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El bicentenario de Verdi

22 de marzo de 2013

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Giuseppe Verdi

El mundo celebra en este recién comenzado año 2013 el bicentenario de uno de los compositores europeos más conocidos en todas las latitudes, el italiano Giuseppe Verdi (1813-1901), cuya contribución al arte lírico del siglo XIX resulta innegable, aún para aquellos que no aman la ópera.
Hace pocos días nuestra Orquesta Sinfónica Nacional, junto a solistas del Teatro Lírico rindió un homenaje en el Teatro Nacional al autor de La Traviata, que no debe ser visto por nosotros como extranjero, en tanto muchas de sus producciones han sido presentadas y admiradas en Cuba, desde el propio siglo XIX y hasta la fecha.
Verdi infundió dramatismo y nobleza a los argumentos románticos, su música hizo creíble las situaciones más folle¬tinescas y si bien no contrarió el gusto generalizado por las melodías fáciles y el lucimiento vocal, el rigor compositivo de sus partituras resiste análisis más exigentes que los que podrían hacerse a la mayoría de sus contemporáneos.
Su primer éxito fue Nabucco en 1841, al que siguieron: Los lombar¬dos (1843), Hernani (1844), Atila (1846), Macbeth (1847), pero sus obras más célebres llegarían posteriormente: Rigoletto (1851), El trovador (1853), La Traviata (1853), Las vísperas sicilianas (1855), Un baile de máscaras (1859), Don Carlos (1867) y La fuerza del destino.
Otros compositores italianos crearían un número mayor de piezas para la escena, pero sólo pocas de ellas perduraban, Verdi logró que sus producciones se llevaran al teatro una y otra vez, se imprimieran con éxito y que muchas de sus oberturas, arias, dúos y concertantes se ejecutaran con frecuencia en salones y salas de concierto. Siglo y medio después, todavía tienen récords en las grabaciones la cavatina para tenor “La donna e mobile” de Rigoletto —uno de los fragmentos operáticos más difundidos e imitados de todos los tiempos—, el “Miserere” de El trovador, las arias de Violeta Valery tomadas de La Traviata o las puestas en boca de Felipe II en Don Carlos, sin olvidar las oberturas de Las vísperas sicilianas y La fuerza del destino.
La capacidad creadora de Verdi tuvo una rara longevidad. Su Aida la compuso a los cincuenta y ocho años de edad, cuando sus enemigos afirmaban que su genio ya se había agotado. Como había compuesto una Misa de Requiem, se afirmaba que sólo crearía música religiosa; sin embargo, el público y la crítica debieron sorprenderse con dos composiciones tardías: Otello (1887) y Falstaff (1893), obras modernas y más profundas, que parecen aprovechar algunos elementos de la reforma del arte lírico de Wagner.
Homenajear a Verdi significar ir a nuestras raíces culturales, en tanto sus producciones influyeron, junto con las de otros creadores italianos, en el desarrollo de la música cubana, tanto en la de salón primero, como después en la canción trovadoresca. Sin olvidar que algunos cantantes de la Isla, desde la legendaria Chalía Herrera, hasta los más cercanos Alba Marina, Hugo Marcos, María Eugenia Barrios, han hecho verdaderas creaciones de ciertas obras suyas, que han conquistado el aplauso no solo de los espectadores cubanos, sino de auditorios de otras partes del mundo.

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