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Cratilio Guerra, el rescate de un compositor

18 de septiembre de 2013

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Hace pocos días llegó a mis manos un tomo de la valiosa colección Patrimonio Musical Cubano, dirigida por la musicóloga Miriam Escudero y la Dra. María Antonia Virgili de la Universidad de Valladolid. El volumen corresponde a la investigación hecha por Franchesca Perdigón sobre la vida y obra del músico santiaguero Cratilio Guerra Sardá (1835-1896).
Confieso que el volumen me abrió un panorama insospechado. El nombre de ese creador solo había llegado a mí por las menciones que de él hace Laureano Fuentes en su libro Las artes en Santiago de Cuba, así como por su presencia en el catálogo de partituras de los archivos de la Catedral santiaguera, preparado por Pablo Hernández Balaguer. Pero esta obra nos ofrece una información lo más completa posible sobre este artista tan poco valorado hasta la fecha.
Nacido en Santiago de Cuba en 1835, ya en 1843 participaba en las funciones de la capilla de música de la Catedral, aunque solo ingresó oficialmente en ella en 1853 al cumplir los 18 años de edad, en la plaza de tenor primero, que desempeñó a lo largo de doce años.
En 1865 fue nombrado Maestro interino de la institución por estar de licencia el titular y aunque desempeñó a cabalidad su encomienda, cuando renunció oficialmente su propietario en 1869, nombraron a otro individuo en su lugar. En 1874 volvió a ser llamado al puesto de Maestro interino y en él permaneció hasta 1878. Según algunos cronistas abandonó el cargo en este último, perseguido por su actitudes políticas, según otros la causa fue su carácter irrespetuoso y hasta cierta tendencia al alcoholismo.
El músico se estableció por un tiempo en La Habana donde participó en las funciones religiosas del Colegio de Belén de los jesuitas y en los Escolapios de Guanabacoa, además de impartir clases particulares a ciertos alumnos. En julio de 1891 se encontraba de nuevo en su ciudad natal, pero no volvió a ser llamado a la capilla catedralicia. Su fallecimiento ocurrió el 5 de marzo de 1896.
Durante más de un siglo sus obras permanecieron ignoradas, sin embargo las búsquedas tanto en la Catedral de Santiago, como en la Iglesia de la Merced habanera, permitieron hallar partituras de cierta importancia.  Así es posible ofrecer en este tomo: una Misa a tres voces en do mayor, otra Misa a tres voces para acompañamiento de bajones y órgano, la Sonata para ofertorio, un Ave María a dúo, la Plegaria a la Virgen de la Caridad y los Versos al Cristo de la Misericordia.
Como puede observarse son composiciones de carácter religioso, litúrgico o paralitúrgico, que el músico compuso por sus funciones como maestro de capilla en Santiago, o por sus labores como músico invitado a festividades sacras en La Habana. Se trata de creaciones que por una parte están en deuda con sus antecesores en esta labor: Esteban Salas, Juan París, Santiago Pujals, por otra, con la música del romanticismo, especialmente con la ópera italiana de Bellini, Donizetti y Verdi, lo que es explicable, pues la pasión por el género lírico llegó a marcar por entonces la sonoridad del canto en los templos.
Cratilio Guerra no fue un genio musical, pero el rescate de su obra nos permite conocer mejor la historia de la música cubana en el siglo XIX y sus partituras nutrirán el repertorio de importantes agrupaciones actuales. He ahí una labor encomiable en el estudio de nuestra cultura.

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