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Costumbres incómodas

21 de marzo de 2020

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52173433-el-estudio-tiró-de-un-dos-viejos-amigos-que-tienen-una-conversación-sentado-en-un-banco-de-madera-aislado-El amigo lo esperaba. Todos los días lo visitaba a idéntica hora. Era un amigo de correrías y maldades, dirigidas por quien, inquieto por la tardanza, ya lo había llamado. Era dos años mayor y de crianza algo suelta y por su culpa, una vez lo castigaron y por un mes no le dieron las pesetas para la tanda de cine del domingo con chocolates incluidos. Ha sufrido la crítica de este súper machista porque sin abandonar del todo las normas del papel masculino en el hogar, tampoco llega a los extremismos de él. Sus hijas son profesionales con maridos adaptados a los cambios. A puerta cerrada en la casa, ya da alguna ayuda a la mujer en la cocina. Lo esconde al súper machista. En la vejez se trata de mantener a toda costa, esas relaciones nacidas en la infancia. Pero esta tarde, le abordaría el tema. Tenía sus razones.
En un barrio, todas las historias saltan las paredes y entran en las viviendas ajenas. Se sabe el porqué de aquella inmensa casa vacía. El amigo reclama su visita para llenar los silencios de las paredes. Los hijos al crecer escaparon del mando férreo. Prefirieron los sitios incómodos y estrechos o las aventuras peligrosas para construir sus propias familias. Retornan el día del cumpleaños de la madre y en las navidades. Esos días en que los resentimientos y las amarguras se guardan bajo llave. A este padre es obligatorio estimarlo desde lejos y a la esclavizada esposa, no consiguen liberarla del yugo del terror, marchando al cariño de los nietos. Alega ella, la lástima sentida hacia ese viejo amargado. No lo dejará solo.
Antes que oscurezca la tarde, el anciano anda hacia la casa del amigo. Mas tarde, un nieto lo recogerá. Hilvana las palabras que dirá. El día anterior, junto a la esposa, escuchó en la radio a una psicóloga que le entregó las armas para la conversación. La joven hablaba del respeto verdadero nacido de la comprensión mutua y el otro, el silencio nacido del temor y henchido del rencor y el resentimiento, capaces de brotes insospechados de rabia acumulada. Y que llegado un momento, cercanas las últimas horas del reloj de la vida, el propio maltratador sufriría el castigo peor, el del remordimiento, venido en imborrables recuerdos. Él llevaría ese mensaje al amigo con una primera propuesta. Cuando la anciana llegara con el batido y las galletitas, la invitarían a compartirlo con ellos.

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