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El duro camino de la ruptura

21 de octubre de 2016

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Escuchaba el debate de varias personas conocedoras del tema de las relaciones matrimoniales y el proceso de divorcio, y el tema en particular era sobre si la persona que decide terminar el matrimonio era responsable o no del equilibrio emocional del otro que quedaba herido, con dolor, tristeza y todo ese conjunto de emociones negativas y las consecuentes actitudes también negativas –desde insistir en una reconciliación (pedir, llorar, suplicar, amenazar, etc.) hablar mal del otro, poner a la familia y a los hijos en medio de la guerra creada por la no aceptación, tratar en influir negativamente en sus amistades, en su trabajo, espiar y hasta agredir al otro o a una posible nueva pareja–.
Las opiniones eran diversas, pero la discusión se centró en lo que dijo una de las personas y fue que creía que el que decidía terminar el matrimonio era “responsable” por la estabilidad emocional del otro. A mí me parece que fue demasiado absoluta esa persona, porque la palabrita se las trae ¿cómo uno puede ser responsable de lo que otro adulto siente y sus actitudes? Ni encerrándolo en una celda y dándole psicoterapia las 24 horas del día.
Entonces, ¿cómo debemos actuar ante una situación de este tipo? Yo creo sinceramente que cualquier ruptura lleva tiempo y no nos podemos desentender de alguien con quien hemos compartido determinado tiempo en la vida, y mientras más tiempo se haya estado juntos y se hayan creado más lazos y responsabilidades e incluso se hayan edificado cosas como amigos en común y un patrimonio económico, hay que tener en cuenta que la separación es un proceso y que raramente ambas partes están de acuerdo con la ruptura, o por lo menos uno de los dos está más seguro que el otro.
Es por ello que cuando me refiero a “proceso” es que hay que atender a determinadas demandas afectivas del otro para que con el tiempo, conversaciones, acuerdos, resolver mal entendidos, explicar porqué el amor se acabó, hacer catarsis y hasta reconocer errores, culpas, se pueda transitar de la manera menos dolorosa y más humana lo que fue un amor y que ya acabó, y muy importante, sin que haya insultos, vejámenes, sin que se expresen rencores guardados y mucho menos sin menoscabar la autoestima del otro. Para hacer esto hay que ser una persona madura, buena, y tener un buen alfabetismo emocional, porque ¿acaso no se merece un poco de ayuda y respeto alguien a quien se ha amado?
Ahora bien, aquí hay dos aspectos importantes a tener en cuenta y uno de ellos es cómo ocurre la ruptura, y sus razones, ya que está claro que cuando se descubre la infidelidad de la pareja hay una descarga de afectividad negativa que tiene que pasar cierta cantidad de tiempo para estar dispuesto a ayudar al otro que está arrepentido y quiere ser perdonado; mientras que si lo que pasa es que el amor se ha perdido lentamente, se ha ido desvaneciendo hay más posibilidades de darle al otro un tiempo y la atención que requiere para no salir tan dañado.
El otro aspecto es el límite entre esta ayuda y la obsesión enfermiza que lleva a la no aceptación del final, y en este caso llega a ser verdaderamente agobiante la situación, porque hay llamadas, mensajes, visitas inesperadas, súplicas, búsqueda de terceras personas que intercedan, en fin, existe un enorme arsenal de tácticas para la reconciliación, porque (y esto lo he escuchado mucho) la persona dice “que va a defender su amor a cualquier precio”, y yo me pregunto ¿qué amor? Cuando una de las partes dejó de amar, estas conductas lo que provocan es lástima, pena y si se mantiene puede que hasta llegue a odiar al otro o la otra, que por demás manifiesta muy pobre autovalor, ya que el desamor no lo cura ni el médico chino (refrán muy popular en Cuba).
Por lo tanto, yo no creo que uno es responsable del otro a quien dejó de amar; pero sí se debe ser generoso, humano, comprensible y darle un tiempo. Sin embargo, si ya la situación se sale de control hay que buscar ayuda en terceros, que pueden ser familiares y hasta he conocido personas que han aceptado asistir a una terapia de pareja para que el esposo o la esposa entiendan, con la ayuda de un profesional, que ya se acabó el matrimonio y que hay otros caminos a seguir y que nos pueden hacer igualmente o más felices.
Lo otro, o sea, abandonar a alguien solo con una conversación y dar la espalda, romper a través de una llamada telefónica, de un mensaje, exhibirse con una nueva pareja, dejar de hacer el amor, convertirse en un extraño en la casa, llegar tarde para que ella lo deje (técnica muy usada por los hombres) y cualquier otra manera poco digna, lo que dice es que los valores de esa persona son muy pocos y no vale la pena seguirlo amando.

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