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Eduardo Sosa: “Trovar es desnudar el alma”

3 de octubre de 2017

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MAGDA RESIK. Bienvenidos a este espacio que, como ustedes saben, se llama Encuentro Con. Pasamos a una nueva temporada de Encuentro Con, que es la de este verano, los meses de julio y agosto, yo siempre muy feliz de acompañar a la Asociación Hermanos Saíz y al Fondo Cubano de Bienes Culturales, y de poder propiciar el diálogo con importantes personalidades del mundo del arte y la literatura en Cuba, en un escenario de diálogo. Quiere decir, no estaba jugando con Renecito cuando le decía que realmente al principio tenemos un intercambio con el invitado, y después ustedes pueden preguntarle todo lo que quieran a esa persona a quien admiran y por la que están aquí hoy de muchas maneras concurriendo.

Sin dudas se trata de uno de esos trovadores cubanos imprescindibles, que tiene una herencia muy marcada del mundo de la música, sobre todo al Oriente del país, se sabe muy bien aquello de son de la loma y cantan en el llano; de eso vamos a estar hablando porque este es un hombre que en las montañas del Oriente de Cuba encontró la inspiración, el conocimiento y en el contacto con la verdadera trova tradicional cubana un aprendizaje diríamos casi inmediato, como que en vena ha llevado Eduardo Sosa toda esa influencia musical que luego, por supuesto, como los buenos alimentos, él ha ido transformando en un proceso interior, y ha logrado hacer su propia obra creativa, siempre rindiéndole culto al pasado, pero con una obra que exhibe con todo el brillo y la hondura y el conocimiento que se puede leer en cada una de sus interpretaciones.

Quiso la vida también que tuviera una voz maravillosa, que lo acompaña y le permite ser ese ser integral desde la interpretación de su instrumento querido hasta el momento en que su voz prevalece y nos anuncia el gran trovador que tenemos delante.

Así que, Eduardo Sosa, muchas gracias por tu presencia en nuestro espacio (APLAUSOS).

EDUARDO SOSA. Gracias a la AHS por tenerme en cuenta para esto. La verdad es que me pone muy nervioso. Además, este es un espacio que yo siempre lo he visto con un respeto tremendo, y por aquí han pasado una serie de personalidades a los que yo admiro y respeto tanto, y de buenas a primeras verme sentado aquí.

Al principio, yo le decía a Damarys que no, que dejara eso para un poquito más adelante; pero, bueno, nada, ya estoy aquí. Conversar contigo es un enorme placer y un gran reto también, y veo en el público gente que por suerte la mayoría me conoce. Así que no tengo que poner pose ninguna, nunca la pongo, así que vamos a conversar de todo lo que tú quieras, y estoy dispuesto a responder.

MAGDA RESIK. Yo creo que, en ese espíritu, hoy será una tarde de confesiones. Y hay algo que yo te venía anunciando: sí, Son de la loma y canto en el llano; es decir, cómo son de la loma y cantan en el llano; cómo se produjo ese tránsito de Eduardo Sosa, y estamos viajando a una infancia pródiga, una infancia que podido leer, que siempre de muchas maneras es una preferencia en tu vida.

EDUARDO SOSA. Sí, la infancia mía transcurrió en un pueblecito que se llama Tumba Siete, en el Segundo Frente, aunque en realidad nací en El Jobo, que es un pueblecito que está un poco más arriba, en una finca que todavía se llama Layita y que es el nombre de mi mamá, porque era una finca de mi abuelo.

Uno de mis antepasados, Panchía, perteneció a las tropas de José Maceo, y como veterano le entregaron tierra. Le dieron 32 caballerías de tierra, pero tenía 16 hijos, así que las repartió, y a mi abuelo le tocaron dos de esas caballerías de tierra e hizo una finca que se llamaba Layita.

Mi mamá salió embarazada y bajó con mi abuela allí, al municipio cabecera, y el médico le dijo que no, que todavía no había nacimiento. Dicen que mi abuela insistió: cuidado, que sí, que va a nacer. En fin, no se sabe si fue por la predicción de mi abuela o por la montada a caballo para allá y la montada a caballo para acá, el asunto es que eso fue el 16 y el 18 en la madrugada nací yo allá arriba, en medio de ese cafetal. Y toda mi infancia transcurrió allí. A los 4 años me mudé para Tumba Siete: mucho café, mucha vianda, etcétera. Y los primeros indicios que tengo así como de estar interesado en la música vienen por mi abuela, porque a mi abuela le gustaba cantar y cantaba de lo más bonito, según recuerdo, aunque yo estoy seguro de que le estoy poniendo un poco más de cariño, como hacemos todos con los abuelos, ¿no? Pero mi abuela cantaba y, de hecho, las primeras canciones que yo me aprendí, completicas completicas, así, que las cantaba desde los cuatro o cinco años, fueron Veinte años, de María Teresa Vera y de Guillermina Aramburu, y Obsesión, de Pedro Flores.

Vino la etapa esa de la primaria, de ser Eduardito… Bueno, todavía en Tumba Siete a mí me dicen Eduardito; para acá, todo el mundo: Sosa, Sosa; algunos, Eduardo, ¿no?, pero allá yo soy Eduardito, el hijo de Hilda. Punto, sin más títulos.

MAGDA RESIK. ¿Te recuerdan por Eduardito porque eras intranquilo?

EDUARDO SOSA. No, no, para nada, para nada. Yo era un muchacho bastante tranquilo. Bueno, me escapaba como todos los muchachos. Y es muy sencillo: allí no es que te vas al parque de diversiones, o al parque, y que te digan: ten cuidado con el tránsito. No, no, no. Tú te vas para allá atrás: ten cuidado no te vayas a caer de una mata, no te metas en la presa si te vas a meter en la parte honda, cuidado con el río si ha llovido. Es decir, era mucho más sencillo que aquí: vamos a cazar pajaritos, tomeguines; es decir, era una infancia muy normal. Vamos a buscar guayabas, y te ibas para el monte a buscar guayabas.

MAGDA RESIK. Y el referente musical eran las canciones que la abuela cantaba.

EDUARDO SOSA. Sí, y la radio.

En sitios como este, la radio es básica. En mi casa vino a haber televisión cuando yo estaba como en cuarto grado. Así que la radio era todo el medio.

Yo vi hace poco una entrevista, una entrevista no: hay un homenaje que le están haciendo a Lola Flores, y Joan Manuel Serrat va a dedicarle una canción a Lola, y dice Joan Manuel: yo me aprendí estas canciones porque la gente las cantaba. Y él dice: la gente antes cantaba más. Y yo estoy totalmente de acuerdo.

Ahora tú te pones un cacharro de estos aquí y estás escuchando todo, pero antes eso se exteriorizaba. Cuando digo antes, estoy hablando de 30 años atrás. Y entonces, en el campo, pues con mucha más razón porque tampoco es que todos los días llegara alguien con una música nueva, todo el mundo no había ido a Angola para tener una radiocasetera, que era donde se conseguía, o todo el mundo no se había ido a las Repúblicas Socialistas y traía un aparato de estos, un tocadiscos o qué sé yo. Entonces el entorno era musical obligatoriamente porque la gente cantaba; cuando quería oír música y no tenía radio, la gente cantaba, y cantaba entonces lo que le gustaba.

Aparte de eso, si tenías radio en la casa, el radio no todo el día tenía señal, había horarios de transmisión, tanto de las emisoras nacionales como de las locales. Y a mí me despertaban todos los días oyendo rancheras mexicanas.

MAGDA RESIK. Que es una música que se escucha mucho.

EDUARDO SOSA. Se escucha mucho en los campos de Cuba. Si no, pregúntale a Augusto Blanca para que tú veas.

Entonces el entorno era musical prácticamente obligatoriamente porque, además, a mi abuela le gustaba cantar. Y había un entorno musical, y yo jugaba a eso y me regalaron alguna guitarrita, pero no era nada serio.

MAGDA RESIK. Eso te iba a decir: ¿la guitarra cómo llegó?

 

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EDUARDO SOSA. La guitarra viene ya estando yo en la secundaria. Antes se entraba a la Vocacional desde séptimo grado, lo que hoy es el IPDC, que entras a hacer el Pre, pues antes se entraba desde séptimo grado; tú te ganabas el derecho por tu rendimiento académico, a entrar. Y allí hicieron una convocatoria para un coro, y un muchachito, Fernando Estrada, me había oído cantar, y me dijo: “¿Por qué no entras al coro?” Y entro al coro, y allí en el coro me topo con un grupo de niños también que tocaban instrumentos, algunos sabían música, algunos sabían solfear, algunos venían de escuelas elementales de música, y allí estaba Santiaguito Brito, que vive por aquí, y Osvaldo Ayala. Y esos dos me pusieron una guitarra en la mano por primera vez y me enseñaron a poner mí menor. Y ahí me cambió el mundo por completo.

Entonces yo empecé a aprenderme acordes como Somos jóvenes, que antes salía en las posiciones de la guitarra.

MAGDA RESIK. Sí, temas con el acorde de Somos jóvenes.

EDUARDO SOSA. Las tablaturas, después supe que se llamaba así, que eran las posiciones.

Y a los 14 años, cuando ya mi abuela y mi mamá se convencieron de que no iba a ser ni médico ni ingeniero, me regalaron una guitarra, una guitarrita Sindo Garay, que desgraciadamente no conservé, pero tampoco yo pensé que me iba a dedicar a todo esto así de lleno. La cambié por una camagüeyana, que era mejor, y la camagüeyana la cambié por otra con dinero por arriba, y así (RISAS).

MAGDA RESIK. Hasta la guitarra de hoy. Qué tránsito. Cuentan las guitarras las historias de vida y todo. Pasa como con el violín rojo, todas cuentan una historia.

EDUARDO SOSA. Todas tienen una historia.

MAGDA RESIK. Pasa con la guitarra. Bueno, la guitarra llegó a ti, pero de muchas maneras es el alma, corazón y vida de tu interpretación musical.

La guitarra es un instrumento que tiene sus complejidades, tiene sus características, que yo sé que se asocia con la trova, pero a mí me gustaría escucharlo de ti. ¿La guitarra qué posibilidades le ofrece al Eduardo Sosa creador? ¿Cuánto ha podido ella acompañarte en tu vida creativa?

EDUARDO SOSA. Lo primero es que la guitarra no es difícil de transportar. Tú agarras una guitarra ahora mismo, que estás sentado aquí en este salón, y dices: ah, me voy para allí para detrás de ese edificio este de Comercio, te sentaste en el portal y allí… Yo creo que lo más complicado es empezar a tomarle cariño a la guitarra y aprender a dominar determinadas cosas que hay en ella: afinarla, encontrar las cuerdas que te acomoden. Pero yo perdí todo esto, porque yo tocaba con cuerdas de acero y con lo que apareciera, ¿no? Y entonces la guitarra también tiene un detalle que algunos no lo notarán, o algunos tal vez sí, pero la guitarra es un instrumento que tú abrazas, y comienzas a tener una especie de interacción, de energía, con el instrumento. Fíjate, no le das golpes…

MAGDA RESIK. Es como una mujer.

EDUARDO SOSA. O como un ser querido, para no meternos en esos líos, que después empiezan a…

MAGDA RESIK. No, no, pero aquí no hay celos en el ambiente.

EDUARDO SOSA. Sí (RISAS). No, no es por celos, yo sé; es una cuestión de género, etcétera, etcétera. Soy un guajiro que se ha superado mucho (RISAS).

Entonces fíjate que tú la abrazas, y además, yo estoy seguro de que la guitarra de Augusto Blanca le suena de una manera, si la toco yo suena de otra, si la toca Silvio suena de otra. Es decir, tú llegas a tener una relación ahí; yo no sé cómo explicarlo de otra manera, pero realmente es como muy personal, muy íntima. Y además, mira, cuando estás solo y tú puedes ponerle el oído así a la guitarra y empezar a rasgarla, comienzan a producirse unos sonidos que solo se dan en ese momento. Cuando estás en un grupo pequeño de personas, tocas la guitarra, sí, la tocas como siempre, pero suena de otra manera, que no es esa como cuando la abrazas; cuando estás en un público abierto, suena de otra manera. Y así; es decir, es como un ser vivo. Tal vez en la intimidad tú conversas con una persona de una manera, cuando hay tres o cuatro más, es de otra; y así sucesivamente. Y así mismo sucede con la guitarra; yo no sé si con otros instrumentos sucedería igual porque no toco otros instrumentos, pero con la guitarra sucede eso.

Y entonces, cuando tú empiezas a componer, ya sea inspirado en obras de otros, porque al final yo creo que uno no hace así: voy a empezar a componer canciones, sino que empiezan a llegar una serie de influencias, que uno dice: caramba voy a intentar, voy a probar, porque hay cosas que yo quiero decir que no las he encontrado en ninguna de las otras canciones que me sé y yo quiero decirlas, o aparece una noviecita a la que tú le quieres cantar, o una muchacha a la que quieres enamorar, o no sé, un amigo o lo que sea. El asunto es que comienza un intercambio de energías ahí que, claro, también lo acompaña el talento que tenga cada cual para hacerlo, las posibilidades que tenga. Uno comienza tocando la guitarra de una manera muy rudimentaria, y luego van suavizándose las manos y a la vez van siendo más enérgicas con el instrumento, y es todo un proceso de interrelación que, además, cada vez que tienes una guitarra nueva, tienes que comenzar de cero.

MAGDA RESIK. Eduardo, ese momento de la composición musical es muy sui géneris en cada intérprete, en cada compositor; es algo muy particular, muy especial, como tú hablabas del proceso de intimidad con la guitarra. Y generalmente son procesos complejos, pero siempre uno trata, cuando tiene al músico delante, de indagar sobre eso porque es un tema muy interesante de la creación artística; hay un abc ahí muy personal. En el caso de la guitarra, seguimos hablando de ella. ¿Ella es como la base de lo que compones, o la música en ti es como en otros músicos, que empieza a sonar en la cabeza de alguna forma? ¿Y cómo cae el texto, cómo cae la poesía en ese momento? ¿Cómo se arma un tema musical que tú compones?

EDUARDO SOSA. A ver, yo no tengo una explicación concreta para eso, y yo creo que es muy difícil que un compositor la tenga así, en concreto; es muy complejo. Yo, que lo vivo, siento que sobre todo hay mucha angustia; aunque sea una canción que proponga felicidad, es un proceso de angustia, sobre todo la angustia de que quieres que quede bien.

Yo no tengo preparación académica; yo soy empírico, de la calle. Yo aprendí en la calle, yo aprendí en la Casa de la Trova, aprendí con los amigos que sabían, y sigo aprendiendo todos los días, cada vez que veo a Silvio, a Augusto o a cualquier otro tocando guitarra, yo tengo ya el entrenamiento para ni siquiera fijarme en sus rostros, sino automáticamente les miro las manos, a ver si hay algún acorde que yo… Y cuando termino, todavía no se me ha quitado la picazón, voy y le digo: “Oye, estabas cantando tal cosa y pusiste este acorde así, ¿qué es eso? Ah, ¿y cómo lo pones?”. Ese tipo de actos todavía los conservo.

 

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Entonces, al menos en mí, yo a veces tengo la guitarra y comienzas a pasarle la mano a la guitarra, y haces ahí una secuencia de acordes que tú ni siquiera lo estabas haciendo conscientemente, pero te llama la atención. Y por ahí puede surgir una idea, o sencillamente ahora yo estoy mirando este aparato, que yo no lo había visto –había visto este, pero este no–, y eso me llama la atención y digo: caramba, le voy a hacer una canción a ese aparato porque yo no lo conocía, sí porque, mira, tiene unos botoncitos así y así, y tal vez puede surgir una idea por ahí. Y luego hay una amalgama de cosas que realmente…

MAGDA RESIK. Y esas ideas –perdóname que te interrumpa–, ¿las anotas, las escribes?

EDUARDO SOSA. Yo no, yo no.

MAGDA RESIK. Eso está todo aquí.

EDUARDO SOSA. Sí, sí. A veces se me ocurre algún verso y lo escribo, pero muy rara vez. Hay quien sí, incluso anda con estos aparaticos que sí conozco, y hacen ta-ta-ta-tá y lo graban. Yo he intentado hacerlo y me resulta como demasiado de oficio, me resulta como muy frío, muy pensado, muy calculado, a mí. Yo prefiero que esa ebullición allá adentro pues comience a dar vueltas y hay un momento en el que ya no aguanto más, y agarro la guitarra y un papel y me pongo a escribir. Me cuesta todavía trabajo escribir en la computadora.

MAGDA RESIK. ¿Y es de tirón? Cuando ya lo sientes, ¿es de tirón?

EDUARDO SOSA. No, no, no, no siempre; hay un punto en que te trancas ahí: de aquí no me sala más nada. O de buenas a primeras, me llama Lilian y me dice: Hay que hacerles merienda a los muchachos. Y ahí ya (RISAS).

MAGDA RESIK. ¿Qué cosa es trovar?

EDUARDO SOSA. Mira, ese es un término francés, que yo no me voy a poner a dar la explicación científica y académica, pero eso viene de allá de Francia, del medioevo, qué sé yo.

Aquí en Cuba, trovar se les dice a muchas cosas, pero básicamente, lo que he aprendido con el tiempo es que trovar es un poco tratar de desnudar el alma, es tratar de compartir cosas que tú a veces no conversas con las personas, pero las tienes ahí y quieres decirlas, y entonces aprovechas y te refugias en una canción con un instrumento –que puede ser guitarra, piano, puede ser lo que sea–, y a partir de ahí desnudas y haces pensar a los demás.

Yo sigo creyendo firmemente que el arte no puede ser solo entretenimiento ni contemplación; para mí el arte tiene que proponer y tiene que ayudar a crecer a la gente.

MAGDA RESIK. ¿Ser trovador es algo que distingue al ser humano? ¿Por qué? Ya venían hablando de este modo de incitar a la reflexión a los otros, ¿pero por qué más? ¿Es una actitud ante la vida? ¿Es un modo específico de crear? ¿Ser trovador qué implica? Porque, además, tú has bebido de los grandes trovadores, has estado tocando con ellos, has compartido sus vidas.

EDUARDO SOSA. Mira, lo primero: yo me identifico más con trovador que con cantautor, a mí no me gusta que me digan cantautor; cantautor era Juan Gabriel, o Julio Iglesias (RISAS). No, con mucha seriedad, un momentico, ese hombre cantaba sus canciones, por lo tanto es cantautor. Y el trovador es eso de lo que hablábamos, tiene otra actitud con el arte, otra actitud con la vida, tiene otra actitud con la sociedad, es incisivo con algunos temas, le gusten o no al que está escuchando; pero, sobre todas las cosas, yo creo que también se arma de una personalidad con la que no solo se propone ser mirado y escuchado, sino también con la que debe proponerse incentivar a los demás y proponer crecimiento.

Yo creo que si tú le haces esa pregunta a cualquier trovador –mire, aquí está Augusto, que es de la generación fundadora del Movimiento de la Nueva Trova, Silvio está más o menos ahí a mi generación, aquí hay otra gente que yo sé que están en el mundo de la música–, cada cual va a tener una versión de qué cosa es un trovador. Y yo pienso que por encima de todas las cosas, lo que no debe uno perder es la esencia de ser un ente activo en la sociedad, y no un tipo para llenarle la cabeza de pajaritos a la gente. Y aunque sí, también es bueno que se diviertan, que se entretengan, que cuando escuchen una canción tuya tal vez digan: caramba, qué hermoso, o qué bonito, porque cada cual tiene su manera de expresarse; pero lo que no puede suceder es que sea un ser indiferente a lo que lo rodea, y sabe que lo que tiene como arma son la música y las canciones.

MAGDA RESIK. Hay dos elementos que empleas en tus composiciones y en tu música, que a mí me interesa sacarlos con una pinza y hablar de ellos aquí ahora. Uno es el carácter lírico del texto que escribes, que tiene un lirismo muy singular, muy eduardosociano, vaya. Y hay otro elemento que me interesa mucho tratar, que es tu fino sentido del humor, tu empleo del humor; aun en temas de una pasión amorosa extrema, hay algo de ironía, de humor, incluso de burla conmigo mismo. Esos dos temas.

EDUARDO SOSA. Bueno, voy a empezar con eso último. Yo soy así, yo soy irónico, me gusta asustar mucho a la gente. La risa yo la necesito, ¿no? Ahora, lo que sucede es que para hacer también una canción así, abiertamente para divertirse, para eso está ahí Jorge Díaz.

 

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Yo creo que el cubano como tal tiene un fino sentido del humor. Y cuando tengan la posibilidad de sentarse a conversar con otras personas de habla hispana de otros países, para que vean cómo nosotros decimos una cantidad de cosas de las que nos morimos de la risa, y ellos no entienden ni papa. Entonces hay un sentido del humor, que tal vez venga del esclavo africano, o de los delincuentes españoles que venían, que trataban de decirse cosas por detrás para que los demás no se enteraran, y se morían de la risa, y eso uno lo ha ido heredando poco a poco, genéticamente, no sé; pero el cubano tiene un sentido del humor bien a flor de piel. Fíjate que incluso, cuando surge un humorista con un guion bueno, triunfa. Y aunque la gente vaya a divertirse con los que te dicen cuatro malas palabras y te ofenden y eso, saben que eso es una porquería; lo que pasa es que se están tomando cuatro tragos y están ahí.

Entonces el sentido del humor, la ironía, esas cosas que están por detrás, la picaresca, como quiera llamársele, yo creo que está en uno. Y yo soy una persona que anda a pie, literalmente, por los espacios, y vas escuchando a la gente.

Yo recuerdo siempre que Formell decía que él sacaba las canciones del pueblo, que él no inventaba nada, que él lo que hacía era reunir una serie de elementos. Y yo, tal vez no sea ese el caso –porque tampoco me voy a comparar ni mucho menos con Formell, que para mí es uno de los dioses del Olimpo cubano, en términos musicales–, pero yo también voy por la calle recogiendo opiniones.

Mira, nunca falta el toque social en mis canciones, nunca, aun en las canciones más tiernas, o que te parezca que no tiene nada que ver, búscalo, que hay un enfoque social, hay algún chiste. Pero yo no lo pienso, ¿eh?

MAGDA RESIK. Eso es algo incorporado.

EDUARDO SOSA. Va incorporado porque yo soy así, a mí me gusta hacer chistes, decir disparates. Los que comparten conmigo lo saben, que además utilizo mucho la ironía, sí.

MAGDA RESIK. Por lo que puedo inferir que de la pasión y la ternura también está conformada esa otra línea de la que te pedí que me hablaras.

EDUARDO SOSA. Sí, porque, mira, cuando yo era muy pequeño, una vez hice algo, y mi abuela me castigó leyendo. Me dijo: Aquí tienes. Ella agarraba, se leía la primera página, y me decía: “Yo sé de qué va el libro. Léalo.” Y a mí aquello, lejos de molestarme, pues me apasionó. Y aún hoy. Fíjate, a nosotros nos regalan libros, libros gruesos, y yo le digo a Lilian: Tranquila, que yo tengo eso “matado” en tres o cuatro días, después tú lo lees, porque realmente leo rápido , tengo el entrenamiento y me encanta leer.

La poesía, que es esa parte lírica de la que me imagino que estás hablando, uno la va conformando poco a poco; pero, cuando yo tenía como 14 o 15 años, que fue el momento en que la guitarra empezó a dar vueltas en mí, a mí me prestaron el libro Que levante la mano la guitarra, que es la famosa entrevista que le hacen Rogelio Nogueras, Guillermo Rodríguez Rivera y Víctor Casaus a Silvio, y Silvio dice que él era muy vallejiano. Y dije: Voy a buscar a Vallejo.

¿Qué pasa? Yo empiezo a sentir inexplicablemente –porque no sé explicarlo–, y yo me veo, de buenas a primeras, por los cafetales de Tumba Siete, cantando canciones de Silvio, cuando antes yo lo que venía cantando eran canciones de José José, Roberto Carlos, Los Pasteles Verdes, los Fórmula Quinta, eso, que era lo que se escuchaba y era lo que podía dar una noviecita. Entonces me veo cantando y tarareando canciones de Silvio, y me digo: ¿Por qué hago esto? Y me pongo a leer aquel libro, y aquel libro…

Ah, y lo otro es que no entendía muy bien; me gustaba, pero no entendía lo que el hombre quería decir. Claro, venía del dos más dos. Y cuando veo que dice que le gustaba Vallejo, pues yo voy a buscar a Vallejo, y a Vallejo lo entendí menos que a Silvio. Y me doy cuenta de que hay una forma de escribir poesía que no era a la que yo estaba acostumbrado. Y la curiosidad es lo que empieza a llevarme ahí. Y me doy cuenta de que aquello me transportaba y me producía una satisfacción mucho mayor porque no era el típico –Silvio se burla de eso– “te quiero, mi amor; no me dejes solo, no puedo estar sin ti y mira que yo lloro”, sino que había otra: “Hoy viene a mí la damisela Soledad con pamela impertinente…” Y yo decía: “Coño, esto me gusta más, ¿no?, porque además me obliga a pensar más, me obliga a buscarle un sentido. Y además, otra cosa que me llamaba la atención era que todo el mundo lo interpretaba de diferentes maneras; es decir, cada cual, con una canción, hace su historia, y eso abre un mundo de imaginación tan interesante, que a mí me atrapó. Y desde ese momento pues comencé a leer poesía, todo lo que me leía, todos los contemporáneos, bochenteros que después fueron mis amigos por suerte aquí en Cuba, empezando por Teresa Melo, que es una de mis grandes hermanas. Empecé a leérmelo todo; todo, todo.

Cuando yo terminé el Pre, me había leído todo lo que existía de Hemingway hasta ese momento, al menos que estuviera a mi alcance; cuando yo comencé la Universidad, los muchachos estaban en su… y yo también, pero siempre tenía un libro que comentar. Y una de las cosas que a mí me llama la atención a veces hoy, es que, cuando tú vas por la calle, ves pocos jóvenes con libros. Es verdad que están todas las nuevas tecnologías, etcétera, etcétera, pero cuando te sientas a conversar con ellos, es difícil que tú encuentres algunos comentando un libro.

Y el otro día me hacían una especie de entrevista y había unos trovadores, y yo decía: “Mira, nosotros, antes de empezar a cantarnos, en una época, en los noventa por ahí, en la que andábamos por ahí, el Trío en Serie, todo un grupo de amigos, casi todos nos preguntábamos: “¿Qué te estás leyendo?” Y hacíamos prácticamente una tertulia, hablábamos de esos libros, qué sé yo: estoy leyendo tal cosa, a mí me gusta este, a mí no me gusta aquel; me leí este último de García Márquez y no me gustó; ah, pues, mira, a mí sí. Ese tipo de cosas se ha perdido un poco.

Entonces, al final, el lirismo ese que puede haber ahí en mis canciones, viene del cúmulo de lecturas al que yo me he sometido muy gustosamente.

MAGDA RESIK. ¿Qué tomas de la vieja Trova tradicional cubana? ¿Qué reconoces que está en ti hoy? Y si de ello tienes algún paradigma claro, o hay dos o tres que hayan influido mucho, o es una mezcla de todo.

EDUARDO SOSA. Es que yo defiendo mi creencia, de verdad, de que la trova es una sola. Y yo veo mucha similitud, salvando las influencias que pueda haber histórico-sociales de cada cual, yo veo mucha similitud entre las canciones que hacía Sindo Garay y las que hace Ariel Barrero. Lo que cada cual tiene una época en la que vivió, una influencia. En fin, Sindo era maromero y todas esas cosas, y Ariel es relojero, fue hasta hace poco el relojero de Aguada de Pasajeros. Yo veo todo ahí, es un todo.

 

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Ahora, las canciones de la trova tradicional melódicamente eran más ricas; no en todos los casos, pero la armonía era también más compleja. Y yo creo que en cada una de las etapas ha habido gente que marca un hito, o que sencillamente da un salto mayor al de los demás. Todo el mundo coincide en que Sindo Garay revolucionó un modo de hacer la canción en un momento determinado, sobre todo musicalmente, porque la mayoría de los textos de Sindo Garay eran poemas que musicalizaba. Todo el mundo entonces se queda muy apasionado con tal vez los giros melódicos que hacía Corona, con la amplitud tremenda de Matamoros, que para mí –con perdón de los demás–, para mí Matamoros es el tipo; siempre defiendo eso porque era el hombre que te cantaba La cocainómana y te cantaba El juramento, de un extremo al otro, con una dignidad y una calidad tremendas.

Entonces yo creo que de esa trova tradicional heredé una buena cantidad de cosas, que hoy afortunadamente todavía conservo en mis canciones.

A ver, yo me fugaba de la Vocacional. ¿Se acuerdan con los muchachos sacábamos punta en la escuela con los bisturíes, y yo agarraba un bisturí y les zafaba las paticas a los espejuelos. Yo uso espejuelos desde los 13 años. Les zafaba las paticas a los espejuelos, iba para la dirección y le decía al director: “Se me rompieron los espejuelos, necesito ir a Santiago a que me arreglen eso.” Y por supuesto, enseguida me daban eso, lo que había una guagua que llegaba hasta la Plaza de Marte, y de Plaza de Marte tú bajabas un par de cuadras y ahí había una óptica, y yo echaba mi tornillito en un papelito, con mi bisturí y, cuando me bajaba de la guagua, me sentaba en cualquier parquecito, ponía mi tornillito en los espejuelos y me iba para la Casa de la Trova.

Entonces ahí en la Casa de la Trova –que afortunadamente la remodelaron otra vez bastante parecido a como era la original–, hubo un momento en que –no quiero que se me olvide eso– hasta pusieron un letrero que yo veía cuando era niño, en la cantina, que era muy chiquitico; como era un espacio tan pequeño, la gente iba a pedir un trago, y pusieron un letrero que decía: tócate y despega (RISAS). Tú llegabas, te “sonabas” un trago, y te decían: despega, despega ya.

Todo eso lo reconstruyeron gracias al trabajo sobre todo de Lescay y de un fotógrafo italiano, que conservaba fotos prácticamente de todos los rincones de la Casa de la Trova.

Entonces yo me metía detrás de un parabán, que hoy lo ponen ahí también, y lo abren solo cuando hay bastante gente; yo me metía detrás de ese parabán, y ahí yo vi tocar a Compay Segundo, a Maduro, a todos los “caballos” de la trova.

Ahí había unos viejecitos, que tú llegabas y llegaban unos tipos y le decían: “Mira la canción que hice anoche, hazme el segundo.” Sin haber oído nunca la canción, le hacían una voz segunda. Por eso se ha generado el estilo ese de que a veces tú eres la segunda voz–que además es precioso hacerla, cuando tú te aprendes el caminito para hacer segundas voces es una cosa impresionante, no quieres cantar más de prima–, y entonces tú sientes que va como detrás, como si no se supiera la letra, o que lo hace como para hacer un contracanto, y es que la tradición venía de ahí, del hecho de que había tipos especializados en hacer las voces segundas, y todo eso lo vi yo ahí. Por lo tanto, aunque me propusiera cantar como José José, yo estaba viendo todos los días a aquellos viejecitos cantando la trova tradicional, y eso a la edad de 13, 14, 15 años, va para ahí, aunque tú, cuando salieras de allí, te fueras a cantar o a dar brinquitos con Michael Jackson con los socios en la recreación de escuela. Eso yo lo estuve bebiendo durante mucho tiempo, y aún lo hago.

MAGDA RESIK. Vamos a hacer una pregunta necesaria, porque ya casi son las cinco y me van a decir que no doy oportunidad al público, pero vamos a hacer una pregunta necesaria.

Tú eres un referente de orgullo de ser cubano; es decir, cuando las personas te ven sobre un escenario, te escuchan cantar, escuchan tu música, interpretan los textos de tus canciones, sienten que ahí hay una cubanía raigal, y te mueves en un entorno de jóvenes muchas veces, como lo hiciste en la Asociación Hermanos Saíz y lo haces todavía; pero yo supongo que eso te ha permitido reflexionar sobre los riesgos y peligros que entraña para la Cuba de hoy todo lo que estamos viviendo, el mundo en el que estamos inmersos. No lo quiero catalogar para que seas tú el que hables de eso. Y por otro lado, supongo que siempre tienes deseos de decirles a esos jóvenes, que ya no son tan contemporáneos tuyos: muchachos, no se dejen dormir por oropeles, el camino es este porque ya lo transité; ¿pero hasta qué punto decírselo y cómo decírselo?

EDUARDO SOSA. Bueno, a mí al pan pan y al vino vino, y cuando tengo posibilidad de hablar con los más jóvenes, que ellos mismos a veces me dicen: ¿qué tú crees de esto?, yo se las canto como la pienso y ya, porque, además, lo hago incluso para defenderme a mí mismo, para poder dormir tranquilo, sin ningún tipo de problemas, porque cuando me quedo con algo trabajado ahí en el disparador me puede subir hasta el azúcar, y entonces yo prefiero soltarlo.

A mí lo que me sucede es que he tenido la dicha de poder intercambiar abiertamente y con una confianza tremenda prácticamente con todas las generaciones, no solamente de artistas, sino de pueblo en general, todo. No son pocas las veces que yo he llegado tarde a los lugares porque me quedé en una esquina conversando con un desconocido que me saca el tema, jóvenes o no.

El tema de la cubanía es algo que tú no puedes armarlo. Cuando tú armas un personaje y además un personaje para representar un país, estás siendo falso; un país o un colectivo se hace fuerte porque sus individuos son originales y dicen las cosas tal y como las piensan, ¿no?; de lo contrario, no funcionaría.

A mí me preocupa mucho mi país, como a todos. Mira que el Período Especial estuvo jodío, al menos yo lo sufrí inmensamente; a mí el Período Especial me agarró desde los 18 hasta los 23, entran a la universidad, ya. Yo hice la universidad de 1990 a 1995, por lo tanto mi universidad fue terrible, y yo siento que estamos atravesando un momento más complejo que aquel. En aquel momento, el problema era conseguir comida, ahora hay que conseguir muchas más cosas que comida, no solo materiales, estoy hablando del tema espiritual.

Cuando tú ves a un grupo de niños uniformados, todos así, dices: ¿y qué coño pasa aquí? Hay un grupo de cosas que suceden con las que se está desvirtuando y se está dañando inmensamente al menos a dos generaciones. La incertidumbre. Yo creo firmemente que los que dirigen este país deben conversar más con el pueblo, deben aparecer más, y decirnos: pasa esto, por muy malo que sea. Yo creo que la gente que está dirigiendo la cultura debe preocuparse un poco más por una serie de situaciones que están a flor de piel y no se toman decisiones para tratar de frenarlas, o al menos de mejorarlas; yo creo que los que están en el mundo de la música, lo mismo. Y siento que la Asociación Hermanos Saíz, al menos en la etapa que yo pertenecí a ella, me brindó la posibilidad de todas esas inconformidades volcarlas, decirlas, discutirlas. Nosotros le fuimos para arriba a Eusebio Leal una vez. ¡Palabras mayores!

Y había una cosa, una cosa que era la que se nos ponía así delante, y era… Puede que sea un poco complicado, pero mi visión como cubano y como artista no me permite quedar impasible ante eso.

Entonces no decir las cosas… A veces no existen los espacios adecuados para que la gente se exprese. Y además, a veces hacer catarsis, sentarnos aquí nosotros y decirnos cuatro cosas, no va a resolver nada, y entonces la gente dice: bueno, ¿para qué?

Me preocupa culturalmente el país porque yo siento, creo y estoy totalmente convencido de que la cultura es como la capa de ozono; el resto de las cosas terribles que pueden influir dentro de la sociedad, la cultura es la que está encargada de nivelarlas; no la cultura como arte, como entretenimiento, etcétera, la cultura como un todo: por cómo me visto, qué como en mi casa, con qué juegan mis hijos, qué hacen en el tiempo libre. Todo eso forma parte de la cultura de un país. Y desgraciadamente, la economía es como el hueco ese en la capa de ozono. Entonces desgraciadamente todo ha empezado a regirse por la economía, y los paradigmas de los muchachos suelen ser los tipos que triunfan económicamente. Y eso comienza a deformarlo todo.

Es verdad que hay gente que ha triunfado económicamente y son un paradigma culturalmente, y eso es bueno, ¿no? Ahora, lo que yo siento es que hay tanta incertidumbre y estamos tan necesitados de hablarnos de frente y decir las cosas tal y como son, que tal vez el silencio, o el temor, lo que sea, ha ido creando una determinada desidia de parte y parte, y eso da al traste con muchas cosas.

Esa es mi gran preocupación.

En cuanto al tema de la cubanía, por otra parte que, fíjate, no estoy hablando de lo que se acuña como patriótico, etcétera. Yo creo que no, yo me siento cubano, y eso lo encierra todo: cubano. Y me siento cubano por una cultura, no por una ideología, Te define cubano tu cultura, como define noruego a la gente de allá de Noruega, ¿no?

Entonces ese tipo de cosas me preocupan, pero tampoco me quitan el sueño, porque yo siento que como mismo los cubanos somos una gente pícara, etcétera, etcétera, como hablé ahorita del tema del humor, en esas cosas también somos inteligentes, y encontraremos cómo darle solución a la jugada.

MAGDA RESIK. Entraste por ahí por lo del cubano, ¿no?, y ya ibas por ese camino de definición de lo cubano; es decir, eso es lo cubano, estamos hablando de lo cubano. Pero yo sé que eres un Eduardo Sosa que recorre el mundo. Cuando estás en otro sitio y nos miras en la distancia, ¿qué cosa es Cuba?

 

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EDUARDO SOSA. Mira, dice Guillermo Rodríguez Rivera, en el prólogo al libro Nosotros los cubanos o por el camino de la mar, que él cita a Cintio Vitier, y Cintio Vitier dice: “La nación es un hecho, la Patria es un misterio.” Y yo creo que al final, mirar a Cuba… Yo nunca la miro desde la distancia, nunca, porque de verdad, trato por todos los medios de conocer todos los hechos, y trato por todos los medios de no tratar de desentrañar todos los misterios; porque un poquito de mística también es bueno llevarla a una palabra tan grande, que yo no sabría definírtela, que es Patria.

Entonces yo me cargo con mis misterios y mis mitos a dondequiera que voy, a lugares tan raros como Mongolia. Y de buenas a primeras, verte montado en un camello en un desierto en Mongolia, y en vez de decir: mírame aquí en Mongolia, uno dice: al machete, corneta. Entonces ese tipo de detalle el cubano siempre lo lleva, es muy difícil que tú veas a un cubano así desnaturalizarse por completo. Y si no, fíjense en la cantidad de gente que vive fuera del país, que todos conocemos –todo el que está aquí conoce a alguien que vive fuera–, y por muchos años que lleven, no deja de gustarles el arroz con frijoles, o el platanito maduro frito.

Por ejemplo, te voy a hacer una historia que es real, aunque es un chiste. Andaba Irakere de gira por Suecia, y allá arriba se encontraron a un “tigre”, que dicen que todavía el Billi es famoso entre los músicos que viajan a menudo por esa zona por allá. Y el Billi empieza a hablar con la gente de Irakere, con César López, Carlos del Puerto y qué sé yo. Y empieza el tipo a decirles: “Mi hermano, yo sí estoy en talla con Cuba, yo estoy al día, yo me sé todo lo que pasa en Cuba, que esto que lo otro, yo supe no sé qué más.” Estamos hablando de los años ochenta y pico o principios de los noventa, y dice: “Por cierto, ¿qué es de la vida del Benny?” (RISAS) Ese tipo sigue viviendo con Benny Moré, no le da la gana de tener al Benny como una cosa muerta, como un ser humano muerto.

Entonces eso, en cierto modo, a mí mismo me define: yo cargo –como te decía– con mis hechos y mis mitos adondequiera que voy.

MAGDA RESIK. Vamos a terminar: con su concepto de la amistad, del amigo.

EDUARDO SOSA. Bueno, lo primero es que los amigos son la familia que tú eliges. En ese sí no interviene nadie, ni el mandamiento divino ni Darwin. Yo, más que dar un concepto de amistad lo que sí te puedo asegurar es que para mí es imprescindible, y sobre todo me siento muy comprometido con mis amigos.

Hay una película que descubrí por mis hijos que se llama Mohana, que hay un momento en que Mohana hace un disparate, y Mohana le dice a la abuelita: ” No se lo digas a mi papá”, y dice la abuelita: “Tu papá es mi hijo, no tengo que darle explicaciones”. Santa palabra. Pero yo sí me siento en la obligación de a los amigos darles explicaciones, aun cuando ellos no me las den a mí ni yo se las exija; yo siempre tengo el aquello dándome vueltas de que cuando hago algo y me encuentro con un amigo o con uno de los que son amigos –que, por cierto, yo arrastro con amigos desde la infancia– yo me siento en el deber de darles la explicación, aun cuando no me pregunten.

La amistad es muy necesaria, y yo creo que es un error tratar de conceptualizarla. Es sencillamente: ahí vamos, aquí estoy para lo que sea. Otro muñequito. Se dan cuenta de que me gustan los muñequitos (RISAS). El Rey León, cuando van a recuperar el trono están Pumba y Timón y llegan a aquel lugar que es un desastre, ¿y cuál es el que es mala cabeza, el bichito chiquitico, el suricato, ¿cómo se llama el suricato? ¿Ese es Timón? Y Timón se para frente al reino del León, y le dice: “¿Esto es lo que tú vas a defender? Es un desastre”. Y él le dice: “Tú eres mi amigo. Por lo tanto, ¡vamos!”

Por ahí va mi idea del asunto.

(APLAUSOS)

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