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Digo lo que digo o digo lo contrario

11 de marzo de 2016

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El lenguaje a través de la palabra es un atributo puramente humano, es la forma superior de comunicación, y se aprende en la vida en la medida que nuestro organismo y, en particular, el sistema nervioso va madurando. También, por otro lado, las personas que conviven con nosotros nos van enseñando, o sea, que es una adquisición social durante el proceso de maduración y desarrollo. Este aprendizaje lleva años y a este tipo de comunicación se le llama segundo sistema de señales y también se acompaña de expresiones faciales y corporales. Lo componen, así mismo, la palabra escrita, el lenguaje de señas de los sordomudos, el Braille de los ciegos, y todo esto es la expresión de nuestro pensamiento, así de complejo es.
Sin embargo, hay otro elemento que resulta de gran importancia en la comunicación humana, me refiero al contenido emocional que le damos a lo que decimos, o sea, la entonación, la cual puede cambiar totalmente el sentido de la palabra dicha. Así, si mi “querida” y nada fastidiosa vecina tiene un “adorable” perro que me molesta por sus ladridos y parece que me va a saltar a la yugular cuando paso por delante de su portal, pero por X razones no voy a discutir con ella, cuando me habla de su amor por la mascota yo le contesto que sin dudas es un “encanto de perrito”; pero en tono de molestia, rabia, con lo cual le estoy dejando bien claro que no soporto al susodicho. Igual, si el marido llega de madrugada con olor a alcohol y además despierta a la esposa porque choca contra los muebles, ella le dice “¿La pasaste bien, mi amor? ¡Como me gusta que te diviertas y me despiertes a esta hora después que trabajé todo el día! Además ni te preocupes que mañana yo no voy tomar represalias en tu contra.” Todo esto dicho todo en un tono de asesino en serie que además disfruta de torturar a sus víctimas, pues al marido le queda claro que lo que le espera es un terremoto de 15 o 16 grados en la famosa escala de Richter; por lo que probablemente la borrachera se le quite de golpe y no pueda dormir por miedo a no despertar más.
Pero ahí no queda el contenido emocional de la comunicación, porque los gestos, la expresión facial que es el lenguaje extra verbal también participa en enfatizar o desmentir lo que las palabras dicen, por lo que si además aprieto manos y dientes cuando “halago” al perro de mi vecina, y la esposa le tira un jarro de agua fría al marido borracho, ya el mensaje está completo.
Esta forma de comunicar es considerada sarcástica, cínica y aunque resulta de utilidad en determinadas ocasiones, no debe ser la forma típica de expresarse porque al repetirse provoca también efectos negativos como el rechazo, la desconfianza, ya que es insultante porque es difícil ripostar. Es decir, que si mi vecina me pregunta porque le hablo así y si su perro me molesta “por mi tono de voz”, yo le digo tranquilamente que no, que está equivocada, que su perrito es un encanto. También la entonación emocional da énfasis en positivo y nos reafirma el grado de certeza de las palabras. Si el hombre le dice a la esposa que la ama y su tono es apasionado, ella le cree, o si cuando están en la casa cada uno en sus quehaceres, al pasar cerca hay un roce intencional, se sientan juntos al ver TV, el contenido de amor está presente. Es diferente si el marido dice “te amo” y es un témpano de hielo tanto en el tono como en el alejamiento físico, por lo cual la mujer tiene la certeza que si quiere que alguien la quiera mejor se compra un gato que seguro se le sentará amoroso en el regazo y al marido mejor lo manda al Polo a ver si alguna osa o foca lo quiere por allá.

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