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Edificio de la calle Obrapía No. 60, entre Oficios y Baratillo

4 de junio de 2018

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Antes vivienda y almacén
Hoy: Restaurante “Mama Inés” y viviendas.

 

Obrapía No. 60-antes de la restauración

Obrapía No. 60-antes de la restauración

 

En la planta baja de la hermosa mansión colonial situada en la calle Obrapía No. 60, el restaurante “Mamá Inés” desvía el curso del caminante. Su nombre evoca la contagiosa melodía de Eliseo Grenet, que marcó un momento crucial en la historia de la música y el teatro cubanos; con la canción hizo su debut teatral Rita Montaner –La Única– en la caracterización del negrito calesero. Ignacio Villa –Bola de Nieve– fue uno de los más entusiastas promotores del tema en sus conciertos y programas radiales, convirtiéndose en uno de los más difundidos tanto nacional como internacionalmente.

 

Obrapía 60-durante los trabajos

Obrapía 60-durante los trabajos

 

Además de tan recurrente denominación, el restaurante –“Paladar”– hace gala en su interior de un exquisito ambiente, confort y elegancia, ambientando con objetos y fotografías de las primeras décadas del pasado siglo XX. A esto, se suma la exquisita comida y el trato cordial de sus dependientes.

 

Obrapía 60-hoy restaurado

Obrapía 60-hoy restaurado

 

La construcción del edificio por sus rasgos constructivos evoca los códigos formales del estilo neoclásico y se ubica en el siglo XIX. La noticia más antigua sobre el inmueble data de la primera mitad de dicho siglo, cuando don Lorenzo de Larrazabal, Escribano Mayor de los Juzgados de Artillería de Ingenieros de la Capitanía General de la Isla en 1839 y vecino notable de la villa de San Cristóbal fue su dueño. A dicho señor se debió la unificación de tres inmuebles aquí ubicados en una sola edificación hacia el exterior, mientras hacia el interior cada una mantuvo su independencia, tal como llegó a nuestros días. Después de su muerte pasó a manos de distintos propietarios.

 

Obrapía 60-hoy

Obrapía 60-hoy

 

En cuanto a los usos del inmueble, no escapó a la dualidad de función repetida en nuestra ciudad, ya que, mientras en las accesorias de la planta baja se establecieron los más disímiles establecimientos comerciales, los altos funcionaron como vivienda. Entrado el siglo XX radicó aquí la imprenta “La Casa de Fouce y Guerra”, que permaneció en el edificio hasta la década del ‘50, cuando era su propietario Luis Seijo, sin perder la ocupación habitacional, como sucede en el presente. En la segunda mitad del pasado siglo la planta baja se destinó a almacén. Ahora el nuevo uso del local comercial dignifica la presencia de la edificación.

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