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El buen morir

21 de septiembre de 2018

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La frase que le da título al artículo de hoy no la inventé yo, sino que es en una nueva visión en un tema evitado por siglos y que ahora –afortunadamente– se trabaja con mucha seriedad por científicos. Se trata de cómo se puede ayudar a las personas con enfermedades terminales a morir con dignidad y con el menor sufrimiento posible, y donde intervienen muchas personas que sufren la situación en sus diferentes etapas.

El tema –como se darán cuenta– es de alta complejidad y tanto es así que hasta hace algunos años se consideraba tabú decir claramente a la persona enferma su condición de inminente muerte, en un intento de no hacerlo sufrir, y en muchas ocasiones se convertía en un supuesto secreto, aunque no lo era porque familiares y equipo médico no comunicaban con toda sinceridad lo que ocurría (con buenas intenciones) y el paciente muchas veces lo sabía. Sin embargo sí se daba cuenta y tampoco hablaba para no hacer sufrir a los seres queridos, y el resultado era que el proceso se hacía más tórrido y doloroso, porque el no poder intercambiar y expresar las emociones hacen que el sufrimiento sea mayor.

Los seres humanos somos los únicos seres vivientes que conocemos nuestra condición finita, pero no es la muerte –en la sociedad actual– un tema recurrente, ni las personas nos preparamos para morir, a no ser las personas con edades muy avanzadas que ven la muerte como algo natural e incluso a veces la desean por determinadas razones de discapacidades, etc. Lo que me interesa compartir con ustedes es el hecho de que lamentablemente cuando una persona padece una enfermedad terminal, que quiere decir que va a morir en un determinado lapso de tiempo porque ya no hay posibilidad de recuperación, entonces ¿qué queda? Pues un buen morir, que significa darle tratamientos paliativos para que no tenga dolor, para que no pierda la dignidad, para que reciba toda la información que necesita, que reciba la atención y afecto de los demás; y los demás son dos partes; el equipo médico y la familia trabajen para beneficiar y potenciar la calidad de vida del paciente.

Cuando se le informa a una persona que su enfermedad no tiene cura, la primera reacción es la negación que se manifiesta rechazando que sea cierto lo que le dice, que no puede ser que no tenga oportunidades de seguir con vida, que seguro hay otros tratamientos, que puede haber errores y a continuación, se lanza a tener conductas temerarias, enfrentando peligros como una forma de mostrar que no se va a morir aún cuando vivan imprudentemente. Después, pasa a la ansiedad o temor que se manifiesta como miedo a la agonía, al dolor y a la humillación de ir perdiendo la autonomía y que los demás tengan que auxiliarlo para realizar las más elementales necesidades y actividades y, por último, debe llegar la aceptación. Esta última permite a la persona resolver asuntos pendientes y tratar de dejar su vida en orden, lo que significa que va desde solucionar asuntos legales, a los cuales a veces les damos poca importancia como es un testamento, hasta asuntos afectivos que en la vida siempre quedan pendientes o no se han cerrado; reconciliaciones con uno mismo y con otros; reencuentros, y otras muchas más cosas que son muy personales y diferentes para cada cual.

Para el personal de la salud también constituye un reto enorme, porque se nos prepara para salvar vidas y no para dejarlas ir, sumándose a que somos seres humanos a los cuales nos afecta saber que no se puede hacer nada más que los cuidados paliativos. Para la familia, la pérdida que se tendrá a corto plazo es un factor desencadenante de conflictos preexistentes, problemas de incomunicación, de quién se responsabilizará con el cuidado, saliendo a la luz conductas evasivas, de egoísmo, de miedo, de incapacidad para afrontar la verdad y muchos otros problemas. Para con el enfermo, la familia tiene una postura de desorientación, ya que no sabe cómo tratarlo, si con lástima, sobreprotección, miedo o como si nada sucediera, pero en todo caso, se evita algo que es importante y es hablar sobre la enfermedad y preguntarle al enfermo como quiere pasar el tiempo que el resta. Me quedan cosas en el tintero, así que seguramente tomaré de nuevo la pluma.

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