ribbon

Crónica de julio… en dos partes

11 de julio de 2022

|

 

 

El calor nos agobia y la incertidumbre de si lloverá o si no lloverá en esta tarde de julio, contribuye a «sentir más calor».  Pero variantes hay y no necesariamente las de encender desde muy temprano el aire acondicionado en el apartamento de la vecina de los altos. A final de mes, la factura le pasará la cuenta, comento con mi esposa.

PARTE I (tarde noche de Malecón)

En el caso de la capital, es el Malecón la «solución de todo y para todos», incluso para los irresponsables que allí dejan botellas vacías, latas de cerveza y refrescos ya sin contenido, papeles y…algunas otras etcéteras.

Pero el aire del Malecón habanero es único. Nos convierte en reos de una música que escuchamos sabiendo que por allí no hay orquestas. Es como si la más tierna «Flauta Mágica», ópera salida del genio de Amadeus Mozart, hubiese cruzado los mares y los siglos, hasta instalarse en nuestro mundo interior, en una tarde veraniega desde donde disfruto la bella Habana.

Es la tarde noche que tantas veces nos ha llevado al refugio del Malecón, donde los temas de conversación, aunque diversos, siempre nos introducen en las intimidades de la vida, esas como la del amor de aquellos dos jóvenes que observo a poca distancia y que tratan de esconder sus caricias —quizás las primeras de un romance—, y que sonríen indefensos y tiernos cuando asentimos con nuestra mirada en forma de saludo y aprobación.

Quizás, en ese preciso momento, se esté produciendo ese hecho tan importante y necesario como es el triunfo del amor sobre cualquier otra cosa.

Continúo disfrutando el Malecón, ya la noche ha llegado y la belleza es mayor a lo largo que esa porción habanera de la que todos queremos un pedacito, o un poco de agua salada cuando hay olas y estas baten contra el muro protector.

Me vienen a la mente algunos de los momentos y escenarios del año pasado para esta fecha, cuando el odio y el mal quisieron vencer al amor y al bien.

Fue cuando el aliento y el dinero de factura «made in USA», compró almas y exacerbó motivos, aupados por los grandes medios occidentales —de dentro y de fuera—  que parecían convocados para el momento final: el derrumbe del gobierno comunista.

Cuánto odio en cada piedra lanzada. En cada edificación violentada. En cada auto apedreado. En cada autoridad lesionada por los vándalos. Cuánta frustración para quienes convocaron, pagaron y auparon las manifestaciones violentas, cuando el pueblo y las autoridades enfrentaron con todo el valor y la energía que nos asiste, a quienes, ilusos mal pagados, eran frenados —no reprimidos— como se creó en la etiqueta enemiga y llevados ante la Justicia para que respondieran por sus acciones.

Los derrotados desde Estados Unidos, los que habían apostado al Golpe que no se produjo, «cambiaron de palo para rumba» en sus pretensiones y se han ensañado contra la justicia cubana, esa que blinda nuestro proyecto y se aplica con profesionalidad y pleno respeto, a cada ciudadano, sea cual fuese la falta cometida.

 

PARTE 2 (Media mañana de «andar La Habana»).

Pude reiniciar las acostumbradas visitas a La Habana Vieja que durante los últimos dos años la salud y la pandemia no me permitieron.

La Plaza San Francisco de Asís fue el punto de partida. Luego la Plaza Vieja, y así, hasta donde el calor me lo permitió.

A mi mente, necesariamente, llegó la imagen de un hombre que, aunque ausente físicamente, está presente — muy presente—, en cada adoquín de las añejas calles. De una Habana Vieja que es de él y que siempre quiso que fuera de todos, incluso, del Patrimonio de la Humanidad.

Al doctor Eusebio Leal, lo veía en su andar diario por aquella Habana más que suya, con todo el derecho. El saludo a quien venía a su encuentro. La pregunta, como avezado periodista. El chequeo de la marcha de la obra que se remodela. El más mínimo detalle al que siempre estuvo atento.

No está él y si está Leal. Se observa la obra que continúa a pesar de las adversidades económicas. Me alegra, como a todos, saber que fue un maestro también en eso de formar un equipo de trabajo, como pensando en cuando él no estuviese.

Lo hizo y sus «colaboradores», como siempre les llamó, no solo continúan su ejemplo de profesionalidad y amor patrio, sino, el cuidado del detalle, de la belleza y calidad de lo que se reanima o construye. Como si Leal les estuviese chequeando y advirtiendo.

Su equipo se honra de seguirlo, de darle continuidad a lo emprendido, a que él, desde donde quiera que los esté observando, sienta seguridad por la obra que crece y por la continuidad de sus discípulos.

Galería de Imágenes

Comentarios