ribbon

El combustible renovable

4 de marzo de 2017

|

 

 

Hace unos meses tuve que ir a un banco para hacer uno de esos trámites obligatorios pero nunca agradables, porque no sé qué mecanismo funciona en nosotros que el hecho de dedicar un tiempo para ir al banco, ya saben… hacer la fila, llenar formularios y todo lo demás, es algo que por regla general rechazamos. Pues resulta que no tuve alternativa y allá me fui a resolver un asunto de esos sobre la cuenta bancaria de mi salario, y como con el salario no se juega, ese día me dispuse con el mejor ánimo y me dirigí a dicha institución. Después de la larga fila y consiguiente espera, al hablar con la funcionaria, ella me dice que ese no era el banco correcto, pero me lo dijo molesta, desganada, entornando los ojos y apenas sin mirarme, trabajando al mismo tiempo en su computador.

Mientras esto ocurría, y sintiéndome con el corazón encogido porque a nadie le gusta ser centro del mal humor de otro, le pregunté hacia donde debía dirigirme y cuales documentos debía llevar para no volver a perder una mañana de trabajo, pero la señora no me contestó y devolviéndome los papeles que yo le había entregado, me dice: “ya no tiene que ir al otro banco, yo le hice el trámite”. Me quedé congelada como un pingüino en el Polo, sin saber qué decir ni qué hacer, si darle las gracias por hacerme el trámite o reaccionar mal por haberme cargado negativamente; además porque no logré entender si me había dicho la verdad sobre ir a otro banco o no, ya que a fin de cuentas resolvió mi asunto.

Con todas estas emociones encontradas salí del lugar, no con la alegría de haber resuelto mi problema, sino con el sabor amargo de haber sido maltratada. No tenemos el derecho de maltratar a otros, aunque tengamos muchos problemas personales, y menos si se trabaja con clientes. Sin dudas cuando se prestan servicios –como en un banco– nos encontramos con personas y trámites de todo tipo, a veces fáciles y otras veces difíciles, pero hay que tener habilidades para comunicarse adecuadamente en un buen tono emocional. Los directivos tienen que proporcionar la educación, a través de cursos, talleres participativos para desarrollar las competencias emocionales que se precisan para un buen desempeño laboral, que es mucho más que tener conocimientos técnicos y la experticia en la rama laboral en cuestión.

Cuando salí del banco, me puse a pensar como me hubiera sentido si la funcionaria hubiera sido empática, afable y comprensiva y no me hubiera hecho el trabajo, mandándome amablemente al otro banco, y me di cuenta que me sentiría más feliz y agradecida. Conclusión; los seres humanos tenemos como combustible las emociones, y estas nos dan el vigor para seguir delante, o sea, un buen estado anímico nos hace estar motivados, y si a esto se le suma hacer bien su trabajo desde el punto de vista técnico, entonces todo marcha sobre ruedas.

Lo dramático de situaciones como lo que me pasó a mí y que hacen que se repitan en otros escenarios laborales es que no se le da importancia a la comunicación afectiva adecuada, y muchas veces los jefes se hacen de la vista gorda, o ¡peor aún! le restan importancia, como me dijo un vecino que trabaja en otro banco y al que le hice la historia: “Pero ¿no resolviste el problema? Entonces lo demás no tiene importancia”, y agregó una de esas frases tan agresivas y poco inteligentes: “¡Es que ustedes los psicólogos se fijan en cada bobería!”

Entonces me pregunto ¿Lo puramente humano es una tontería? Porque cuando ese vecino tuvo un problema de divorcio me fue a ver para que yo lo atendiera en consulta, y claro que las emociones negativas era lo que lo tenían mal, pero hay que aprender que no es solo en situaciones de crisis que las emociones, los sentimientos toman relevancia, sino que no hay momento en el día a día que el hecho de estar triste, alegre, enojado, irritado dirige nuestra conducta hacia el éxito o el fracaso.

Galería de Imágenes

Comentarios