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El Gabo sí tuvo quien lo filmara en Cuba (I)

11 de septiembre de 2017

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Vivir con el cine o sin el cine que le enseñó a ver en imágenes, es un dilema confesado por Gabriel García Márquez, que por su tremendo poder visual lo conceptuó como “el medio expresivo perfecto”. Este magno narrador nacido en Aracataca noventa años atrás, el 6 de marzo de 1927, tuvo mayor número de hijos cinematográficos que los diecisiete concebidos por Aureliano Buendía en esa novela fundacional que es Cien años de soledad, publicada hace ya medio siglo. A propósito de esa efemérides y de la la conmemoración del 90 aniversario del natalicio de quien recibió el Premio Nobel de Literatura 1982, nos detenemos en el tema de sus estrechos vínculos con el cine cubano.

Decepcionado, como tantos otros, por la imposibilidad de filmar íntegra Cien años de soledad, acaso un capítulo, y con las reticencias del Gabo para que un productor mexicano financiara su versión de El otoño del patriarca, el chileno Miguel Littin, luego de traducir a la pantalla la novela El recurso del método, de Alejo Carpentier, perennemente tentado por la literatura garciamarquiana, filmó en locaciones de Veracruz su versión del relato La viuda de Montiel, en coproducción entre compañías de México, Venezuela y el ICAIC. Littin vistió a Geraldine Chaplin con el luto de esa viuda, frágil, lacerada por la superstición, la única que no se sintió vengada por la muerte de don José Montiel. La actriz escogida por la producción para aprovechar su fama internacional lamenta aún que su personaje no lo hubiera interpretado la actriz cubana Daysi Granados, quien dobló sus diálogos. Por la parte cubana figuró además en el reparto el actor Reynaldo Miravalles, mientras que en el equipo técnico tres créditos fundamentales correspondieron a profesionales de la isla: el editor Nelson Rodríguez, el sonidista Raúl García y el compositor Leo Brouwer.

Fue precisamente el experimentado editor Nelson Rodríguez quien obtuvo el premio Coral en su categoría en el Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano por su labor en la coproducción colombiano-cubana Tiempo de morir, realizada por Jorge Alí Triana en 1985. Era una nueva versión, dirigida previamente en televisión por el propio cineasta, del primer guion escrito expresamente por García Márquez para el cine.  No se inspiraba en ningún cuento contenido en Los funerales de la Mamá Grande ni en personajes de La mala hora, publicados en 1962, o en un relato de otro autor, como el de Juan de la Cabada, que adaptara para Lola de mi vida (1964), de Miguel Barbachano Ponce. Tampoco se trataba de un trabajo alimenticio o de mera supervivencia: era su primer tema escrito expresamente para el cine. Desde un principio, Tiempo de morir fue una idea cinematográfica largamente acariciada por muchos años. Le bastó apreciar las imágenes de un viejo pistolero, ex presidiario, diestro en el tejido, y la de un matón que esgrimía las agujetas en un suéter desde su puesto de portero en su casa para que surgiera con el título inicial de El charro. Tiempo de morir señaló en 1965 el debut como realizador de Arturo Ripstein, quien todavía hoy no descarta la posibilidad de retomarla con mayor fidelidad al espíritu original y menor aliento de Oeste.

Dos décadas más tarde, Jorge Alí Triana retomó esta historia sofocliana, en la cual Juan Sáyago, después de cumplir una condena por matar a Raúl Moscote, regresa a su pueblo y busca a Mariana, su novia, pero ella se ha cansado de esperarle. El sentimiento de venganza alimentado durante todos esos años por los hijos del muerto, que le acosan implacablemente y lo retan a duelo, obligarán a Sáyago a ceder a sus asedios, aunque se resiste a enfrentarse con el hijo mayor de su anterior víctima. Conducirán a un final en el que se refleja la violencia que ha caracterizado la vida en Colombia a lo largo de cuatro decenios. La participación cubana fue determinante en esta coproducción, al abarcar, además, a los productores Santiago Llapur y Camilo Vives, el director de fotografía Mario García Joya, el compositor Leo Brouwer y el sonidista Raúl García en el equipo de realización. En el reparto intervinieron: el desaparecido Enrique Almirante como el alcalde y Reynaldo Miravalles en el personaje de Casildo. Esta versión de Tiempo de morir rodada por Jorge Alí Triana , junto a Milagro en Roma (1987), de Lisandro Duque y En este pueblo no hay ladrones (1965), del mexicano Alberto Issac, es conceptuada por cierto sector de la crítica entre las únicas que convocan convincentemente el universo creativo del escritor.

 

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Un señor muy viejo con unas alas enormes

 

A lo largo del año 1988, el cineasta argentino Fernando Birri, entonces primer director de la Escuela Internacional de Cine y Televisión, convirtió a locaciones de la isla en el poblado pesquero imaginado por el novelista en su relato Un señor muy viejo con unas alas enormes. La adaptación fílmica, rodada en coproducción por el ICAIC junto a firmas de España e Italia, relata lo que ocurre después de la caída durante un ciclón en la costa próxima a un caserío de un viejo señor provisto de dos enormes alas. Pelayo y Elisenda lo acomodan en el gallinero de su casucha. A partir de ese momento ocurren hechos insólitos que transforman la vida de la pareja y de todos los habitantes del lugar. El ICAIC aportó al equipo de realización al productor Miguel Mendoza, el fotógrafo Raúl Pérez Ureta y muy especialmente al compositor José María Vitier, quien concibió una serie de excelentes temas incluso antes de ser filmada la primera imagen y por los que fuera laureado en el Festival de Venecia. El venezolano Asdrúbal Meléndez y la brasileña Marcia Barreto se incorporaron al nutrido reparto encabezado por el propio Fernando Birri y Daisy Granados, y en el que figuraron además: Luis Alberto Ramírez, Adolfo Llauradó, Silvia Planas, María Luisa Mayor y la veterana actriz camagüeyana Parmenia Silva.

Ruy Guerra, cineasta de origen mozambicano, modificó el sentido descomunal de la abuela desalmada de Eréndira y transcribió aquel amor tan difícil como fabuloso por la bella palomera, antes de dejar a Alma ejercer su único oficio, el de alquilarse para soñar a su antojo. También en coproducción entre el ICAIC, la Televisión Española y el International Network Group, fue filmada íntegramente en La Habana entre 1991 y 1992 la serie Me alquilo para soñar, según guion coescrito por Guerra y el brasileño Claudio Macdowell. El guion es original de Gabriel García Márquez, Eliseo Diego y el Taller de guiones impartido por el novelista en la Escuela Internacional de San Antonio de los Baños. Una extraña mansión habanera es el escenario perfecto para el universo claustrofóbico y delirante de Alma Kréstshmer, la enigmática mujer cuyos sueños deciden el destino de los otros. Esta historia que pone al desnudo la tenue separación que existe entre sueño y realidad fue remodelada posteriormente por su autor y publicada en el libro Doce cuentos peregrinos.

 

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Fábula de la bella palomera (1987)

 

Con la actriz germana Hanna Schygulla y los españoles Fernando Guillén y Charo López como protagonistas, la serie está integrada por 6 capítulos de 52′ cada uno, en formato de 35 mm. Cuenta con fotografía de Raúl Pérez Ureta, música compuesta por el desaparecido Mario Daly y entre los intérpretes intervinieron los cubanos: Jorge Luis Álvarez, Leonor Arocha, Elvira Valdés, Alicia Bustamante y José Antonio Rodríguez. Ruy Guerra, autor de un clásico del cine latinoamericano como Los fusiles, es el cineasta que más se aproximó al universo garciamarquiano, desde Eréndira (1983), Fábula de la bella palomera (1987), Me alquilo para soñar (1992), hasta O veneno da madrugada (2005), su versión de La mala hora. (Continuará)

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