Museo de los CDR, antigua casa de Carrillo y Forcade
28 de septiembre de 2017
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Carrillo y Forcade fue la compañía que dio nombre a esta edificación en la primera década del siglo XX al instalar en ella sus oficinas, pero no sólo le cambió la función a la antigua casa, si no que transformó su fachada tal y como se conserva hoy, con los añadidos de los años posteriores. Entonces estaba marcada con el número 36 de la calle Obispo, hoy 310, entre Habana y Aguiar. Y siendo esta calle una de las más antiguas de la ciudad no es difícil suponer que la parcela estuviera ocupada desde el siglo XVIII, como tampoco que Carrillo y Forcade escogiera este emplazamiento para sus oficinas en el ya consolidado eje comercial de Obispo.
Según el Registro de la Propiedad en 1799 era posesión del señor Juan de Allende y Salazar, en esa época eran dos casas de rafas, tapias y tejas, las que luego se refundieron para formar una sola construcción.
En el siglo XIX perteneció a Margarita Barceló de Escauriza y más tarde a la familia Graupera, quienes le introdujeron las primeras modificaciones en el siglo XX. En 1900 transformaron la planta baja en una tienda con puertas de cortinas metálicas. Las obras estuvieron bajo las órdenes del arquitecto Francisco J. Mariátegui y fueron terminadas en 1903.
En 1917 los propietarios vendieron la finca a la Sociedad Mercantil, Regular y Colectiva, Carrillo y Forcade, constituida el 19 de mayo de ese mismo año y representada por sus socios don Andrés Carrillo de Albornoz y Benítez, y don Julio Blas Forcade y Jorrín. Para albergar el nuevo uso comercial la casa anterior fue demolida y en su lugar se levantó otro edificio compuesto de planta baja, entresuelos, primer piso alto y azotea; con estructura de hormigón armado, muros de mampostería, cantería, y ladrillos. Ocupó una superficie de 189 m². La dirección facultativa corrió a cargo del proyectista Esteban Rodríguez Castell y las obras fueron concluidas en septiembre de 1918.
El lenguaje arquitectónico de la nueva fábrica fue el eclecticismo, cuya mezcla de elementos decorativos, esencialmente en la planta baja, es todavía apreciable, así como también es legible, a nivel de fachada, las sucesivas transformaciones que en las décadas siguientes se ejecutaron.
La compañía de Carrillo y Forcade destinó el primer nivel a negocios de bolsa privada y el segundo lo utilizó para oficinas generales. Posteriormente se amplió el entresuelo de la casa para depósitos de archivos del ejercicio mercantil. En 1922, el inmueble feu vendido al señor Pedro Marín y Herrera, y éste, un año más tarde, a don Laureano López y Granja. En 1926 fue comprada por la conocida Sociedad Anónima La Alianza, constituida en 1919 y dedicada al giro de seguros contra accidentes del trabajo. En poder de sus representantes el inmueble fue objeto de ampliaciones y reformas. En esta ocasión se le construyó una tercera planta, por lo que se alteró la puerta de entrada para instalar un elevador. La planta agregada se destinó a las oficinas de La Alianza.
En 1941 la compañía solicitó licencia a la Alcaldía Municipal para construir, en la azotea, una nueva habitación de mampostería con techos de placa, que se reservaría al archivo. Los trabajos fueron dirigidos por M. Parajón.
En 1948, esta vez bajo la dirección del arquitecto Ernesto Batista, se realizaron nuevas obras en sus locales: se redujo el puntal de la planta baja construyendo un entresuelo o mezanine, y entre 1950 y 1951 se ampliaron y reformaron la segunda, tercera y cuarta plantas dedicadas a oficinas. Los trabajos esta vez contaron con la dirección facultativa del arquitecto Manuel Ángel González del Valle.
Después de un proyecto de rehabilitación realizado por la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana en 2008, quedó convertido en Museo de los Comités de Defensa de la Revolución (C.D.R.), Organización que desde antes tenía su sede municipal en este inmueble.
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