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El abuelo sabe

25 de septiembre de 2015

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Cuando el niño pequeño entra a la escuela aprende a leer y escribir con facilidad, y así en las diferentes etapas de la vida, mientras va transitando por los diferentes niveles de aprendizaje, se va apropiando de los conocimientos de forma sistemática y normal sin mayores contratiempos (teniendo en cuenta las diferencias individuales). Sin embargo, si esto se altera y se quiere aprender a leer y escribir en la adultez, cuesta mucho más trabajo porque se ha violado lo que la psicología llama “los períodos sensitivos del aprendizaje”, que no son más que las etapas en que hay una buena maduración biológica y desarrollo del ser humano para aprehender el conocimiento en cuestión; es decir, (basta de palabrería complicada) es lo que popularmente llamamos que “mientras te pones viejo, la mollera se endurece”, con lo cual hay que reconocer –una vez más– que la sabiduría popular es muy sabia.
Sin embargo –¡qué bueno!– esto no pasa con el aprendizaje y desarrollo de las aptitudes emocionales, y si bien es cierto que desde el mismo momento del nacimiento estamos aptos para ser educados en este sentido, con el paso de los años no se pierde la capacidad de seguir aprendiendo y mejorando nuestro mundo afectivo, sino todo lo contrario, se mejoran las aptitudes emocionales.
En diferentes estudios que se han hecho, se ve como a partir de los 30 años, las personas son más capaces emocionalmente que los menores de 25 años y más aún, que tener un buen desarrollo de la inteligencia emocional, potencia el desarrollo intelectual, o lo que es lo mismo, la mente emocional ayuda a la mente racional, y no como se creía, hasta hace poco, que una interfería en la otra, o sea, “o mandan las emociones o gobierna el cerebro”.
Pero, ¡cuidado!, no estoy diciendo que es una regla que se aplique a todos los seres humanos, sino que esto se atribuye a quienes tienen una educación emocional desarrollada, es decir, tienen la capacidad de sentir, entender y modificar estados anímicos propios y ajenos. Sin embargo, no todas las personas lo logran, ya que como dije en un artículo anterior, nos preocupamos por la educación intelectual de nuestros hijos, de su formación de valores, pero difícilmente nos damos cuenta de la importancia de su educación emocional y nos dejamos llevar por los criterios –muchas veces prejuiciados– de cómo se debe actuar emocionalmente.
Pero continuando con el hilo de la edad y el aprendizaje, les comento que resulta extraordinariamente interesante el hecho de que mientras más se envejece, los seres humanos somos más aptos emocionalmente y se mejora la posibilidad de educarnos en este sentido. Es por eso que los ancianos pueden ser los mejores profesores en la enseñanza de la afectividad, ya sea del manejo de las emociones, como la formación de los sentimientos, los estados afectivos y hasta de las intensas pasiones.
La razón del desarrollo de las capacidades emocionales con la edad, se está estudiando en la actualidad porque felizmente el tema “Tercera edad” es muy tenido en cuenta, a propósito del envejecimiento global y el aumento de la expectativa de vida, lo cual hace que se utilicen en función del bien común todos aquellos conocimientos y la experiencia que aportan las personas mayores.

Yo opino que estas buenas aptitudes emocionales de las personas maduras y de los abuelos tienen su base en la experiencia que acumulan, y que les permite tener recursos de análisis y afrontamiento en el área de las emociones ante situaciones en que otros se quedarían sin saber qué hacer. En este sentido, nuestros ancestros e incluso las comunidades que viven de manera primitiva en la actualidad, tienen más sentido común que nosotros, los supuestamente “desarrollados y civilizados” porque tienen a los ancianos en un lugar de relevancia y como fuente de conocimientos a la que se acude para aprender. Así que nunca eche en saco roto lo que le dice su abuelo.

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