ribbon

El Caballero de París: la leyenda que camina (I)

5 de diciembre de 2022

|

 

I0aNqu_30-12-2019_09.12.02.000000

 

“La Habana me deslumbró como una mujer hermosa. Era mi Dulcinea y para dama de tales merecimientos, era necesario que yo le rindiera un tributo grande y extraordinario. Por eso me dejé crecer el pelo y la barba. Y en la Acera del Louvre me empezaron a llamar el Caballero de París”.

José María López Lledín —el muy famoso Caballero de París— nació en la provincia gallega de Lugo, el 30 de diciembre de 1899. Dicen que adolescente llegó a la capital cubana, en el año 1913, a bordo de un barco alemán, en compañía de algunos de sus hermanos.

Se conoce que aquí desempeñó varios oficios y laboró como gastronómico en los más acreditados hoteles de la época. Pero un aciago día de 1920 fue injustamente arrestado y remitido a prisión. Hasta el momento se desconoce a ciencia cierta cuál fue el delito que se le atribuyó.

Pero lo cierto es que en una celda del Castillo del Príncipe perdió la razón para siempre. Fue entonces cuando empezó a decir con palabra grandilocuente que era un noble personaje.

Por más de medio siglo se extendió su deambular por las zonas más concurridas de la ciudad: Prado, la Plaza de Armas, cerca de la Iglesia de Paula y el Parque Central, donde algunas veces dormía en uno de sus bancos. También solía caminar por las s calles Muralla, Infanta y San Lázaro, la esquina de 23 y 12 con la hidalguía de un gentilhombre de tiempos pasados.

Siempre vestía de negro y llevaba una capa, también de ese color, incluso en verano. Cargaba con una carpeta con papeles y una bolsa donde llevaba sus pertenencias. Acaso lo más revelador de su conducta es que nunca pidió ni aceptó limosnas de nadie. Se alimentaba de la estima popular, mas tenía que mediar una invitación respetuosa.

 

caballero-paris-640x360

 

De no ser por la singular locura que lo diferenció, José María López Lledín hubiera pasado sus días en el anonimato, como tantos y tantos gallegos que emigraron a esta Habana que desde la lejanía los llenó de sueños.

“Decían que yo era igual que D’Artagnan, aquel mosquetero célebre que inventó Alejandro Dumas. Pero eso era mentira. Y en cambio, yo era una verdad que andaba, gritaba y hasta comía”.

Sobre el Caballero de París se escribieron artículos, reportajes, crónicas… lo cual le halagaba muchísimo. También se le hicieron infinidad de entrevistas donde siempre testimoniaba su sentir.

El decía que La Habana era muy parisién y que él era “mosquetero, corsario y caballero de Lagardere”.

Galería de Imágenes

Comentarios