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El héroe, el villano y la víctima

16 de febrero de 2018

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Yo reconozco que no soy excesivamente fan de las telenovelas, aunque a veces sucumbo ante este tipo de material audiovisual porque en la vida también hay que darle espacio a la diversión banal –porque solo en contadas excepciones nos encontramos con una que tenga un contenido verdaderamente de calidad– pero como ya dije ¡no hay que exagerar! y darle alimento no nutritivo al alma (utilizo este símil porque vivimos en tiempos de lucha contra la comida chatarra) para aligerar las complicaciones en que se vive, puede funcionar como un relajante. Pero el hecho de consumir historias de amores complicados que se resuelven en el último capítulo, infidelidades, hijos que no son del padre que creía, los intentos de asesinato e incluso crímenes, son algunas de las lindezas que sazonan las telenovelas, acompañadas de hombres superactractivos y mujeres hermosas (que funcionan como el mejor enganche) no son un impedimento para analizar psicológicamente los atributos de los personajes y como manejan los escritores la emocionalidad de los espectadores.

Los personajes se dividen por regla general en tres; el héroe y la heroína que son los que se enamoran y se pasan ciento y tantos capítulos uniéndose y separándose porque sucumben a las malas mañas del otro arquetipo de personaje que es el villano y la villana, que están enamorados respectivamente de la heroína y el héroe y que logran los más increíbles enredos, embustes, mentiras y trampas para separarlos, y que son los más recursos tienen y más éxito en lograr sus propósitos aunque lógicamente pierden al final. Por último queda la víctima, aunque en este caso hay una mayor complejización porque se presenta en diversas formas, ya que los héroes también son víctimas y los malos, son malos porque en su historia personal les pasó algo que los hicieron unos malvados, pero siempre hay una o varias víctimas per seal que le caen todas la desgracias del mundo porque carga con las culpas de otros, los meten presos, los secuestran, le quitan el amor y hasta puede que lo maten.

Ahora bien ¿cuáles son las características emocionales de estos personajes? Pues son tan claros que de solo mirarlos, aún cuando no hablen, ya uno sabe a qué atenerse, porque en primerísimo lugar las expresiones faciales son las que expresan quienes son, y que responden a códigos emocionales fáciles de entender, y tanto es así que me darán la razón al leer estos ejemplos: los malvados tienen tips muy claros como es la mirada con los ojos entrecerrados, de medio lado –los malos nunca miran de frente– y con las cejas fruncidas para acentuar la impresión que están maquinando una trampa y también los labios torcidos con la consiguiente risa malévola. Por otro lado, los buenos miran con los ojos abiertos para expresar sinceridad, mantiene la boca entreabierta, dispuesta a una sonrisa, mostrando los dientes y todas las expresiones faciales son de candidez, honestidad y bastante simplicidad –que puede ser confundida con un poco de imbecilidad– y la víctima pura tiene definitivamente cara de idiota, y es que tanto su rostro como su postura corporal es de simplicidad extrema en la que se evidencia que puede ser embaucado por cualquiera, aunque en este caso la comunicación verbal resulta fundamental en tanto expresa su ingenuidad y disposición a creer cualquier cuento que le hagan.

Hay otros elementos con que juegan los creadores y es el vestuario, ya que la mala se viste como una vampiresa y la buena con mucha candidez, aunque en honor a la verdad –y porque las fórmulas se agotan– hay una tendencia a combinar características y los villanos se pueden volver buenos y con ello cambian la expresión emocional, tanto facial, corporal como el tono de la voz y al revés también; aunque el tercer arquetipo que es la víctima realmente no sufre demasiados cambios.

Los espectadores nos la pasamos gritándoles a la pantalla, alertando a los protagonistas sobre algún mal que les va a ocurrir, nos desesperamos para que se percaten del peligro que corren y no entendemos como no se dan cuenta de las malas intenciones de otro personaje con solo mirarles a la cara. Pero como mi padre me decía; si se dan cuenta, entonces la novela se acaba y perderíamos una diversión. Cierto, ya que en la vida hay espacio para todo y las telenovelas entretienen.

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