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El caballero de la espada (II)

18 de diciembre de 2023

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Entre las citas olímpicas de París, 1900, la II, y San Luis, 1904, la III, Ramón Fonst realiza la gran proeza de conquistar cinco medallas de oro -individual y colectivo-, cifra que ningún otro deportista cubano ha igualado.

En los I Juegos Centroamericanos (México-1926) alcanza el oro en florete, sable y espada. En la segunda edición de este clásico regional (La Habana-1930), próximo a los 48 años de edad, casi repite la hazaña, pero falla en sable por una lesión en el tobillo. No obstante, aquí mejora su propio record mundial implantado en Ostende, Bélgica, en 1904, al realizar 25 asaltos consecutivos sin ser tocado. En los IV Juegos (Panamá-1938) logra oro por equipo en espada y plata en florete. Es el más veterano. Tiene 55 años.

Al retirarse como deportista en activo, el prodigioso campeón se consagró al impulso de la esgrima en la patria que lo vio nacer.

Su trayectoria ejemplar lo hizo acreedor de importantes condecoraciones como Caballero de la Legión de Honor de Francia, la Gran Cruz de la Orden Carlos Manuel de Céspedes y la Orden de Mérito Esgrimístico Ramón Fonst, entregada por la Federación Amateurs de Esgrima de Cuba al propio deportista en cuyo honor se instauró.

Ramón Fonst falleció en La Habana, su ciudad natal, el 10 de septiembre de 1959.

Sobre la vida de este legendario deportista los Estudios Mundo Latino filmaron hace algunos años un documental asesorado por su biógrafa Irene Forbes, quien calificó de muy valioso este trabajo, pues Fonst, como reconoció ella- además de ser un magnífico atleta, fue un hombre de honor intachable, sobre quien se debe dar a conocer su profunda cubanía.

Ejemplos sobran, como cuando después del paso del ciclón de 1926, a su regreso de los Juegos Centroamericanos de México, al encontrar todo desolado realizó una exhibición para recaudar fondos con vistas a ayudar a los damnificados, mientras su propia casa estaba dañada. Además, a pesar de su posición adinerada, fue amigo de Kid Chocolate y nunca mantuvo actitudes racistas.

Dicen que podía competir sin necesidad de jueces. Así lo reconocieron hasta sus propios rivales pues en ocasiones, al sentirse tocado y no ser estimado el golpe por los jueces, el propio Ramón Fonst levantaba el brazo y señalaba el golpe.

Le llamaban El Caballero de La Espada.

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