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El éxito y la felicidad

21 de abril de 2017

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Cuando los hijos son pequeños, los padres queremos que estén sanos, darles la educación y el soporte material que necesitan para que sean felices, y les educamos lo mejor que podemos, con las mejores intenciones. Sin embargo, cuando van creciendo, empezamos a pensar en otros aspectos más complejos como es que queremos que tengan éxito en la vida, y que todo esto lo lleve a obtener –en una forma u otra– el reconocimiento social, y si se logra, además de inflarnos de orgullo, nos demuestra que la función de padres la hemos ejercido bien. ¡Trabajo titánico! Pero –repito–, es algo que todos los que somos padres deseamos lograr.

La educación que la familia y, en particular, los padres dan, es el factor central y de mayor influencia, pero entonces viene la pregunta: ¿Cómo hay que educar a los hijos para que sean personas exitosas? Porque no hay fórmula, ni libros que lo enseñe, o por lo menos den una guía, ya que se pueden encontrar libros para enseñar otros aspectos dedicados a la educación, pero hasta donde yo sé, no los hay para convertir al retoño en un hombre o una mujer de éxito.

Pues bien, yo les voy a decir algo al respecto y que va a dejar a unos cuantos con la boca abierta, puesto que no tiene nada que ver con enseñarles competitividad, formarles una personalidad de líder, inflarles la autoestima hasta que parezcan globos aerostáticos o que se casen con hombres o mujeres que le den lustre social y económico, sino que es algo mucho más importante y humano; es algo que los padres debemos fomentar en nuestros hijos desde pequeños: el AUTOCONCEPTO. O lo que es lo mismo, que sepan quiénes son en verdad, tanto en lo externo como en lo interno, es decir, ayudarles a tener una representación adecuada de sí mismos, y no solo por lo que sus padres le dicen sobre sus cualidades, sino que esté en armonía con lo que él mismo cree, lo que le da un sentido personal a este autoconcepto o autovaloración, o sea, lo hace veraz. Si el padre le atribuye cualidades que él no posee, ese niño en su adultez posiblemente vaya al fracaso por autosuficiencia y si es al revés y el padre subestima cualidades que él posee, probablemente el niño no las pueda desarrollar por falta de apoyo.

Todo esto tiene como fuentes las aspiraciones y valores que se transmiten, y las experiencias familiares son modelos, que es más de lo que los padres dicen con palabras, porque difícilmente un padre sin aspiraciones o con aspiraciones que solo se han quedado en lo ideativo, y no han llevado a cabo lo que han deseado, pueda transmitir el deseo que los hijos avancen en este sentido. Para que el niño forme este concepto debe ser aceptado por sus padres como es, con sus potencialidades, aptitudes e insuficiencias, y no querer ver lo que no existe o no reconocer lo que existe solo porque a los padres no les gustaría tener un hijo homosexual o no permitir que se dedique a la carpintería porque ser ingeniero es mejor para los estándares familiares y sociales.

Es importante que la familia tenga bien claro los límites educativos y que estos sean respetados, pero la educación tiene que ser racional y fundada sobre las necesidades del niño, sus potencialidades y la edad que tiene. No es beneficioso ni atiborrarlo de clases de idiomas, música, deportes, etc., como tampoco dejarlo estar todo el tiempo libre con la PC o jugando en la calle, por lo que hay que ver si el niño tiene condiciones para practicar piano y si está aprendiendo inglés, no pretendamos que sea un políglota y además esté en francés, italiano, etc., Además, los padres tienen que respetar la acción del niño dentro de estos límites, o sea, debe tener tiempo para actividades que él quiere realizar y no se puede pretender que tenga un horario de actividades de aprendizaje por horas que implica que las vacaciones son eso, vacaciones. No puede haber perfección en los resultados que el niño obtiene en todo y no por esto se le va a subestimar y, mucho menos, ofender, sino que se debe resaltar lo que hizo bien. Todo lo dicho son las bases para que los niños crezcan con una buena automotivación y un buen autoconcepto y autovaloración, que son ingredientes perfectos para tener éxito en la vida, pero ¡cuidado! el éxito no significa necesariamente ganarse un permio Nobel, ser catedrático de una universidad o un actor famoso, sino que el éxito es tener metas, obtenerlas, ser respetado y aceptado por lo que hace, y finalmente ser feliz, porque de eso se trata: ser feliz.

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