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El genoma de la lombriz solitaria, clave para combatirla

28 de junio de 2013

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Taenia es un género de platelmintos parásitos de la clase Cestoda, conocidos vulgarmente como tenias o solitarias, que causan dos tipos de enfermedades parasitarias. Una es la teniasis, una enfermedad parasitaria intestinal causada por las formas adultas del parásito. En el ser humano la teniasis es producida por Taenia solium o Taenia saginata, comúnmente conocidas como “lombrices solitarias”, porque, dado su gran tamaño, suele encontrarse un único individuo parásito en el intestino de las personas infestadas. Las tenias, cuyos adultos son hermafroditas, requieren de un huésped intermediario para cumplir su ciclo biológico: el cerdo y el jabalí, en el caso de Taenia solium, y el ganado vacuno para Taenia saginata. El ser humano puede ser también  hospedante accidental del metacestodo, que es la forma intermedia o juvenil de la lombriz,  en cuyo caso se desarrolla la enfermedad conocida como cisticercosis.
Las 32 especies de Taenia reconocidos parasitan a diversos animales, pero sólo T. saginata y T. solium causan enfermedades en los humanos
Los cestodos se contaron entre los primeros parásitos identificados en el ser humano, y fueron aludidos ya por Hipócrates y Aristóteles hace 2.300 años.
El desmesurado habitante ocasional del intestino humano, en cuyo interior clava sus “garfios” para generar una secuencia interminable de segmentos (o progótidos) puede alcanzar, con facilidad, los cuatro metros de longitud, y a veces muchos metros más. Cada proglótido, contiene aparatos reproductores de ambos sexos, lo que lo convierte en un sistema virtualmente autónomo. Un “infierno intestinal”. Estas lombrices  poseen los característicos órganos de fijación, llamados ventosas, cuatro en total, ubicadas en el escólex o segmento anterior del parásito, que tiene también un rostelo que puede presentar una o varias hileras de ganchos (tenias armadas), o no estar presentes (tenias inermes). Estos órganos, ventosas y garfios, son los que les permiten fijarse a las paredes del intestino de su huésped. Además, carecen de tubo digestivo, de manera que  el  parásito tiene formas propias de procesar los alimentos que toma de las personas que invade, al no poseer tubo digestivo, se  alimentan por mera filtración de los nutrientes a través de su piel.
Existen otros dos gusanos planos, Echinococcus multilocularis y Echinococcus granulosus, que nos llegan a los humanos, a partir del zorro y del perro, respectivamente. Ambos producen la hidatidosis, o enfermedad del quiste hidatídico, en que las larvas migran desde el intestino por la sangre y el circuito linfático hasta establecerse en los músculos y los nervios, donde puede permanecer latente por décadas.
Las tenias y el resto de los gusanos acintados son animales que al adaptarse al modo de vida parasitario han perdido, no sólo el sistema digestivo, sino también una buena parte de los sistemas biológicos que constituyen el acervo común de los animales, y que existen desde nuestros orígenes precámbricos, hace unos 600 millones de años.
Estos gusanos son responsables de dos de las 17 dolencias definidas por la OMS como “enfermedades tropicales abandonadas”, debido a la virtual ausencia de tratamientos eficaces contra ellos.
Un equipo internacional de científicos, coordinados por el departamento de genómica de parásitos del Instituto Sanger Wellcome Trust del Reino Unido, uno de los nodos del proyecto genoma público, ha revelado en la  Revisa Nature los cimientos del género Taenia al secuenciar los genomas de cuatro gusanos parásitos claves.
El genoma de la tenia revela sus puntos flacos para combatirla. Su genoma afirma que carecen de muchos sistemas biológicos básicos, y que, además, el principal alimento del parásito son los hidratos de carbono. Estos azúcares pueden procesarse por la vía anaeróbica (sin oxígeno) del malato, uno de los interruptores del metabolismo central. Esto nos ofrece una idea general del tipo de información útil que pueden extraer los farmacólogos de esta investigación. Y que, de inmediato, sugiere toda una serie de estrategias farmacológicas para combatirlos. Estos cestodos, además, carecen de la habilidad (genética, y por tanto también fisiológica) de sintetizar ácidos grasos y colesterol; han perdido la mayor parte de los genes que crean y hacen funcionar los peroxisomas, unas vesículas celulares donde normalmente se inactivan por oxidación toda clase de sustancias tóxicas para la célula. Su capacidad para sintetizar aminoácidos (en particular serina y prolina) está muy perjudicada. Y sus sistemas de detoxificación (eliminación de toxinas) son, no solo, escasos, sino también muy peculiares, así que ofrecen toda una nueva batería de ideas para destruirlos sin afectar a las células del huésped humano.
Su genoma revela que, en efecto, carecen de los genes maestros que fabrican el tubo digestivo, como los llamados ParaHox (Los genes ParaHox son una familia de genes muy relacionados con los genes Hox. Este clúster de genes resulta ser crucial para el desarrollo del cerebro y del tubo neural (entre otros), y comparte muchas similitudes con los genes Hox).  Tampoco tienen ojos, ni ningún otro tipo de órganos sensibles a la luz, y en justa correspondencia carecen de los genes Pax que organizan, entre otros,  el desarrollo de los ojos y sus conexiones al cerebro.
Estos datos son interesantes para entender la evolución de este desconcertante estilo de vida parasitario. Los científicos pueden ahora conocer con asombrosa precisión cuáles son los sistemas biológicos que se han perdido o transformado en estos parásitos.
El genoma delata las estrategias ocultas del gusano, la lógica profunda de su construcción, su modo de vida y su metabolismo.  De manera que este estudio aporta blancos evidentes para dirigir contra los parásitos las nuevas estratagemas farmacológicas con  mucha más precisión.

Como han afirmado los científicos, en materia de parásitos, el genoma es el mensaje.

Recordemos que…”la Naturaleza inspira, cura, consuela, fortalece y prepara para la virtud al hombre”. Sólo hay un modo de que perdure: respetarla y servirla

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