ribbon

El Día de las Mariposas

13 de mayo de 2017

|

abuela--620x349

 

 

El malagradecido aparato no sonaba. Lo miraba con el miedo mirado a aquellas mariposas negras que en las noches entraban por las ventanas. Hacía tiempo que no la asustaban, no porque se hubiera vuelto valiente, sino porque no las veía. ¿Dónde estarán? Bueno, donde están las amarillas y todas las demás, pensó. Este atajo de su mente bailadora la extrajo del sufrimiento. No era algo más que atribuir a las vejeces. Siempre su mente bailó chachachá. Algunos se burlaban de ella hasta que en una exposición de manualidades, el premio del jurado decía, más o menos, esta pérdida de las palabras exactas si correspondía a las vejeces, que su imaginación desorbitada convertía sus cuadros en parches coloridos, en abstracciones del reino vegetal y animal. Sus amigas al igual que ella, no lo entendieron muy bien, pero desde ese día la respetaron más en el barrio. Así tapó a las que todavía le reprochaban aquello. Eran más cobardes que ella. Porque ella le tenía miedo a las mariposas negras no a los maridos borrachos.

Pocos la apoyaron. Hasta vino una psicóloga a decirle que la borrachera era una enfermedad, que había que ayudarlo, convencerlo a que se sometiera a un tratamiento. ¿Y los temblores de la niña cuando llegaba el padre, no eran una enfermedad? ¿Y los ojos rabiosos del varón, no eran una enfermedad? ¿Y sus dolores de espaldas y de piernas pegadas a aquella vieja Singer para alimentarlos y vestirlos, no eran una enfermedad? ¡Qué fácil dispone la gente de la vida de los demás! Se pueden estudiar libras de libros, pero la verdad está en la carne propia.

Y lo botó porque la casa era de ella y le ganó legalmente la propiedad. Y su familia cargó con él. Si no supieron criarlo, les tocaba a ellos. A ella le tocaban los paridos.

Desde el preescolar los siguió pasito a pasito. Ella era la que organizaba las fiestas de la escuela. Y cuando pasaron a la secundaria, le echó el ojo a todos los amigos y a sus familias. Y les hablaba claro de todo. Desde las barrigas antes de tiempo a las enfermedades de allá abajo. De la bebida y las drogas no había que hablarlas. Desde chiquitos supieron lo que traía el vicio . De todas maneras, ella les olía la ropa, hasta los blumers y los calzoncillos. Y nada de persecución. Les abrió los ojos y los enseñó a defenderse de la maldad.

Y la mariposa negra no se va. Los hijos quisieron comprarle un telefonito de esos, pero a ella no le entran las cosas de botoncitos. Solo aprendió a encender el micro para calentar. Los dos hijos se fajan, a ver quien la convence y se la lleva. Nunca se irá. No será carga para nadie y los nietos ya pertenecen a otro mundo. La hija sigue su ejemplo y les huele también la ropa y conoce a los amigos.

El teléfono suena y ella lo deja sonar saboreando la espera por allá. No se olvidan del Día de las Madres.

La mariposa negra se convierte en una de las amarillas que antes visitaban el barrio.

Galería de Imágenes

Comentarios