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El foso de Messel, o ¿quién se come a quién?

14 de octubre de 2016

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Yacimiento de Messel

Yacimiento de Messel

 

 

El foso o yacimiento fosilífero de Messel es una cantera abandonada en el bosque de Sprendlingen, en la periferia del pueblo de Messel, a unos 9 km de la ciudad de Darmstadt y a 35 km al sureste de Fráncfort del Meno, Alemania. El lugar tiene una gran importancia geológica y, principalmente, paleontológica debido a la multitud de fósiles que se han hallado en un excepcional estado de conservación. Fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco el 9 de septiembre de 1995.

Hasta 1971, se explotaron en él las lutitas bituminosas que conforman los sedimentos donde se hallan los fósiles. ¿Qué son las lutitas bituminosas? Son también conocidas como esquistos bituminosos o pizarras bituminosas. El término se aplica a un grupo de rocas ricas en un material orgánico, llamado querógeno, tan abundante como para producir petróleo a través de destilación.

Los fósiles de Messel son muy conocidos, y han recibido mucha prensa y cobertura popular y lo que verdaderamente hace a este yacimiento tan espectacular no es solo la gran cantidad y variedad de especies halladas, sino su increíble buen estado de conservación. El yacimiento de Messel comprende la muestra de flora y fauna geiseltaliana (Eoceno medio, hace unos cincuenta millones de años) mejor conservada que se conoce.

En el yacimiento se han encontrado también más de diez mil peces fosilizados pertenecientes a diversas especies. Miles de insectos tanto acuáticos como terrestres. Gran cantidad de pequeños mamíferos, incluidos caballos enanos, grandes roedores, monos, zarigüeyas, armadillos, parientes del cerdo hormiguero, y murciélagos. Numerosas aves, especialmente especies depredadoras. Cocodrilos, ranas, tortugas, salamandras, y otros reptiles y anfibios. Además, gran cantidad algas, siete familias de helechos (Pterophyta), cinco familias de coníferas y una familia del orden Lycopodiales. E innumerables restos diversas de partes de plantas, como hojas de palmera, frutos, polen, y núculas, hallazgos que han permitido describir 15 familias de monocotiledóneas y 81 familias de dicotiledóneas. ¡Un verdadero tesoro fosilífero!

En algunos casos se conservan impresiones de plumas, pelaje, piel, contenidos estomacales, que, además de permanecer en la forma natural, no se han dispersado las partes del cadáver como suele ocurrir en la mayoría de los fósiles, por lo que se ha podido realizar una reconstrucción más real de los fósiles. En el caso de los insectos es posible incluso ver sus colores y detalles de la estructura de sus alas. Todo esto ha permitido conformar un cuadro asombrosamente completo de la vida de estos animales, sus hábitos alimenticios y hasta aspectos de su comportamiento. De igual modo, muchos de los insectos encontrados formando parte del contenido del estómago de otros animales, indican sus hábitos insectívoros.

Ahora, un nuevo hallazgo hace que el foso de Messel vuelva a ser noticia: hace 48 millones de años, un lagarto, pariente de las iguanas que vivía en la actual Alemania devoró un insecto que tenía un exoesqueleto reluciente. Poco después, el futuro del lagarto cambió, pues una serpiente joven lo engulló empezando por la cabeza, pero esta tuvo la “mala suerte” de terminar en una trampa mortal: el foso de Messel. Apenas dos días después de comerse al lagarto, la serpiente yacía sin vida en el fondo del lago, sepultada bajo sedimentos que la preservaron de manera impecable, junto con su comida, y la comida de su comida.

 

El lagarto preservado en el estómago de la serpiente

El lagarto preservado en el estómago de la serpiente

 

Este es un descubrimiento muy importante pues es el segundo de su tipo jamás encontrado, que revela tres niveles de una antigua cadena alimentaria, anidados uno dentro del otro, y ha sido publicado por la revista Palaeobiodiversity and Palaeoenvironments.

Los escaneos computarizados que revelaron la presa dentro de otra presa, confirman una tendencia dietética muy persistente entre los boidos (grupo de serpientes que incluye a las boas neotropicales, las boas de Madagascar, y las boas de la arena asiáticas y africanas): que sus preferencias alimentarias cambian con la edad. De jóvenes, tienden a engullir lagartos pequeños y anfibios, pero cuando alcanzan la adultez, prefieren presas más grandes, incluidos mamíferos, aves, y reptiles como los cocodrilos. El fósil encontrado es una boa joven del género Palaeopythony manifiesta una clara predilección por los lagartos pequeños, al igual que las boas modernas. En este caso se trata del lagarto Geiseltaliellus maarius, también un fósil que ya había sido descrito en el año 2009 proveniente del foso de Messel.

Los paleontólogos también señalan que el hallazgo permitirá definir el territorio de Palaeopython, de manera que algo nuevo acerca de la biogeografía de este grupo saldrá a la luz, lo que posibilitará aclarar las relaciones evolutivas del género y posiblemente varíe mucho lo que se sabe acerca de la dispersión de estas serpientes.

Dicen los científicos que “encontrar contenidos intestinales proporciona una visión directa que se remonta millones de años y permite saber quién se comía a quién”.“Encontrar un fósil preservado como contenido estomacal que, además, contenga restos de su última comida, brinda información mucho más profunda”, pues lo común, dicen, “es que esos registros solo abarquen dos niveles tróficos”.

 

“Es realmente genial ver esta escala trófica dentro del intestino de una serpiente”.

 

En el sitio donde encontraron este fósil de serpiente también había estómagos de murciélago fosilizados que contenían fragmentos minúsculos de polillas. Caballos con señales claras de haber consumido hojas y uvas. Y no solo eso. El foso de Messel también preservó “otros apetitos” de los animales: un fósil que contiene dos tortugas que parece murieron mientras se apareaban.

Los paleontólogos, aún no han terminado de descubrir los tesoros del foso de Messel. En estos momentos, el equipo busca otros fósiles con la esperanza de hallar evidencias, igualmente espectaculares, de la dieta de Palaeopython adulto.

 

Recordemos que…“la Naturaleza inspira, cura, consuela, fortalece y prepara para la virtud al hombre”. Solo hay un modo de que perdure: respetarla y servirla.

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