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El danzón (III)

30 de septiembre de 2016

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Orquesta de Enrique Peña. Julián Barreto (violin) y José Urfé (clarinete).

Orquesta de Enrique Peña. José Urfé (clarinete) y Julián Barreto (violin), al que Urfé dedicaría su famoso danzón “El Bombin de Barreto”

 

Luego de mi comentario anterior, pensé abordar hoy otro tema, pero al recordar a quien fuera mi amigo, Odilio Urfé –descendiente del gran danzonero José Urfé– y las múltiples y valiosas informaciones que me transmitió, me pareció un poco egoísta guardarlas para mí, sobre todo dos de ellas las cuales compartiré con usted.
Me contaba Odilio, que en la habanera calle Belascoaín, esquina a San José, existió un cine llamado Oriente que se hizo famoso por estrenar películas de aventuras y acción, amenizadas por una orquesta, lo que atraía a un numeroso público que, aunque tenía bajo nivel cultural, poseía una sensibilidad musical extraordinaria. Y sucedió que una memorable noche del año 1924, la orquesta estrenó el danzón de Antonio María Romeu titulado “Marcheta”, de impacto instantáneo y sensacional, por lo que al finalizar, los asistentes pedían a gritos la repetición del mismo, y fueron complacidos cuatro veces. Pero los músicos ya estaban agotados y decidieron poner fin a tales demandas. ¡Para qué fue aquello! Ya no eran gritos los que se escuchaban, sino golpes en la tertulia seguidos de lanzamientos que al principio fueron hollejos de naranja y finalmente hasta alpargatas. El asunto se puso tan feo, que se necesitó la intervención de la policía.
Como consecuencia de este y otros incidentes similares, don Aníbal Ramos (propietario del cine) decidió construir una especie de caseta de madera para proteger a los artistas, que por cada lado estaba formada de tablillas, similares a una persiana de las denominadas “Miami” para que entrara el aire y saliera la música, la cual fue bautizada como “la jaula de los músicos del cine Oriente”.
Tantas fueron las anécdotas que Odilio Urfé me contó sobre la “época de oro” del danzón, que serían necesarios muchos comentarios para compartirlos con el lector. Pero hay una que, por su importancia, no puedo reservármela. Está relacionada con el barrio denominado “Los Sitios”.
El lugar pertenecía al orden político de Peñalver, que tenía este nombre por ser el camino que conducía a unas tierras propiedad de la ilustre familia de ese apellido Y allí se encontraba una humilde vivienda ligada a nuestros músicos populares en los primeros lustros de la centuria pasada, cuando el gremio de los músicos cubanos estaba en pañales, y la solidaridad no tenía en cuenta a los menos beneficiados por la suerte. Pero en esa casa (situada en Peñalver No. 16) sí existía un Gremio de Músicos Populares por la Libre, y allí se reunían a diario estos artistas, esperando ser llamados para trabajar, y como no tenían plaza fija, la espera a veces era de horas. Cuando un director de orquesta bailable necesitaba un músico, era allí a donde se dirigía; y lo mismo sucedía con los empresarios de bailes, los dueños de cinematógrafos habaneros (recuerde que en aquellos años las películas eran silentes). Y los tres hermanos Vázquez, propietarios de la casa escribían con tiza la mayoría de los anuncios, recados… en la puerta y ventanas, como si fueran una pizarra. Es importante destacar que ellos no cobraban un solo centavo a los músicos a quienes, además, les garantizaban algo de comer y beber mientras esperaban ser llamados. Y cuando les alquilaban algún instrumento, era por el módico precio de cuarenta o cincuenta centavos diarios.

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