El beneficio de la duda
27 de junio de 2017
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Todo medicamento bajo determinadas circunstancias puede provocar un efecto dañino cuando se administra en las etapas tempranas de la gestación. Si bien es cierto que el daño no puede ser aseverado con un ciento por ciento de certeza, existen estudios que han llegado a estimar con una precisión considerable, cuales medicamentos representan un riesgo mayor de producir daños en el feto.
En función de la categoría de riesgo, se han establecido clasificaciones de acuerdo a la probabilidad de los medicamentos de provocar efectos teratógenos en el recién nacido.
Cierto es que este es un tema controvertido, en el que aún queda mucho por demostrar. Sin embargo, respecto a esto vale la pena una reflexión. El hecho de que aun no existan suficientes evidencias para documentar la relación entre el consumo de medicamentos y la producción y aparición de malformaciones congénitas en el recién nacido, no puede hacernos estar ajenos a la probabilidad de que ocurran estos eventos.
Existen casos más probados que otros, como el delantiparasitario metronidazol, en cuyo envase y literatura interior se indica claramente “no administrar en el primer trimestre del embarazo”. Desafortunadamente con otros medicamentos no sucede igual, pero también la precaución debe ser mantenida.
Es por ello que toda mujer en edad fértil que se encuentre en estado de gestación o que tenga sospecha de poder estarlo, debe tomar como primera precaución suspender el uso de medicamentos que no le hayan sido prescritos por el médico, ya que aun cuando solo exista una sospecha, precaución es la palabra de orden si se quiere preservar la salud del futuro bebé.
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