Edificio de la Avenida de Bélgica No. 361 esquina Obrapía

10 de junio de 2016

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Zenaida Iglesias Sánchez

 

 

En esta céntrica esquina habanera del antiguo Reparto de Las Murallas, existió desde el siglo XIX un local comercial instalado en los bajos del edificio destinado a vivienda. Fue primeramente una pequeña tienda de comestibles y bodega, conocida con el nombre “La Campana de Gracia”. En la segunda mitad del mismo siglo, su propietario, el catalán Don Francisco Puig, lo transformó en fonda, llamándola “Castillo de Farnés”, en remembranza a la fortaleza de igual nombre de su terruño natal. Este establecimiento junto a “La Zaragozana”, ubicado a pocos pasos, fueron las primeras fondas que tuvo la ciudad. Posteriormente alcanzó mayor categoría y se convirtió por ello en restaurante.

 

 
Entrado el siglo XX el asturiano Miguel Palacios era su dueño, quien en los años ’30 adquirió también la propiedad del edificio, donde había establecido la sociedad “Palacio, Fernández y Compañía”. El inmueble se transformó en la década del ’40 pero conservó íntegra su fachada. El local destinado a fonda se amplió, permaneciendo en la esquina la vidriera para la venta de tabacos. En la fecha se añadió el mascaron de proa que conserva, mostrando los famosos cuernos de la abundancia. El Castillo de Farnés, mantuvo las mismas características, aunque cerró sus salones cuando fue climatizado. La barra mantuvo vista a la calle, donde se servía cerveza y variados sándwich que preparaba el lunchero con especial creatividad a la vista del usuario.
El Comandante Fidel Castro era cliente de la casa desde antes del triunfo de la Revolución, aquí acostumbraba a comer fabada con pan y cerveza. Un 9 de enero, a pocos días del triunfo, luego de terminar un acto político en Ciudad Libertad, lo visitó en la madrugada: ¿Es que ya no me conocen?, preguntó a los dependientes que lo recibieron eufóricos, sirviéndoles lo acostumbrado. De este hecho queda testimonio en fotografías conservadas en el interior del inmueble, donde aparece Fidel junto a Raúl y el Ché rodeado por los empleados del lugar.

 

 
Durante mucho tiempo continuó administrado por los mismos trabajadores, elaborándose con exquisita preparación comida internacional y española. De ahí que se reconozca como un establecimiento notorio por su larga duración. Trabajos de mantenimiento periódicos han permitido proteger su imagen, siempre frecuentado por los visitantes extranjeros y del patio, donde se respira un auténtico aire de tradición en su ambientación.