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Edificio de la Aduana de La Habana y sus tres espigones San Francisco, Machina y Santa Clara II

5 de abril de 2013

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No obstante a las últimas transformaciones, durante el desempeño de Claudio Martínez de Pinillos, Conde de Villanueva, como Intendente General de Ejército y Real Hacienda, se lleva a cabo la más importante reforma del edificio de la calle Baratillo, a expensas de lo cual la Real Aduana retoma sus dependencias. La obra incluyó la construcción de espaciosos almacenes con frente al mar en el terreno contiguo –que recibirían el nombre de almacenes  de la Aduana Nueva-; el ensanche de la edificación por la compra de terrenos al vecino Marqués de Villalta; la colocación de una verja de hierro en sustitución del demolido lienzo de muralla, con su colosal portada; y la reparación y aumento del muelle de madera, llevado a cabo en 1828. Los sillares de la antigua muralla de mar fueron reutilizados y empleados en la construcción de los almacenes de la Aduana Nueva.

Secretaría de Agricultura, Comercio e Industria, década de 1940

Anterior a esta intervención el edificio se describía con paredes principales o maestras de cantería, de una vara de grueso, y cimientos de mampostería ordinaria y no de sillares como era usual en la época. Contaba con una planta baja –ocupada principalmente por almacenes-, un entresuelo, un segundo piso y un llamado cuerpo alto en la azotea con un mirador. Las paredes interiores estaban fabricadas con mampostería ordinaria y mixta, de menor grosor. Cuenta el historiador Jacobo de la Pezuela en su Diccionario geográfico, estadístico e histórico de la Isla de Cuba, de 1863-66, que el edificio  poseía además un patio central, con amplias galerías y columnas a su alrededor, y dos escaleras principales a cada lado que comunicaban con las piezas altas. Los techos eran de madera de ácana, y las puertas y ventanas de cedro y caoba. Las modificaciones realizadas al inmueble por el Conde de Villanueva consistieron principalmente en cerrar algunos vanos y abrir otros, cambiar divisiones internas y colocar nuevas rejas en las fachadas hacia el mar; obras en su mayoría ejecutadas en la planta baja, específicamente en los almacenes, y concluidas en 1830. Una década más tarde la Junta de Fomento aprobó la construcción de un tinglado frente a los almacenes de la Aduana, similar a los ya existentes desde hacía algunos años en los muelles de Caballería y de San Francisco. Este es el majestuoso edificio que aparece en el grabado de Federico Mialhe en su álbum Isla de Cuba Pintoresca, de 1841.
En 1846 un ciclón azota La Habana, como consecuencia de lo cual la Iglesia y Convento de San Francisco de Asís fueron notablemente dañados, destruyéndose la cúpula de la basílica, el ábside y la zona de servicios posterior. Para esa fecha esta institución religiosa era utilizada como almacenes de la Aduana, pues con la exclaustración de las órdenes monásticas de los territorios americanos en 1842, los franciscanos abandonaron su primitiva sede. En la reconstrucción del edificio, las partes perdidas fueron ocupadas por nuevos almacenes de Aduana, en una edificación con frente a la calle San Pedro que se extendía a todo lo largo de la iglesia y los claustros. De volumetría rectangular y filiación clásica, el edificio poseía una cubierta a dos aguas de tejas y portal de azotea, coronado inicialmente con un hastial que señalizaba el acceso (sustituido posteriormente por un sencillo frontón rectangular). Sin precisar con exactitud la fecha de su desaparición, se conoce por fotografías antiguas que el edificio aún permanecía allí en la década de 1950.
Por referencias gráficas se infiere que la sede de la Aduana original continuó transformándose en la primera mitad del siglo XX. En una fotografía que debió ser tomada en la primera década de este siglo se aprecia un edificio de colosales dimensiones en la manzana que antiguamente ocupara la primitiva aduana y la casa del Marqués de Villalta, demolida en 1907 tras un incendio. Se deduce que esta intervención pudo haber sido realizada tras la desaparición de la mencionada casa, e implicó una ampliación considerable tanto en terreno como en altura, así como una nueva composición de su fachada neoclásica. La torre mirador del referido reloj quedó ubicada entonces al centro de la edificación, coronándola de conjunto con un elaborado pretil.
Otra fotografía aproximadamente de los años de 1940, publicada en el Libro de Cuba 1902-1952, ofrece una imagen diferente. En ella el edificio de la aduana –ocupado entonces por la Secretaría de Agricultura, Industrias y Comercio- aparece con todo un empaque neocolonial de referentes barrocos inspirados en los palacios de Gobierno y del Segundo Cabo de la Plaza de Armas, posiblemente ejecutada esta remodelación en la década de 1930. Con sus tres niveles y entresuelo, añade sendas torrecillas en los extremos y un elaborado hastial al centro que ostenta el histórico reloj. Desaparecidos los almacenes al mar, al acceso principal se le incorporó un porche de influencia norteamericana. Este edificio fue sede además de la Renta de Lotería y finalmente demolido a finales de la década de 1940, según refiere  Juan de las Cuevas Toraya, en su obra 500 años de construcciones en Cuba.

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