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Doña Guiomar de Guzmán (I)

19 de enero de 2023

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Su biógrafa, la prestigiosa historiadora Hortensia Pichardo la calificó como figura interesante del siglo XVI, (…) “española que llegó a Cuba acompañando a su esposo, el contador Pedro de Paz, en febrero de 1521, y vivió en ella -salvo un pequeño intervalo en que residió en Sevilla- largos años durante los cuales fue figura dominante en la colonia”.

Agitado período plagado de artimañas y mala fe el que tocó vivir en la Isla a esta hermosa y codiciosa dama a quien Emilio Bacardí dedicó incluso una novela donde, mezclando realidad y fantasía, la describe como:

“Una agradable y simpática mujer hija de la alegre Andalucía (…) de carácter bullanguero y decidor, almacén de chistes y cuentos, y dominadora, como reina y señora en la ciudad recién fundada”.

Remata Bacardí el retrato de Doña Guiomar describiéndola de cara agraciada y cuerpo bien formado, de hablar licencioso, pero honrada y de buen corazón, que era el centro de las tertulias que se celebraban en su casa con frecuencia, por su clara inteligencia y la facilidad y gracia de su conversación.

En aquellos primeros días doña Guiomar de Guzmán era esposa del hombre considerado más rico de Cuba, Pedro de Paz, suficiente aval para disfrutar de todo el acomodo y la influencia posibles en la colonia.

No obstante, mientras vivió el susodicho, ella no se hizo notar en la vida pública, sino posteriormente, cuando luego de quedar viuda por segunda ocasión se casó en terceras con el gobernador Juanes de Ávila.

Cuando murió su primer esposo, doña Guiomar se encontraba en Sevilla y nombró a fray Diego Sarmiento, electo obispo de Cuba en 1536, para cuidar de sus cuantiosos bienes en las Indias.

Pero pronto la astuta sevillana quien ya para entonces se había casado nuevamente en la Península, esta vez con Sebastián Oyo Villota, percibió que sus propiedades eran amenazadas por algunos personajes de jerarquía avecindados en la Isla.

Por azares de la vida, doña Guiomar volvió a enviudar en breve tiempo y en 1540 regresó a Santiago para cuidar de sus intereses y en especial de sus encomiendas: indios suministrados a ella y a su difunto esposo Pedro de Paz para la explotación de sus minas, tierras y para su servicio.

A partir de entonces -como dice la doctora Hortensia Pichardo- “su nombre aparece con frecuencia en los documentos de Indias. Posiblemente ocupó ella, mujer inteligente, al volver a Cuba, seis o siete años después de su partida, el lugar que había dejado vacante su esposo, en la maquinaría política de la Isla, y probablemente su casa fue centro de las intrigas y habladurías del momento”.

Atrás quedaban sus días de calma y sosiego cuando Pedro de Paz, su primer marido, luchaba por los intereses de la familia.

Ahora era a ella a quien tocaba hacerlo.

Pronto comenzó la batalla y su nombre a figurar en los documentos de las Indias.

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