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De ciencia y…con paciencia

18 de enero de 2013

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No sin desconsuelo la humanidad acepta la aparición de las arrugas, el desgaste muscular y las enfermedades vinculadas al envejecimiento.
Pero la ciencia no margina el estudio de ese proceso degenerativo, que incluso, se adelanta en unos más que en otros. Hasta sorprende que si se compara el ADN de un centenario con el de un bisnieto, ¡no se puede distinguir a cuál pertenece! Pero…a pesar de los propios científicos –ellos también envejecen- hay aspectos que cambian más allá del genoma.
Como un hálito de esperanza se admite, que el medio ambiente y los estilos de vida influyen en el organismo, y esto es algo alentador pues se puede retardar el deterioro.
En un estudio del Institut Catalá d´Oncologia, el doctor Manel Esteller afirmó que la epigenética, (especie de interlocutor entre genética y medio ambiente), responde a las variaciones de los genes. Este indicio, abre nuevos caminos sobre los procesos moleculares del envejecimiento, y por ende, la posibilidad de revertirlos.
No es nueva la teoría de que el ADN contiene la información genética heredada, y que el quehacer individual a lo largo de su vida no se transmite a sus descendientes. Sin embargo, la epigenética, sugiere que hay un control que provoca que los genes se “enciendan” o “apaguen”, es decir, influyan directamente en la genética. A partir de ese sistema, las experiencias ambientales individuales, por ejemplo, nutrición o  estrés, afectan los interruptores genéticos que sí se pueden heredar. Resumiendo, a pesar de contar con igual información genética, el organismo responde de forma diferente ante los factores ambientales externos.
Para sustentar esta afirmación, los autores centraron el estudio en las modificaciones epigenéticas que ocurren en el ADN de un recién nacido y un anciano de 103 años, y mostraron que en los primeros años hay un control destacado de los genes. Pero, al final  de la vida, el epigenoma se distorsiona, se pierden interruptores clave en la regulación de los genes, tanto para desactivar procesos peligrosos como para activar barreras que protegen del desarrollo de diversas patologías. Además, el envejecimiento molecular se ha destacado en —respuesta inmunológica, obesidad, metabolismo o regulación del cáncer, etcétera—, resultados que constatan que la epigenética desempeña un rol crucial en la senectud.
A largo plazo, parece posible alargar la vida, porque si los hábitos externos alteran el epigenoma, la dieta de una embarazada puede evitar, digamos, la futura obesidad de su hijo. Y en términos de estilo de vida, el ejercicio físico “apagaría” los principales genes de la obesidad.
El hallazgo tiene dos líneas de aplicación. Por un lado, se desarrollarían pruebas para saber la edad biológica de una persona. Por otro, permitiría la creación de tratamientos antienvejecimiento regulando el epigenoma. Decididamente, se podría modificar la epigenética para solucionar la mutación de un gen.
Científicos británicos demostraron que las personas con artrosis experimentan un cambio epigenético asociado a modificaciones en el gen implicado en la destrucción del cartílago. Paralelamente, expertos de las Universidades de Sichuan (China) y de California en Los Ángeles (EE.UU) descubrieron dos genes modificables en términos epigenéticos que controlarían el proceso mediante terapias de medicina degenerativa para dolencias como la osteoporosis
No caben dudas, que muchas inteligencias se empeñan en mejorar las condiciones de ese grupo vulnerable de la humanidad… aunque no sea todo lo rápido que muchos deseamos.

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