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El aire que respiramos

26 de julio de 2013

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Cuando se habla de los “aerosoles atmosféricos”, a muchos les resulta un tema lejano, ajeno, como quien dice eso no tiene que ver conmigo. Sin embargo, su efecto podría aumentar el cambio climático y causar millones de muertes a la humanidad.
El aire, además de gases, mezcla partículas microscópicas, que son los mencionados -aerosoles atmosféricos-. Dichas partículas proceden de volcanes, fuegos forestales o hasta del rompimiento de las olas; además de los gases, suman la contaminación derivada de las actividades humanas, estas últimas, las emanadas de los motores de combustión, la generación de energía eléctrica o los procesos industriales, todos comportándose de forma similar a los peligrosos gases de efecto invernadero.
La influencia en la evolución del clima terrestre y sus efectos sobre la salud humana resultan determinantes en muchas  direcciones. Algunos aerosoles, en especial el carbón negro y el mineral en polvo con alto contenido en hierro, convertidos  en gases de efecto invernadero, contribuyen, si dudas, al calentamiento del planeta. Otros aerosoles reflejan y/o dispersan hacia el exterior la luz solar, lo que propicia que,  al llegar menos energía a la superficie de la Tierra, provoca el conocido “oscurecimiento global”, con efectos muy negativos para el medio ambiente y la salud.
En cantidades elevadas, los aerosoles contaminan la calidad del aire respirable, y a largo plazo, afectan la salud cardiopulmonar, por lo que aumenta la mortalidad y reduce la esperanza de vida. Mención aparte constituyen las graves reacciones en las personas alérgicas y asmáticas.
Ante ese panorama, las investigaciones científicas estudian incesantemente  la forma de reducir esos efectos negativos, y sobre todo, crear modelos matemáticos que puedan predecir la evolución del clima más cercana  a la realidad.
Hasta ahora, se creía que las partículas de los aerosoles orgánicos secundarios (AOS) se encontraban en estado líquido. Sin embargo, el resultado de las investigaciones indica que en realidad son sólidos amorfos (similares a diminutas bolitas de vidrio). Este descubrimiento provocará cambios sustanciales en la comprensión de las propiedades de los aerosoles atmosféricos y sus efectos sobre el clima y la calidad del aire, según afirman científicos de varias universidades e institutos del mundo, en los cuáles la humanidad deposita grandes esperanzas.

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