus dirección celosa y eficiente”.

 

Zócalo de azulejos sevillanos en el restaurante del hotel Pasaje. Fotografía tomada el 30 de noviembre de 1924, en una cena homenaje organizada por la Sociedad Andaluza de La Habana

Zócalo de azulejos sevillanos en el restaurante del hotel Pasaje. Fotografía tomada el 30 de noviembre de 1924, en una cena homenaje organizada por la Sociedad Andaluza de La Habana

 

Andino apunta que, según refiere la prensa de la época, la compañía González y Hermano se preocupaba por introducir constantes mejoras en el establecimiento y distinguirse por la calidad del servicio. Ello hacía que el hotel Pasaje compitiera entonces con los de mayor prestigio de La Habana.

Francisca Antonia Herrera Cárdenas, quien era la propietaria del inmueble, falleció en febrero de 1920, heredando la finca sus hijos y nietas, y Miguel Díaz Pérez, el arrendatario, tres años después, pasando el derecho de arrendamiento a sus hijos, quienes lo cedieron a la sociedad mercantil regular colectiva E. Ortiz y Compañía, representada por su gerente Eduardo Ortiz y de la Piedra.

 

Actuación de Rolando Laserie y la orquesta Anacaona en los aires libres del hotel Pasaje, década de 1940

Actuación de Rolando Laserie y la orquesta Anacaona en los aires libres del hotel Pasaje, década de 1940

 

Ante este cambio de inquilino, los dueños del edificio decidieron modificar el contrato de la renta, extendiéndolo hasta 1935. En el nuevo pliego se especificaba que debían asegurar el edificio contra incendios en la Compañía El Iris, pintar cada dos años, arreglar los servicios sanitarios y realizar en ese mismo lapso las siguientes obras: colocar un zócalo de azulejos estilo sevillano en todo el salón bajo de una altura no menor de 2m, construir una marquesina para la puerta principal de entrada al hotel, así como reconstruir y decorar la cúpula central, es decir, el pasaje.

La Guía General de La Habana de 1928 calificaba al Pasaje como un “Hotel de Primera Clase”, junto a los también capitalinos Almendares, Sevilla-Bilmore, Plaza, Inglaterra, Telegráfo, Florida, Perla de Cuba, Ritz, Bristol, La Unión, Regina y Lafayette.

 

07El hotel Pasaje y los Aires Libre del Prado en un anuncio de los años 1930

El hotel Pasaje y los Aires Libre del Prado en un anuncio de los años 1930

 

A partir de los años 1930, los célebres Aires Libres del Prado se impusieron en la moda y el ocio habanero, convirtiendo las aceras y portales de la zona, desde San José a Dragones, en verdaderos escenarios artísticos, que gozaban de gran aceptación popular. De este modo, sus establecimientos gastronómicos sacaron mesas y sillas al espacio público, y brindaron servicio en la acera frente a la casa Prado No. 95, y en la propia entrada al pasaje peatonal, siempre concurrido y hasta entonces ligado a la historia del hotel al que le dio su nombre.

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