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El derecho de estar bien informado

20 de noviembre de 2015

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Según enuncia un conocido refrán, “el saber no ocupa espacio” y humildemente me atrevo a añadir que “hace mucho bien a quien lo posee”. Y es que en materia de conocimiento no existe la palabra “suficiente”, como prueba de ello cito el ejemplo del filósofo griego Sócrates, considerado uno de los más grandes pensadores de la filosofía occidental y universal, quien no titubeaba en decir “solo sé que no sé nada” al ser consciente de la ignorancia que le rodeaba y de su propia ignorancia.
Esta máxima socrática no ha dejado de cumplirse a través de los años, y es por eso que continuamente en la vida cotidiana nos surgen interrogantes que solo pueden ser despejadas con abundantes dosis de información.
Hace algún tiempo una vecina cercana, acostumbrada a la apariencia habitual de su medicamento, al ver que en lugar del acostumbrado color amarillo de las tabletas que tomaba siempre, en el frasco venían tabletas de color marrón, le asaltó la duda de si el medicamento que le habían vendido en la farmacia sería el correcto. Quedó tan confundida, que temerosa de que no fuera su medicamento, decidió no tomarlo aún cuando el exterior del frasco tenía el mismo rotulo de siempre.
El cuestionamiento de mi vecina me llenó de curiosidad y de inmediato puse todo mi empeño en ayudarla, investigando directamente con el productor. Al hacerlo pude conocer que no se trataba de ningún error y que todo se debía a una modificación autorizada en el registro sanitario del medicamento. La modificación en las características organolépticas registradas, en este caso el color, se debió al cambio de uno de los excipientes empleados en la fabricación, responsable de la variación en el aspecto habitual de las tabletas.
Resulta evidente que ante situaciones como esta, la duda de mi vecina pudo haber sido la de muchas otras personas no conocidas que ante el mismo hallazgo, que como ella también optaron por desechar el medicamento siendo esto innecesario. Así que yendo al meollo del asunto, no quedan dudas de que toda esta confusión pudo haberse evitado con la debida información al momento de dispensar el medicamento en la farmacia.
La información ofrecida a los pacientes de manera consciente y activa en situaciones semejantes a esta, no solo evita que se generen dudas innecesarias en las personas, sino que también brinda la confianza necesaria para sentirse seguros e informados sobre sus tratamientos, un derecho del que todos debemos ser conscientes, y tenemos que saber exigir.

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