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Curiosidades acerca de los mosquitos

29 de enero de 2021

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La presencia de los mosquitos ha sido fehacientemente reconocida por todos los habitantes del planeta Tierra a través de los tiempos. Las referencias escritas más antiguas donde claramente se reconoce la actuación de los mosquitos son, probablemente, las de Aristóteles (Antigua Grecia, 384 a. C. – 322 a. C.); este famoso filósofo y naturalista griego los cita tanto en su Historia animalium como en De generatione animalium. En ambas obras se refiere a ellos con el nombre de empis y los incluye entre aquellos seres que tienen una fase de vida terrestre y otra acuática y que además se originaban por ¡generación espontánea! de los líquidos putrefactos (para Aristóteles, la generación espontánea consistía en el origen espontáneo de peces e insectos a partir del rocío, la humedad y el “sudor”).

La palabra mosquito se utiliza actualmente en casi todos los países del mundo. Su uso es tan generalizado que incluso muchas revistas especializadas en distintos aspectos de estos insectos llevan nombres como el de “Mosquito News” y “Mosquito Systematics”, también se habla del “Simposio Internacional sobre Ecología de Mosquitos”. Todo parece indicar que el término mosquito fue introducido en el castellano hacia 1400 y que el mismo probablemente deriva del italiano moschetto, que significa pequeña flecha lanzada desde una especie de ballesta. No obstante su origen está obviamente ubicado en el latín musca (mosca).

En castellano, además de mosquito, se utiliza tipulario, zánzaro, cénzalo, cínife y zancudo, entre otros menos comunes.

Mosquito es un término genérico con el que se designa a varias familias de insectos del orden de los dípteros. Pero de manera estricta se refiere únicamente a los componentes de la familia Culicidae. Los mosquitos tienen cuatro etapas de desarrollo en su vida: huevo, larva, crisálida y adulto. Las larvas de los culícidos se encuentran en casi cualquier masa de agua que se encuentre estancada durante al menos una semana. Por lo tanto, podemos encontrar larvas en pantanos, marismas, canales, charcos, riberas de ríos, costas, agujeros de árboles, axilas foliares, interior de plantas carnívoras, bidones, cisternas y todo tipo de recipientes al aire libre. No es necesario que haya una gran cantidad de agua. En la mayoría de casos, una altura de 1 cm de agua puede ser suficiente para completar su etapa larvaria. DE AHÍ LA IMPORTANCIA DE TAPAR LOS RECIPIENTES DE AGUA EN NUESTROS HOGARES.

¿Por qué pican a unas personas más que a otras? ¿Pican a los más dulces o a los más amargos? ¿Por qué gustan tanto de nuestros tobillos?

En los últimos años las investigaciones acerca del comportamiento de los mosquitos han logrado identificar qué factores ayudan a estos insectos a detectarnos:

La capacidad de percibir la temperatura es un sentido fundamental para los insectos. La termorrecepción está implicada en las preferencias ambientales, en evitar condiciones dañinas y, en el caso de los mosquitos, en reconocer y localizar a víctimas potenciales. La sensibilidad térmica reside en receptores moleculares situados en la membrana de células especializadas distribuidas por el cuerpo, especialmente en las antenas.

La búsqueda también depende de la detección de señales químicas volátiles como puede ser la emisión de CO₂ procedente de la respiración, que los estimula para localizar objetivos situados hasta una distancia de unos 50 metros. Otros olores como el del ácido láctico que emana del sudor, esto los mantienen en su vuelo de proximidad mientras se preparan para posarse sobre su víctima.

Así, por ejemplo, el olor a ácido láctico emanado de los pies, diferente en cada individuo, atrae a estos insectos. Los tobillos actúan como canales por las que suben las emanaciones volátiles de los pies, en la planta de los pies se concentran 250 000 glándulas sudoríparas, una cantidad que supera a la de cualquier otra parte, accesible, de nuestro cuerpo. Otras zonas con gran concentración de glándulas sudoríparas son las palmas de las manos (las canales serían los antebrazos) y la región frontal de la cara (en este caso por la emanación de las orejas).

Si las emanaciones provienen de un grupo de personas, los mosquitos eligen a las víctimas que les parecen más “apetitosas”, lo que tiene mucho que ver, según sea el olor corporal relacionado con las colonias de microrganismos que convierten el sudor en ácidos orgánicos volátiles (ácido láctico). Una vez que el(los) mosquito(s) se encuentra(n) a un palmo de distancia de su presa, los sensores térmicos de corto alcance comienzan a funcionar y allanan el camino hacia el trozo de piel preferido.

Investigaciones recientes han puesto de manifiesto los fundamentos genéticos y moleculares que guían a los mosquitos durante el vuelo hacia su presa.

 

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En libertad, las hembras de los mosquitos muestran una insaciable avidez de sangre, pero sus congéneres, criados en el laboratorio, a veces se muestran inapetentes. Para estudiar su comportamiento y estimular su apetito, los investigadores mantuvieron a los mosquitos en estudio bajo iluminación artificial y, para imitar los estímulos que habrían encontrado al aire libre, utilizaron varias señales sensoriales: el calor de un disco de metal calentado, bocanadas de dióxido de carbono y el atractivo aroma humano que emana de calcetines sin lavar. Se observó, que los mosquitos criados en laboratorio respondían a esos estímulos.

A otro grupo de mosquitos se les modificó genéticamente para que dejaran de expresar su termostato molecular, situado en las antenas (los vamos a llamar mosquitos TMA). Al bloquear el termostato, los mosquitos ven mermada su capacidad de detectar calor y son más remisos a buscar sangre humana, mostraron menos interés en la sangre entibiada que se les suministraba en un platillo caliente unido a la parte superior de su jaula de malla, aunque esa era su principal fuente de alimento. Sin embargo, anular el termostato no basta para desconcertar por completo a un mosquito hambriento.

Así que, para estimular a los mosquitos TMA, los investigadores inyectaron en la jaula aire enriquecido con dióxido de carbono y colocaron trozos de calcetines y medias sin lavar alrededor de los platillos. Los trozos de calcetines procedentes de algunos miembros del equipo demostraron ser atractivos más potentes que los de otros. De ahí se deduce que el olor a ácido láctico emanado de los pies, diferente en cada individuo, realmente los atrae y explica que cuando uno se pone a tiro los mosquitos pierden altura y vuelan directamente hacia nuestros tobillos.

En cualquier caso, el experimento indica que los mosquitos son especialmente hábiles para encontrarnos. Con tantas señales sensoriales diferentes que los estimulan, intentar anular una sola vía (la térmica) nunca será suficiente para impedir esa habilidad forjada durante millones de años de evolución.

Estas investigaciones avanzan con el objetivo de desarrollar repelentes más potentes, incluidos algunos que podrían alterar las habilidades de orientación de unos insectos que son vectores de enfermedades muy peligrosas, que cada año se cobran la vida de más de 700.000 personas en todo el mundo.

Recordemos que… “la Naturaleza inspira, cura, consuela, fortalece y prepara para la virtud al hombre”. Sólo hay un modo de que ella perdure: respetarla y servirla.

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