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El gran valor que José Martí le concedió a la paz

13 de octubre de 2020

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Cultivo una rosa blanca, 1976 Cosme Proenza Cultivo una rosa blanca, 1976 Acrílico sobre tela 167 x 66 cm

Cultivo una rosa blanca, 1976, Cosme Proenza, Acrílico sobre tela, 167 x 66 cm

 

Entre las diferentes facetas de la vida de José Martí se encuentra la de haber sido el organizador de lo que calificó como la Guerra Necesaria por la independencia de Cuba.

Él creyó, como afirmara, en la guerra, la evocó, trabajó de manera notable en su organización y después, con su consecuente traslado a Cuba, en abril de 1895, evidenció como deseaba y lograba contribuir a su consecuente desarrollo.

Pero el hecho cierto que Martí se esforzara afanosamente durante varios años en el empeño de hacer que en Cuba se reanudase la guerra por la independencia no quiere decir que él no haya sido un hombre amante de la paz, ni que dejara de aquilatar el gran significado que tiene esta breve pero a la vez trascendental palabra para los seres humanos y para el normal desarrollo del mundo.

Y es que Martí concibió la guerra como la única vía adecuada para alcanzar la independencia de Cuba, pero en su sueño estaba la posterior constitución de una nación que tuviera entre sus preceptos el hecho de vivir en paz.

En su prédica Martí tuvo en cuenta el tema de la paz y en relación con ello se refirió en cartas, discursos y en varios trabajos periodísticos.

Precisamente en un documento que él firmara junto a Máximo Gómez y que la historia lo ha recogido con el nombre de Manifiesto de Montecristi, en correspondencia a la ciudad dominicana donde fuera rubricado el 25 de marzo de 1895, es decir un mes después de haberse reiniciado en Cuba la nueva etapa de la lucha por la independencia, Martí hizo la siguiente

consideración en torno a la guerra: “En el pecho antillano no hay odio; y el cubano saluda en la muerte al español a quien la crueldad del ejercicio forzoso arrancó de su casa y su terruño para venir a asesinar en pechos de hombre la libertad que él mismo ansía.”

Y se añadió: “Más que saludarlo en la muerte, quisiera la revolución acogerlo en vida, y la república será tranquilo hogar para cuantos españoles de trabajo y honor gocen en ella de la libertad y bienes que no han de hallar aún por largo tiempo en la lentitud, desidia, y vicios políticos de la tierra propia. Este es el corazón de Cuba, y así será la guerra.”

En relación con este tema él se refirió en varias ocasiones en distintos trabajos y cartas.

Por ejemplo en el trabajo que elaboró en Madrid, en 1873, poco tiempo después de haberse proclamado la República española, señaló que sobre cimientos de cadáveres recientes y de ruinas humeantes no se levantan edificios de cordialidad y de paz.

Y precisó de inmediato que no la invocasen los que la hollaron.

Para Martí la conciliación constituía la garantía de la paz y resaltó que bienaventurada era la tierra donde se libran las batallas de la paz. Igualmente aseguró en un trabajo publicado en El Partido Liberal, de México, el 11 de diciembre de 1889, que la paz era una condición normal del hombre, y también, en este caso en un artículo reflejado en La Nación, de Buenos Aires, Argentina, el 23 de febrero de 1890, afirmó: “La paz es el deseo secreto de los corazones y el estado natural del hombre.”

En correspondencia con estos conceptos, se puede precisar que Martí nos enseña el valor que tiene la paz.

Y estas consideraciones mantienen en la actualidad una gran significación y vigencia, cuando el mundo se siente constantemente amenazado por aquellos que sueñan con dominar a la humanidad con el lenguaje de las armas.

En sus trabajos periodísticos Martí hizo referencia a las guerras de despojo perpetradas contra los pueblos latinoamericanos y de manera muy especial a las sufridas por el pueblo mexicano, víctima de la vorágine expansionista de su vecino del norte, es decir los Estados Unidos de América.

La guerra de independencia de Cuba reorganizada por él tuvo igualmente como finalidad garantizar la estabilidad de otros pueblos ante las nuevas amenazas estadounidenses.

Y esto en forma elocuente lo patentizó en la carta que empezó a escribirle a su amigo mexicano Manuel Mercado el 18 de mayo de 1895 y que quedó inconclusa al producirse su caída al día siguiente en Dos Ríos, en la zona oriental del territorio cubano.

En dicha misiva él le comentaba a Mercado que entre los objetivos de la lucha que había emprendido estaba el de impedir a tiempo con la independencia de Cuba que se extendieran por las Antillas los Estados Unidos y cayeran con esa fuerza más, sobre nuestras tierras de América.

Sin lugar a dudas la gran batalla emprendida por Martí, a la que se consagró durante una buena parte de su existencia, tuvo como finalidad esencial propiciar la liberación de su tierra natal del dominio colonial español y contribuir así no sólo a la felicidad de los cubanos, sino también a la de otros pueblos.

Como parte de esa felicidad estaba el hecho de vivir en paz, de establecer nexos de colaboración entre los diferentes países y pueblos.

Y al detallar esto igualmente cito un principio detallado por Martí cuando aseguró en el folleto que tituló “Guatemala”, escrito en 1877 y publicado al año siguiente: “Sea la gratitud del pueblo que se educa árbol protector, en las tempestades y las lluvias, de los hombres que hoy les hacen tanto bien.”

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