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Edificio de la calle Amargura No. 56, entre Mercaderes y San Ignacio

11 de enero de 2022

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Antigua mansión del Alférez don Francisco del Pico
Hoy: Edificio de vivienda

 

Amargura 56, antes de la restauración

Amargura 56, antes de la restauración

 

Una hermosa mansión colonial destaca en la calle Amargura, enfatizando su valor arquitectónico la portada de líneas barrocas que flanquea la entrada principal, código que caracterizó la arquitectura colonial cubana en la segunda mitad del siglo XVIII. En su distribución espacial, sobresalen las amplias galerías y el patio central. Estamos frente a una típica casa-palacio de la nobleza, concebida para vivienda.

Entre sus primeros propietarios se reconoce al Alférez don Francisco del Pico, llegado a La Habana desde Galicia, donde se casó con doña Justa de Jesús Ruiz. Poco después, se vio endeudado y la mansión le fue embargada, en el castillo de la Real Fuerza se reunió el tribunal presidido por el gobernador, efectuándose el remate de sus bienes en 1759, entre ellos, la casa y sus esclavos, que adquirió el señor Matheo Reigadas. A este último se debió su reconstrucción, con apariencia similar a la que llegó al presente. Después de su muerte, pasó a manos de sus hijos herederos.

Entrado el siglo XIX, sus dueños no la habitaban. Por esta época, las familias acaudaladas se trasladaron a las nuevas zonas residenciales de la ciudad y alquilaban sus propiedades obteniendo por ello buenos dividendos. Para entonces contaba con algunas accesorias comerciales, además de los espacios destinados a vivienda.

Alrededor de 1830 la adquirió en pública subasta don Cayetano Pontón, importante escribano de la época, quien la vendió después a Don Narciso García de Nora, para los hijos menores de Basilio Martínez, a quien representaba. En 1860 aquí se radicaron los comerciantes “Herrera Bolet y Compañía”, dedicados a la comercialización del tabaco cubano y 1892 los comerciantes “Carrillo Fernández y Compañía”. Desde entonces se fueron transformando sus espacios originales.

Con similares usos arribó al pasado siglo XX. Por ejemplo, en 1927 radicaba en la casa el comerciante Carlos Arnoldson, gerente de “Carlos Arnoldson and Co. Ltd”, quien además se desempeñó como cónsul general de Holanda y Suiza en nuestra capital. En la segunda mitad del propio siglo XX se convirtió en casa de vecindad.

 

Amargura 56, después de la restauración

Amargura 56, después de la restauración

 

La edificación sufrió considerables transformaciones durante los siglos XIX y XX, cuando ocuparon su espacio distintos servicios comerciales y almacenes. En su interior, se abrieron huecos de comunicación con la casa colindante por el fondo, hacia la calle Mercaderes, habitadas ambas por múltiples familias.

 

Amargura 56, vivienda social, en la actualidad

Amargura 56, vivienda social, en la actualidad

 

El proyecto de restauración, llevado a cabo por la Oficina del Historiador le devolvió su espaciamiento original, adaptándola a vivienda. A la vez le fueron restituidos importantes elementos arquitectónicos de valor, como el arco mixtilíneo que forma la embocadura de la escalera y la profusión decorativa de sus muros con pinturas murales. Las galerías de planta baja se aprovechan como espacio común, donde se exponen valiosas piezas escultóricas de la época, creando un ambiente especial para los moradores que la habitan.

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