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De nuevo las aves (III). Albatros, un ave excepcional y “En Peligro”

2 de junio de 2017

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Las aves comúnmente llamadas albatros, pertenecen a la familia Diomedeidae, los grandes albatros son del género Diomedea, orden Procellariiformes y tienen la mayor envergadura alar de cualquier especie existente en la actualidad. Los albatros son aves marinas de grandes dimensiones que se distribuyen por casi toda la extensión del océano Antártico, el océano Pacífico, y el océano Atlántico Sur. La excepción la constituyen las cuatro especies del Pacífico Norte, tres de las cuales son exclusivas de esta región, desde Hawái a Japón, California y Alaska; y una, el albatros de las Galápagos, que anida en las islas Galápagos se alimenta en las costas sudamericanas.

Los albatros se mueven de forma muy eficiente en el aire, para ello utilizan el planeo dinámico y el planeo de talud. El primero les permite cubrir grandes distancias con poco esfuerzo. Con el segundo, el albatros aprovecha las corrientes ascendentes producidas por el viento al encontrar un obstáculo (talud o colina) y se sitúa de cara al viento, ganando altitud y deslizándose a continuación hacia la superficie del océano. Los albatros tienen un coeficiente de planeo elevado, alrededor de 1:22 a 1:23, lo que significa que por cada metro que descienden, avanzan de 22 a 23m. El despegue es uno de los pocos momentos en el que los albatros necesitan batir las alas para volar, así como la fase más exigente en términos energéticos de los vuelos efectuados por estas aves. Cuando despegan, necesitan realizar una carrera para conseguir que pase suficiente aire bajo las alas para que se cree la sustentación aerodinámica necesaria para levantar el vuelo. Los albatros combinan estas técnicas de vuelo con el uso de sistemas innatos de predicción del estado del tiempo. Su adaptación al vuelo de planeo los hace, sin embargo, dependientes de la existencia de viento y olas. La mayoría de las especies no tiene condiciones morfofisiológicas que les permitan mantener un vuelo moviendo de forma activa las alas. En situación de calma están obligados a permanecer en reposo en la superficie del agua hasta que el viento se levante de nuevo.

Los albatros del Hemisferio Sur que vuelan hacia el Norte desde sus colonias siguen una ruta en el sentido de las agujas del reloj, mientras que los que vuelan hacia el Sur lo hacen en sentido contrario. Son aves tan bien adaptadas a su estilo de vida que presentan niveles de frecuencia cardíaca en vuelo similares a los registrados durante los periodos de reposo.

Los albatros del Pacífico Norte pueden usar un estilo de vuelo en que alternan momentos en que baten las alas enérgicamente (y ganan altitud) con momentos de planeo.

Se alimentan de calamares, peces y krill, bien recogiendo animales muertos, o capturando su alimento vivo en la superficie del agua, o buceando. Son aves coloniales y la mayoría nidifica en islas oceánicas remotas, a menudo compartiendo su territorio de nidificación con otras especies.

Como muchas otras aves marinas, los albatros siguen la estrategia de la K en su ciclo vital: baja natalidad, longevidad relativamente alta, retraso del momento para procrear, inversión de más esfuerzo en menos crías. Tienen una esperanza de vida relativamente prolongada; la mayor parte de las especies vive más de 50 años.

Alcanzan tardíamente la madurez sexual, tras aproximadamente cinco años, pero demoran en conformar pareja, a veces hasta diez años y cuando lo hacen establecen una relación monógama durante toda su vida.

Curiosidad. El nombre del género Diomedea, asignado a los albatros por Linneo (Suecia, 1707-1778. Científico, naturalista, botánico y zoólogo), se refiere a la metamorfosis en aves de los compañeros del guerrero de la mitología griega Diomedes. El nombre del orden Procellariiformes proviene de la palabra latina procella, que significa “viento violento” o “tormenta”.

El Albatros Errante (o viajero), Diomedeaexulans, fue el primero de los albatros en ser descrito y el más extendido de los mismos, es el mayor de los albatros y de las aves voladoras actualmente existentes. Mide 1.30m de altura; tiene una envergadura alar de más de 3.5m; con un pico de 20cm. Habita en todos los océanos del hemisferio austral, en especial en las regiones subtropicales y subantárticas, aunque no es extraño verlo en el trópico de Capricornio, y en ocasiones aún más al norte.

Los albatros han sido considerados por siempre como la más legendaria de todas las aves. Su relación con el ser humano se pierde en la historia de los tiempos. Existe un mito extendido entre los marineros de que es un ave de buen augurio y de que puede resultar desastroso matar o dañar a un albatros y era creencia popular que estos encarnaban las almas de los marinos muertos en el mar. La realidad, sin embargo, nos muestra que los marineros los mataban y comían con regularidad. Los maorís usaban los huesos de sus alas para grabarse tatuajes ceremoniales en la piel, y para tallar flautas.

Han sido llevados a la literatura, la música, la pintura y la escultura. Son aves muy apreciadas por los aficionados a la ornitología y sus colonias son destinos populares para la práctica del ecoturismo. En muchos pueblos y ciudades costeras como Monterey, Kaikoura, Wollongong o Sídney, se realizan travesías regulares de avistamiento de aves marinas pelágicas, y los albatros son fácilmente atraídos a estos barcos turísticos arrojando aceite de pescado al mar. Las visitas a las colonias pueden ser muy populares; la colonia de albatros real del norte en Taiaroa Head (Nueva Zelanda) atrae a 40.000 visitantes al año, y las colonias más aisladas son atracciones habituales en los cruceros a las islas subantárticas.

A pesar de su consideración como aves legendarias, los albatros no se han librado de la presión directa o indirecta de los humanos. Cuando los polinesios y los aleutas los descubrieron, se dedicaron a su caza, hasta tal punto que llegaron a desaparecer de algunas islas, como sucedió en Pascua. Cuando los europeos comenzaron a navegar por todo el mundo, también comenzaron a cazar al albatros, “pescándolos” desde los barcos para servir de alimento, o simplemente disparándoles por diversión o deporte. Este deporte alcanzó su cénit en las rutas de emigración con destino a Australia y solo se detuvo cuando los barcos se hicieron demasiado rápidos para pescar desde ellos y cuando se establecieron regulaciones que prohibían la utilización de armas de fuego a bordo por motivos de seguridad. En el siglo XIX sus colonias, en particular las del Pacífico Norte, fueron esquilmadas para el comercio de plumas, llevando casi a la extinción al albatros de cola corta.

En la actualidad, de las 22 especies de albatros reconocidas por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), ocho son “Vulnerables”, seis corren “Peligro de extinción” y tres se encuentran en “Peligro crítico” de extinción: Albatros de Ámsterdam, Albatros de Tristán y el Albatros de las Galápagos.

Muchas han sido las acciones llevadas a cabo para proteger al albatros. Científicos y organizaciones ecologistas como BirdLife International, han desarrollado campañas encaminadas a su salvación. Muchos gobiernos trabajan junto a pescadores para encontrar soluciones a las amenazas que se ciernen sobre estas aves: como desarrollar técnicas en relación a los palangres para que estos sean colocados por la noche; poner el cebo bajo el agua; aumentar el peso en los sedales y usar ahuyentadores de aves. Los ecologistas también han trabajado en el campo de la restauración ecológica insular, desalojando especies foráneas que amenazaban la fauna endémica, lo que ayuda a la protección de los albatros frente a depredadores introducidos.

 

Recordemos que… “la Naturaleza inspira, cura, consuela, fortalece y prepara para la virtud al hombre”. Solo hay un modo de que perdure: respetarla y servirla.

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