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El anciano perseguido

17 de julio de 2021

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imagesAbrió la puerta al vecino y se extrañó. No por tenerlo allí frente a su puerta. Entraba en la calificación de un buen vecino. Un plomero de primera, de esos inventores natos en que la presteza en el oficio se une a la necesidad del cliente y a las ganas de solucionar el lío y por si fuera poco, aun en los últimos tiempos en que el plástico de las piezas unido a su escasez las convierten en joyas de museo, era mesurado en el cobro. La anciana se extrañó por el horario tempranero de la presencia. Lo atestiguaba la jaba anunciadora de la visita a los mercados que lo acompañaba. Y también, ese rostro de hombre perseguido por un perro furioso o por un ladrón portador de un arma cortante. En el barrio, todos los perros eran amigos entre sí al igual que sus amos. Y los ladrones, eran simples aprendices dispuestos a saltar un muro para cambiar de casa una toalla nueva o un short juvenil. Además y lo más preocupante, era la voz temblona con la que había preguntado por su viejo. Lo hizo pasar y llamó al buscado. Preocupada, marchó a la cocina, mientras dudaba si preparar un café o un tilo cargadito para los nervios.
Al plomero no tuvieron que extraerle con un abre tuercas el miedo que lo sacudía. La preocupación brotó con la fuerza de un chorro de agua cuando caduca la llave. Me persiguen, me persiguen, gritó con tal fuerza que el dueño de la casa, asustado también, acudió a la ventana y contempló a su perro dormitando feliz en el portal. El cielo ofrecía ese color azul a lo cubano y las nubes haraganeaban porque el viento haraganeaba todavía más. Ese día Radio Reloj no pregonaba un descalabro atmosférico. Entonces, al igual que en las radionovelas del pasado siglo, se preguntó. ¿Qué peligro amenaza a mi estimado plomero? Y seguidor de la Ágata inglesa, cual Poirot caribeño interrogó al asustado. Y la respuesta lo asustó mas a él: ¡Me persiguen tres mujeres, me persiguen tres mujeres¡
Al plomero le dormitaban más de setenta años en las espaldas y si bien era un anciano saludable, dada su existencia sin tabaco ni ron exagerado, no se conservaba como un Alain Delon porque ni a los treinta fue un doble del actor francés. Jamás en sus años de obrero de empresa estatal ni en los tiempos de jubilado, se vio enredados en incumplimientos monetarios ni de servicios con entidad o usuario independiente. ¿Por qué lo perseguían esas tres mujeres ¿Hombres al fin por la mente no les pasaba la palabra solo adjudicada en derecho al uso a las mujeres. Y cuando el amigo, después del tilo servido e ingerido, contó la historia capítulo a capítulo, ya en presencia de la hacedora de los cocimientos mágicos, por derecho propio inmiscuida en las disquisiciones, utilizó la aserción de la palabra aprobada por la Academia de la Lengua: el plomero era un acosado, un acosado por tres mujeres.
Con voces ingenuas de niños de círculo infantil, preguntaron a la sabia anciana el porqué del llamado acoso pues él no lo había provocado. La dama pidió datos de las acosadoras. Y se comprometió a investigar las causas. Pero a la vez, clavó en el plomero una interrogación. Lo sabía viudo desde hace años en un largo matrimonio feliz. Y confinado en una casa mantenida por él con esmero. Con una sonrisa dulce de viejecita ingenua le preguntó: ¿Por qué no te das la posibilidad de un segundo amor?

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