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El arte de la seducción

6 de octubre de 2017

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Hace unos días un joven me dijo –en el medio de una conversación sobre los roles femeninos y masculinos y el amor– que cuando la mujer dice “No” es que quiere decir “Sí”. Yo le respondí que tuviera mucho cuidado y no terminara con la nariz partida o acusado de acoso, por lo que sobre el amor, el proceso de seducción y las actitudes del hombre y la mujer voy a tratar hoy.

Los poetas, músicos y todas las personas hemos dicho millones de veces que el amor es el más sublime de los sentimientos, se presenta de infinitas formas, y nadie se escapa de él y de los sortilegios de la seducción, y tanto es así que en dependencia del sexo, desde muy pequeños aprendemos a seducir, entendiendo las señales verbales, no verbales, posturales, de los demás que nos indican si le interesamos a la otra persona, reconociendo de esta manera si nos pusieron la luz verde o la roja, o sea si hay posibilidades o el camino está cerrado.

Como dije, hay notables diferencias en cómo se manifiesta el interés amoroso en dependencia si se es mujer u hombre, atribuyéndosele a los hombres una actitud de “ataque” directo y a la mujer la de ser conquistada, pero ¿es realmente así? ¿Es el hombre quien conquista a ultranza? O sea ¿aunque la mujer no quiera ser conquistada? Definitivamente la respuesta es negativa, porque un hombre que ya ha aprendido bien el arte de la conquista no se lanza si la mujer no ha dado alguna señal de interés. Utilizo la palabra “señal” intencionalmente porque es cierto que a nosotras se nos enseña a hacernos las “difíciles”, porque es parte de la “respetabilidad” y porque según leyendas urbanas a los hombres les gusta lo difícil, por lo que el “No” femenino es parte de este juego. Sin embargo, la negación verbal seductora, que pretende solo incentivar el interés masculino se acompaña de signos afectivos, miradas, conductas que muestran lo contrario, y el hombre debe saber captarlos, y el “No” verdadero, es aquel que también se acompaña de emociones negativas, miradas de desgano, de desinterés, etc. y también debe ser entendida por él, porque si no es así, traspasa la frágil línea que existe entre la interesante y motivadora incitación y el acoso, con las consecuencias negativas que esto trae. No obstante, es alarmante como existen hombres que ante este definitivo y claro “No” insisten, alegando un sinnúmero de explicaciones como que “ella no sabe lo que quiere”, “lo hace para ponerme más loco”, “se hace la interesante”, y son capaces de poner ejemplos de situaciones que avalan lo que afirman. Esto es falso, aunque reconozco que de la misma manera que hay hombres que piensan así, también existen mujeres que dan señales equívocas de lo que quieren y les interesa, pero tanto en un caso como en otro se puede decir que son distorsiones del verdadero camino del hechizo amoroso, y en ambos casos, probablemente gusten de relaciones bruscas, turbulentas y hasta violentas, porque hay de todo en este mundo, pero estoy segura de que son la excepciones porque la verdad es que por ejemplo decir que “No” acompañada de una mirada coqueta o no mirar al hombre, haciéndose la interesante, pero al mismo tiempo mostrando las piernas son los señuelos para que el hombre sepa que tiene luz verde para el acercamiento, pero tiene que  hacerlo con inteligencia, desplegando su arsenal de recursos en las lides de la conquista.

Algo similar pasa en sentido contrario, o sea, cuando la mujer “le echa el ojo” a un hombre y quiere saber si este está interesado, también se usa el lenguaje extraverbal, poniéndose por ejemplo en el campo visual de él, propiciando un acercamiento con un pretexto banal, tratando de encontrar su mirada para saber si “cae en la red”, y si él entendió que tiene la luz verde del acercamiento. Muchas y variadas son las formas, aunque debo reconocer que han cambiado con los nuevos roles sociales de la mujer, y con el empoderamiento que vamos teniendo en las diferentes esferas de la vida social nos tomamos el derecho de ir y “cargar” directamente hacia el hombre, haciéndoles invitaciones de tipo amoroso, pero habitualmente esta actitud no gusta mucho al sexo masculino, porque lo pone en posición de conquistado, desproveyéndolo de otros atributos de dominio del rol.

Durante toda la historia de la humanidad estos juegos que incitan al amor han funcionado muy bien, y si analizamos a fondo no es el hombre el conquistador, sino que ambos, hombre y mujer conquistan al otro, pero con armas diferentes, y aunque yo no soy muy convencional que digamos, me gusta que así sea porque es como la sal de la vida, pero hay que aprenderlos bien para que no terminen magullados los hombres que malinterpretan un “No” femenino, ni evaluadas negativamente, rechazadas y heridas en su amor propio las mujeres que van al ataque amoroso directo. Así que a mí me gusta que sea a la antigua como a la protagonista de la canción de Ferrer, la vaquita Pijirigϋa que no quiere la inseminación artificial porque le gusta a la antigua.

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