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El globo del Observatorio

12 de septiembre de 2014

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Era esta una frase habitual para aquellos que paseaban por la avenida del Puerto en los años que siguieron a las dos primeras décadas del siglo XX. Con esa expresión aludían al sondeo de la atmósfera utilizando globos llenos de hidrógeno, primero, y helio después, que realizaba dos veces al día el Observatorio Nacional desde la colina de Casablanca.

Radiosonda

Iniciados en 1926, los sondeos se llevaban a cabo primeramente con globos pilotos, es decir, sin instrumentos, solo observado y seguido con instrumentos ópticos: un teodolito, desde tierra, lo que únicamente permitía conocer la dirección e intensidad del viento a diferentes alturas. Para ello se utilizaba un balón de caucho de color rojo, que mucho llamaba la atención.

Sin embargo, como parte de las mejoras introducidas en el servicio meteorológico nacional en el marco de la Segunda Guerra Mundial, el sondeo adquirió una nueva dimensión operativa, científica y tecnológica, cuando se le adicionó un radiometeorógrafo o radiosonda capaz de enviar datos de presión atmosférica, temperatura y humedad a medida que ascendía en la atmósfera. Sus señales las recibía un equipo receptor en tierra.

El Observatorio Nacional inició un régimen diario de sondeos con globos y radiometeorógrafos el 9 de septiembre de 1944, hace ahora setenta años, y constituyó el primer empleo en nuestro país de una técnica para la percepción remota de variables meteorológicas y su uso operativo.

La introducción de esos dispositivos fue resultado de un convenio de colaboración suscrito durante la Segunda Guerra Mundial entre la Marina de Guerra cubana y el Weather Bureau de los Estados Unidos. Los radiometeorógrafos fueron fabricados por la firma Bendix Aviation.

El Observatorio Nacional contó con dos especialistas muy calificados en esa técnica: el ingeniero Luis Larragoiti, que había estudiado de postgrado en los Estados Unidos, y el profesor lituano-cubano Boris Jaskóvich. La destreza de Jaskóvich hizo innecesario remitir a EE.UU. las radiosondas recuperadas tras su lanzamiento, dado que era capaz de calibrarlas y ajustarlas para su reempleo. Por entonces, en el continente americano solo disponían de radiosondas EE.UU., México y Cuba.

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