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El bienestar animal y el descubrimiento de Américo

31 de enero de 2024

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De gratitudes y lealtades

La amistad verdadera está formada de tantos nobles sentimientos que su descripción nunca ha sido tarea fácil. Pero sentir la humanidad compartida con alguien más, y la certeza mutua de poder contar con su apoyo, es un buen indicador de una amistad auténtica y duradera. Mi descubrimiento de la consulta de Américo, ubicada en las calles de Obrapía y Habana, fue guiado por la recomendación de una persona de generosidad extraordinaria, como las tantas que hay en la comunidad animalista cubana. La visita, me permitió intercambiar con un profesional que no solo trata con humanidad a las personas, sino que ha demostrado ser un verdadero amigo de los animales.

De nombre Roberto Américo Morales Gutiérrez, Amer o el Dr. Jau, como es conocido en La Habana Vieja, su contacto con el mundo de la veterinaria se remonta al 2003, cuando comenzó a trabajar en CENPALAB como Técnico Medio. En el año 2010 se gradúa como médico veterinario, y desde el 2013 hasta ahora, se encuentra en su consulta de Habana y Obrapía.

Al preguntarle por los orígenes de su consulta, el Dr. Américo me responde que su existencia es posible gracias al interés mutuo de su colega Joan Corrales y suyo, al que se unió el apoyo del gobierno municipal de La Habana Vieja, de la UEB Clínicas y Consultorios Veterinarios, y de la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana. Mencionar al Historiador de la Ciudad, Eusebio Leal Spengler se vuelve inevitable.

Sin querer presumir de haber tenido una relación especial, pues la nobleza de espíritu de Leal lo hacía fecundo de acciones altruistas, Américo reconoce que su consulta contó con el apoyo e interés del Eterno Historiador, y esa gratitud siempre lo ha impulsado a colaborar en numerosos proyectos para garantizar la salud de los animales del Centro Histórico.

 

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¡Y de qué manera es correspondida esta deuda de gratitud! En una jornada promedio atiende a unos 18 pacientes animales, pero durante meses como marzo y abril ese número se eleva fácilmente a 25 casos, e incluso se llegan a realizar 40 consultas diarias cuando se presentan brotes epidémicos. Y por supuesto, estas cantidades no suelen incluir a las campañas de vacunaciones gratuitas contra la rabia, parvoviruses y otras enfermedades, que son ejecutadas junto a la Oficina del Historiador con una frecuencia trimestral.

Por supuesto, el Doctor Jau no se encuentra solo en sus esfuerzos por el bienestar animal. En estos momentos es ayudado por sus colegas Nayvis Serra Alfaro, por Rolando Morin, y por Maria Karla Martínez. Con ellos comparte las largas horas de un trabajo que solo puede realizarse bien, cuando se hace desde el amor.

A lo largo de los años, han pasado por su consulta decenas de profesionales de la medicina veterinaria. Muchos de ellos se han acercado por sí mismos mientras estudiaban la carrera, aunque a su consulta y a la Facultad de Veterinaria, no los une más compromiso que el de los valores compartidos. “Si te los intento mencionar a todos, de seguro se me queda alguno.”, me confiesa, pero igual hace el intento: “Nayvis llegó hace 9 años como estudiante, y ya es parte de la familia, igual que lo es Rolandito, que ya es excelente aunque es recién graduado. Manuel está en Peñas Altas; la doctora Carla está en España; Rael, mi primer alumno, está en los Estados Unidos. Para el Doctor Amer, todos sus colegas, encuentren donde se encuentren, han logrado dejar una huella en la vida de miles de animales.

 

Parte de una familia, parte de la humanidad

A menos que se padezca de una introversión o ansiedad social extrema, cualquiera puede hacer una pregunta, y mientras más fácil, mejor. Pero ni en el Periodismo ni en la vida se llega muy lejos si solo se hacen las preguntas fáciles, y decidí vencer a mi timidez y le pregunté lo que a muchos les gustaría preguntar: ¿Qué piensa del bienestar animal en La Habana Vieja?

 

 

 

 

 

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“Creo que hemos avanzado.”, me dijo tras un silencio de segundos eternos. “Desde el año pasado hemos visto un incremento de recogidas de animales callejero, de adopciones, de campañas para vacunar y operar animales. El porcentaje sigue sin ser mayoritario, pero el crecimiento es innegable. Creo que como sociedad, nos tenemos que dar cuenta de que necesitamos a los animales para existir, y son parte de nuestra vida. Es necesario cambiar esa cultura de que el perro tiene que comer arroz con salsa o boniato, porque es bueno para su pelo; o que el gato debe tomar leche y cazar ratones.”

“Un perro no es un tanque de agua, para tenerlo en la azotea bajo agua, Sol y madrugada. Y esa es la clase de mentalidad que tenemos que cambiar. Un animal entra como mascota a la casa y debe convertirse en parte de la familia. Mientras no concienticemos a una mayoría en la sociedad, van a continuar dándose casos de maltrato animal, que aunque se han reducido, siguen siendo frecuentes.”

Una familia… En lo que respecta al bienestar animal, los vínculos que forman familias van más allá de la sangre. Además de la Oficina del Historiador, el Doctor Américo me menciona a organizaciones con las que ha colaborado frecuentemente como ANIPLANT, CEDA, B.A.C., AxA, entre otras.

 

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Pero no solo las instituciones y organizaciones contribuyen al bienestar animal. Amer recuerda con cariño a Dalia, quien desde el parque de La Maestranza llegó a tener a 200 animales a su cuidado, y aún cuida a muchos. A la ceramista Amelia, que también da de comer a gatos por el Parque Bolívar. A los especialistas del Gabinete de Arqueología que ayudan a cuidar a una colonia de felinos. A los empleados de banco de la calle Aguiar, que también dan de comer a los animales; a Scarlet Muñoz, con quien todavía tiene la asignatura pendiente de crear un refugio para animales callejeros.

Como hermano masón, Américo ve muchas de las virtudes de su fraternidad reflejadas en la comunidad animalista, en las que la feminidad es mayoría. Luego de contarme sobre la ayuda que ha recibido de sus hermanos, me dice: “Es nuestra obligación como masones, estemos donde estemos, el llevar a cabo labores humanitarias y actuar siempre de manera altruista en beneficio de la humanidad”.

La labor animalista es y siempre ha sido sacrificada, desinteresada y anónima, al punto que mencionar nombres a veces se siente como un peligro moral. Y sin embargo, la responsabilidad hacia los animales es aún mayor que hacia la modestia de personas que merecen el reconocimiento. La siguiente pregunta es tan difícil como necesaria: ¿Cuáles son las condiciones para atender a los animales en La Habana?

 

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“Hasta cierto punto existen condiciones. Conozco de clínicas particulares con muy buenas condiciones, pero que no mucha gente se puede permitir para sus animales, menos aún para los rescatados. Ahora sí: máquinas de rayos X nadie tiene, ultrasonidos hay muy pocos, al igual que los laboratorios. Todo el tiempo tenemos que estar apelando todo el tiempo a la buena voluntad de técnicos, médicos y directores de hospitales, y tenemos entre ellos a muchos amigos.”

“El diagnóstico es ciencia, en cuanto la terapéutica es un arte. Con eso te digo que para las cirugía, los veterinarios usamos implementos importados o donados de instituciones médicas. Lo que necesitamos tenemos que sacarlo de la manga, porque lo que no puede pasar es que cuando llegue un animal atropellado, o golpeado, o enfermo, se nos muera porque no tenemos para atenderlos. Lo que no puede pasar es que el eslabón más débil sea nuestra preparación como profesionales de la salud. Por más difíciles que sean las condiciones, hay que hacer lo necesario, hay que hacer lo correcto.”

 

La solución que hiberna en el corazón de cada problema

¿Qué podía decirle? La causa animal no me es indiferente, al contrario, ¿pero hasta qué punto las palabras pueden usarse para salvar una vida, para rescatar del olvido y la ignorancia? O más bien, ¿hasta qué punto mis palabras y sus verdades pueden cambiar algo? La solución inmediata a todas las situaciones que planteaba tenían una solución obvia: Más recursos, ¿pero de dónde salían? ¿de quién?

Ni él ni yo teníamos todas las respuestas, pero entre nuestras voces y muchas más, fueron formando algo parecido a propuestas realistas y concretas.

 

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Antes que nada, se hacía necesario que la solución viniera de la comunidad veterinaria: De un mayor hermanamiento entre consultas, y entre los especialistas e instituciones de la salud animal y la humana. Aunque se están dando pasos correctos en esa dirección, se debe manifestar una mayor especialización entre los profesionales de la veterinaria, de manera que los encargados de velar por la salud del ganado, de criaturas exóticas y de animales afectivos, pudieran profundizar aún más en su vocación con un respaldo académico.

De igual manera, la organización con instituciones nacionales, con emprendedores y ciudadanos particulares se torna imprescindible en un momento en el que los fondos y los recursos no abundan, aún para las buenas causas. Eso es cierto, pero de semilla en semilla se puede crear un bosque. Las contribuciones individuales pueden concentrarse en un propósito mayor, y lograr en la unión algo que sería imposible conseguir por separado.

Las clínicas veterinarias necesitan de laboratorios, de insumos y de medios tecnológicos. Muchos de ellos se pueden adquirir en línea, se pueden importar. Las clínicas veterinarias necesitan de ambulancias, pero bien podrían emplear triciclos eléctricos, que se pueden comprar. Y aunque será en extremo complejo reunir lo necesario para adquirirlos, y la gestión para que sean importados, no debería verse como algo imposible, sino como algo por lo que vale la pena luchar, por difícil que sea. Porque lo más importante es que hay muchas personas sensibilizadas, que necesitan una causa en la cual enfocar los escasos recursos materiales, que recompense su tiempo y esfuerzo.

Y también existe el apoyo institucional. La Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana trabaja constantemente por mejorar la calidad de vida animal, y se ha aprobado la construcción de un refugio animal para el que ya se tiene un local, pero simplemente no hay fondos. Lo mismo sucede con los gobiernos municipales y provinciales de nuestra capital, y de todo el país, donde directivos, especialistas y trabajadores, realizan actos de humanidad que se pierden en el silencio y el olvido.

La labor de los animalistas es altruista y anónima, pero no puede callar ahora. Necesitamos encontrar en nuestro interior a los héroes que necesitan nuestros animales que seamos, que en el fondo, somos.

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