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El castillo de San Salvador de La Punta

27 de septiembre de 2013

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Apenas comenzaban a surgir las primeras trazas de la ciudad y ya la Villa de San Cristóbal de La Habana se veía obligada a pensar en su defensa. La temprana condición de su puerto como escala obligada de las naves que, cargadas de riquezas del continente, se dirigían hacia la península, despertaron la codicia de corsarios, piratas y filibusteros. No pocos fueron los estragos que ocasionaron estas eventuales incursiones en los territorios, costas y bahías de Cuba; su presencia determinó la construcción de las primeras fortificaciones.

La Punta 1595

Fue el castillo de la Real Fuerza la primigenia de estas fortalezas. Sin embargo, a pocos años de construida quedó demostrado lo ineficaz de su emplazamiento y la necesidad de sustituirla por otras estructuras de defensa. El  interés de la corona española de salvaguardar los tesoros que obtenía de las tierras americanas, condicionó el financiamiento de lo que más tarde sería el sistema defensivo de la ciudad. Para completar los planes de fortificación de la Isla arribaron a ella,  en julio de 1587, el Maestre de Campo Juan de Texeda y el Ingeniero Militar Bautista Antonelli, estos dos hombres se encargaron de estudiar las defensas de La Habana y proyectar un programa general para la fortificación de la villa.

La Punta, 1926

El gran ingeniero militar comprobó la inutilidad del castillo de la Real Fuerza y a la vez lo desprotegido del acceso a la bahía y propuso entonces la construcción de dos castillos a la entrada del puerto. Uno, aprovecharía la posición estratégica del cerro del Morro, desde donde se podía dominar el mar a muchas millas de distancia y otro, al lado opuesto conocido como La Punta,  concebido como una trinchera protegida por un muro perimetral.
Ya en 1556 el Cabildo había advertido la importancia estratégica de este último sitio, mandando a colocar allí vigías que previnieran la presencia de enemigos en los mares y en 1582, Gabriel de Luxán, tenía hecha unas trincheras de defensa en La Punta ante la  sospecha de un ataque francés. Según el historiador Emilio Roig, el objetivo de la construcción de esta fortaleza “…fue el de que con ella se pudiera cooperar a la defensa que de la entrada del puerto hacía El Morro, ya que los fuegos de una y otra se cruzan”.


Durante algún tiempo existieron divergencias entre Texeda y Antonelli pues este último otorgaba mayor importancia a la construcción del Morro, por lo que las obras del castillo de La Punta tardaron en realizarse. No obstante, en 1588, el rey Felipe II nombra al Alférez Diego López de Quintanilla, Capitán y Alcalde  de este Fuerte,  que según sus deseos tomó el nombre de San Salvador. En fecha cercana a esta el gobernador Texeda se quejó ante el Rey por la falta de recursos para continuar las obras de estas fortalezas, cuyos trabajos no avanzaban.
Con la llegada del gobernador Juan Maldonado Barnuevo (1593-1602) se consiguieron nuevos fondos para las labores que por fin lograron adelantarse lo suficiente. También  entraron en querellas el gobernador y Antonelli, motivo para que las obras volvieran a retrasarse y su construcción se prolongara hasta bien entrado el siglo XVII.
El castillo de San Salvador de La Punta estuvo en dos ocasiones en peligro de desaparecer aún sin ser concluido. En 1595, una tormenta dejó en estado ruinoso la muralla y el terraplén que la constituía, así como los semibaluartes de San Lorenzo y San Vicente. Maldonado procedió a su reconstrucción, recogiéndola un poco más hacia dentro para alejarla del mar. Poco más tarde, en 1601, se decidió desmantelarla para dejarla reducida a una “torre plataforma”  capaz de acomodar seis u ocho piezas y una guarnición de quince hombres. Esto no se realizó por considerarse que defendía “…el camino que va a la Chorrera por la ribera del mar y la desmantelación se redujo a la demolición de uno de los cuatro baluartes”. A pesar de los contratiempos su construcción finalizó en el año 1610.
Al decir del arquitecto Joaquín Weiss, La Punta adoptó la forma de un polígono trapezoidal abaluartado, con estilo de fortificación renacentista. Hacia el mar se orientaban los baluartes de Texeda y San Lorenzo y hacia tierra los de Quintanilla y Antonelli. En 1629 se construyó por razones estratégicas el camino cubierto que unía La Punta con la Maestranza de Artillería. Una especie de sanjón se le construyó en su flanco izquierdo a manera de foso sin saber a ciertas si llegó a cumplir con esta función.


Durante la toma de La Habana por los ingleses, en 1762, el fuego de la artillería hizo serios estragos en el fuerte arruinando sus cortinas y baluartes. Un año más tarde se llevaron a cabo los trabajos de  restauración bajo los auspicios del Conde de Ricla de acuerdo con los planos y bajo la dirección de los ingenieros Silvestre Abarca y Agustín Cramer, quienes ampliaron las obras primitivas.
El área exterior de La Punta se vio modificada entre los años de 1770-1775 por la construcción en sus inmediaciones del Barracón de Ingenieros. En 1868, fue necesario modificar las plataformas de artillería de los baluartes para admitir piezas sistemas Barrios, los más adelantados de la época en materia de armamento.
Aún en el siglo XIX, como se describe en el Paseo Pintoresco por  la Isla de Cuba,  “…por la parte del mar que principia á  la salida de la Puerta y va á dar frente al Castillo, verifican su descarga algunos buques de cabotaje, particularmente de carbón y leña y otros que traen maderas ó ladrillos”.
Durante el período republicano (1902-1959) la fortaleza continuó desempeñando funciones militares, sirviendo de residencia al Estado Mayor de la Marina Nacional. En 1959, fue objeto de serias transformaciones con el fin de ser convertido en Museo de la Revolución. Para ello se le añadieron estructuras de hormigón armado en el sitio que otrora ocupaba la capilla y en las plataformas,  dedicadas a diferentes servicios. Fueron alterados también los accesos originales conservándose sólo uno de ellos, siendo sustituido el resto por nuevos elementos. Finalmente no llegó a desempeñar esta función, pues vino a ocuparlo una Escuela de Milicias.
Con el objetivo de acondicionarlo a fines turísticos y gastronómicos, el castillo de La Punta fue intervenido durante la década del setenta. Para este fin se activaron los anteriores servicios creados y su antigua plaza de armas se aprovechó para auxiliar esta función, que permaneció hasta finales de los años ochenta. A partir de entonces se mantuvo cerrado, subutilizados sus espacios y deteriorándose estructuralmente.
Entre los años 1998 y 2002 fue restaurado por la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana. Con el objetivo de rescatar las verdaderas dimensiones del castillo se removieron 30 000 m³ de material, creando de esta manera un falso foso donde se localizaron evidencias histórico-arqueológicas que hoy se muestran como testimonios de la evolución del sitio.  En el 2002, su antiguo almacén de pertrechos se convirtió en el espacio de exhibición de las piezas de la arqueología subacuática encontradas al norte de las provincias de Pinar del Río y  La Habana, recuperadas por la empresa CARISUB S.A.
Formaron parte de la colección en aquel momento, algunos modelos navales procedentes del Museo de la Ciudad. Contaba también con un recorrido arqueológico que mostraba los hallazgos más importantes realizados en la fortaleza y sus alrededores; una sala Monográfica que recibía a los visitantes con información histórica del edificio y la exposición de piezas utilitarias encontradas durante las diferentes excavaciones realizadas en el lugar.
En octubre de 2005, las lluvias del intenso huracán Wilma inundaron el interior del castillo donde el agua alcanzó hasta 2 m de altura, dañando seriamente la edificación. Salvadas sus colecciones, pasaron a las salas del nuevo Museo Castillo de La Real Fuerza, en tanto la Oficina del Historiador interviene nuevamente La Punta, ahora para destinarlo a museo de sitio.

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