ribbon

Coquito de Guanajay, el rey del tatami

1 de noviembre de 2013

|

Suena el Himno Nacional de Cuba y todo el público en la arena “Maurice Richard”, en Montreal, se pone de pie, en señal de respeto hacia el hombre que ha conquistado la medalla dorada. Allí, en la cima del podio de premiaciones, está Héctor Rodríguez Torres, un mulato de solo 24 años. Su mirada parece perdida, ni siquiera escucha el final del himno ni el atronador aplauso.

Por su mente pasan miles de recuerdos, vividos tan solo unos minutos atrás o tal vez esté pensando en la hepatitis que estuvo a punto de alejarlo del deporte y luego vinieron los reposos absolutos y más tarde el entrenamiento intensivo, los largos viajes …

Los dos judocas están sobre el tatami. Sudan por el calor intenso. Es 30 de julio de 1976 y la arena “Maurice Richard”, en la ciudad canadiense de Montreal, sede de la vigésimo primera edición de los Juegos Olímpicos, muestra un lleno completo.

El árbitro llama a los hombres hasta el centro y, después del tradicional saludo, comienza el combate. El surcoreano Eunk-Yung Chang trata de agarrar por el kimono a su rival. Una, dos, tres veces, el hombre vestido de blanco siempre logra soltarse de los brazos de Chang.

Para el público presente es un combate parejo, ya que los dos hombres son del mismo peso (65 kilogramos), incluso de similares estaturas; sin embargo ignoran que no existe tal igualdad por una sencilla razón: el rival del hombre de ojos rasgados tiene dos costillas fracturadas. Esto le ocurrió durante la disputa del combate semifinal.

Los minutos transcurren y no hay puntos marcados para ninguno de los dos. En un momento de descuido, el asiático perdió el balance y esto fue aprovechado por su contrario quien le aplicó una técnica de proyección válida para un yuko. La ventaja no duró mucho, porque Chang se lanzó al ataque con mayor ímpetu e igualó las acciones.

Así se mantuvo el combate hasta los últimos 30 segundos, cuando el cubano hizo valer el peso de su experiencia y cayó sobre Chang. Entonces trabajó fuerte en el ushi-mata para apuntarse el éxito final por ventaja de yuko. La proeza se había concretado: por primera vez en la historia, un judoca latinoamericano subía a lo más alto del podio olímpico.

De esta forma Héctor Rodríguez Torres entró en los libros de récords. Sus amigos y compañeros de equipo lo apodaban cariñosamente “Coquito” y lo de Guanajay viene porque nació en un pueblo con ese nombre de la actual provincia de Artemisa.

Para poder llegar al combate final en Montreal, Héctor tuvo que deshacerse de rivales importantes. Su primer encuentro fue el más sencillo ya que el camerunés Abolo no se presentó. En su segunda presentación venció al polaco Standowicz. Ya en los cuartos de finales aplicó un rápido ippón al portugués José Pinto. Luego, la victoria en el combate semifinal ante el húngaro Joszef Tuncsik fue por wazari. Todo quedó listo para el encuentro contra el surcoreano Chang.

Antes del salto a la fama olímpica, Héctor ya había participado en la anterior edición olímpica, en Múnich, 1972. Allí finalizó en el quinto lugar, al caer en la semifinal frente al francés Jean-Jaques Mounier y, después, contra Young Kim de Corea del Norte.

La relación de Coquito con el deporte comenzó a los 13 años, cuando se matriculó en la Escuela de Iniciación Deportiva (EIDE) de Pinar del Río, ya que por entonces Guanajay pertenecía al más occidental de los territorios cubanos.

Desde bien temprano demostró toda su valía y, poco a poco, fue escalando posiciones. De los Juegos Escolares saltó a los juveniles y de ahí al máximo nivel. En 1973, un año después del quinto puesto olímpico en la cita germana, Coquito obtuvo un gran resultado al conquistar la medalla de bronce en el campeonato mundial celebrado en Lausana, Suiza.

En los Juegos Centroamericanos de Santo Domingo, en 1974, Héctor perdió el combate final en una decisión muy controvertida. Lo mismo le sucedió en los Panamericanos de México, en 1975, cuando el canadiense y gran rival de por vida, Brad Farrow, lo derrotó.

Después de su retiro, en 1981, Héctor Rodríguez se convirtió en entrenador del deporte al cual dedicó los mejores años de su vida. Llegó a ser el director general del equipo nacional masculino y, a partir de 1999, comenzó su colaboración con la Federación española de judo.

En 2013, durante la celebración del Campeonato Mundial, en Río de Janeiro, la Federación internacional de judo exaltó a Héctor Rodríguez al Salón de la Fama de ese deporte.

RESUMEN DE RESULTADOS INTERNACIONALES DE HÉCTOR RODRÍGUEZ

Oro en los Juegos Olímpicos de Montreal 1976 (63 kilogramos)
Oro en los Juegos Centroamericanos de Medellín 1978 (65 kg)
Plata en los Juegos Panamericanos de México 1975 (65 kg)
Plata en los Juegos Centroamericanos de Santo Domingo 1974 (63 kg)
Bronce en el Campeonato Mundial de Lausana 1973 (63 kg)
Bronce en los Juegos Panamericanos de San Juan 1979 (65 kg)

Galería de Imágenes

Comentarios