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Daniel Santos: el inquieto Anacobero (I)

9 de agosto de 2013

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Quienes bien lo conocieron aseguran que si a algo en su vida el puertorriqueño Daniel Doroteo de los Santos Betancourt, o simplemente Daniel Santos, fue siempre fiel es al bolero.
“Los años pasan pero la música es la misma “, dijo en una ocasión esta gloria de la música latinoamericana tratando acaso de justificar esa vocación de lealtad suya que parecería inconcebible en un hombre que tuvo 12 hijos con 12 diferentes mujeres.
Pero más allá de esta discutible afirmación, Daniel Santos es considerado como uno de los grandes intérpretes de géneros tropicales como el bolero y la guaracha. Tuvo por sobrenombres artísticos El Inquieto Anacobero y El Jefe.
Su vida fue la de un sempiterno bohemio.
A Daniel Santos lo respalda esa voz incomparable que se resistió al calendario y que todavía arranca en nuestros días exclamaciones de aprobación de quienes escuchan sus discos.
“Yo canto para el público, no para mí”, dijo el boricua al conmemorarse medio siglo de su brillante carrera artística en la Sala de Bellas Artes de San Juan. Y acto seguido rompió a cantar como le enseñó Don Pedro Flores: “Cuando digas una canción habla suave, con palabras sencillas, que te comprenda hasta el limpiabotas”.
“Efectivamente –recuerda Daniel- mi querido Pedro me enseñó a cantar en forma de picado, como lo hago. Yo siempre canté para la gente de la calle, la que reúne centavitos para comprar mis discos. Los ricos andan en esa tontería de la música de lujo… y, además, son muy poquitos”.
Nacido en Santurce, Puerto Rico, el 5 de febrero de 1916, este afamado cantante haría época entre los cubanos de las décadas 40 y 50 del pasado siglo y –como dijera el cronista musical Rafael Lam- es uno de los personajes inolvidables de la farándula habanera; llena un capítulo en la cancionística latinoamericana como Carlos Gardel, Jorge Negrete o Benny Moré.
Cuando llega a La Habana en 1946, ya es conocido en Latinoamérica como cantor de boleros, que era lo suyo. Y ha sobrevivido a cientos de combates. En Nueva York fue acuchillado en enfrentamientos de pandillas callejeras, arrestado y hospitalizado.
Fue limpiabotas, vendedor de hielo, de carbón y talador de árboles, hasta que por casualidad uno de los integrantes del Trío Lírico, que iba pasando por la calle,  lo oyó cantar desde el baño de la casa donde vivía. Y le propuso que se uniera al trío, lo que el joven acepta de inmediato. Así se hace profesional.
En un club de medio pelo de Manhattan  lo “descubrirá” el gran Pedro Flores, quien será su maestro y su guía. Luego se incorpora a la banda del músico catalán Xavier Cugat, donde reemplaza al cubano Miguelito Valdés, Mr. Babalú.
Pasa la Segunda Guerra Mundial en Hawai, donde atraviesa aguas minadas y no pierde la vida de puro milagro. Acaso Daniel Santos tiene un destino que lo llevará a La Habana, que  era entonces la Meca de la música y contaba con los cabarets más famosos del mundo y con un buen número de emisoras de radio.
Aquí se convertirá en un ídolo.

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