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Consideraciones de Martí sobre el valor de los principios para llevar adelante la vida por los seres humanos

4 de noviembre de 2016

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José Martí basó su existencia en el cumplimiento cabal de principios esenciales que expresó en distintos trabajos, cartas, discursos, poemas y en otras obras. Para él un hombre estaba en el deber de prestar sin que nadie lo regañe, el servicio que lleve en sí.

El Apóstol en diferentes etapas de su vida expuso una serie de principios que ponen de manifiesto sus concepciones acerca de aspectos esenciales para los seres humanos. Por ejemplo en carta que le enviase a su querida madre, Leonor Pérez, fechada el 15 de mayo de 1894, refleja su disposición de poner su vida al servicio de la causa de la liberación de su tierra natal. Reflexiona incluso sobre las incomprensiones de su familia en relación con su actitud y dice que aprendió su entereza y rebeldía precisamente de sus padres.

Expresa, además, el sentido que le atribuye al sacrificio al detallar: “Mi porvenir es como la luz del carbón blanco que se quema él para iluminar alrededor.”

Ya desde mucho antes, en 1878, cuando solo contaba 25 años, en una carta que le dirigiera al entonces Ministro de Relaciones Exteriores de Guatemala, Joaquín Macal, igualmente Martí había expuesto que la vida debe ser diaria, movible, útil y precisó además que el primer deber de un hombre de estos días, es ser un hombre de su tiempo.

También en esa carta precisa como él intentaba contribuir al desarrollo de la vida y la felicidad de los seres humanos al exponer: “Mi oficio, cariñoso amigo mío, es cantar todo lo bello, encender el entusiasmo por todo lo noble, admirar y hacer admirar todo lo grande.”

Consecuente con estos conceptos Martí transita por la vida, trabaja como escritor y periodista, ejerce la función de maestro y labora como representante diplomático de distintos países de América Latina en los Estados Unidos de América. Y además en correspondencia plena con esos postulados dedica su vida al empeño de lograr la reanudación de la lucha por la independencia de Cuba.

Precisamente en la carta que le escribiera a su querida madre el 15 de mayo de 1894 llegaría a afirmar: “Pero mientras haya obra qué hacer, un hombre entero no tiene derecho a reposar.”

Y casi un año después en lo que sería la última carta que le enviase a Doña Leonor, el 25 de marzo de1895, reitera un principio esencial sobre el que basa su existencia. Le aseguró: “El deber de un hombre está allí donde es más útil”.

Igualmente en una misiva que le enviase varios días después a su amigo y cercano colaborador, Gonzalo de Quesada y Arostegui, fechada el primero de abril de 1895, cuando ya estaba próximo a retornar a Cuba para contribuir al desarrollo de la guerra que había organizado, afirmó: “Ya usted sabe que servir es mi mejor manera de hablar.”

José Martí actuó con gran sencillez durante su breve pero fecunda vida. Con respecto a ello se había manifestado desde 1877 cuando en una carta escrita durante su estadía en Guatemala y dirigida al doctor Valero Pujol expresó: “Vivir humilde, trabajar mucho, engrandecer a América, estudiar sus fuerzas y revelárselas, pagar a los pueblos el bien que me hacen: éste es mi oficio. Nadie me abatirá; nadie me lo impedirá.”

Y esto lo hizo realidad. Durante años consagró su vida a la causa de la reorganización de lo que él calificaría como la Guerra Necesaria y no le bastó haber logrado ese objetivo sino que en plena correspondencia con sus principios se trasladó hacia el territorio cubano para con la fuerza de su ejemplo contribuir al desarrollo de la lucha por la independencia de su tierra natal del dominio colonial español.

Encaró los sacrificios que conllevaba una vida en campaña, en zonas rurales, y el peligro que representaba el hallarse en los escenarios donde se libraban los enfrentamientos con los soldados españoles.

Y el 19 de mayo de 1895 aunque desapareció físicamente, al producirse su caída en combate en la zona de Dos Ríos, su figura se engrandeció al ocupar un alto sitial en la historia y en la actualidad su vida y obra siguen siendo fuente de motivación y enseñanza.

Acerca de la trascendencia de la vida y obra de José Martí han hecho referencia significativas personalidades cubanas y de otras partes del mundo.

Por ejemplo el doctor Enrique José Varona, en un discurso pronunciado en Chickering Hall, en Nueva York, el 19 de mayo de 1896 en ocasión de cumplirse el primer aniversario de la caída de José Martí, destacó: “No colocó su ideal en un mundo inaccesible. Quiso y logró esculpirlo en la roca de la realidad. Dio valor a cada situación de su vida, precio a cada trabajo. Hizo cada vez y en cada caso lo más y lo mejor que pudo. No hay regla de vida más alta, ni más fecunda.

Atravesó la vida como quien lleva en las manos antorcha y pebetero. Más cuando llegaba el caso, quitaba del cinto el hacha o bajaba del hombro la piqueta y las empuñaba con resolución. Quería alumbrar y perfumar; pero sabía que muchas veces es preciso antes descuajar el bosque, o acabar de derruir el edificio carcomido y ya inservible. Mas destruyera, preparara o edificara, todo lo hacía como si no hubiera de hacer otra cosa.

“Sabía que éste era el medio, el único medio de hacer al cabo la grande obra, que era el imán de su alma, la que sentía palpitar debajo de las otras, como se siente bullir el agua profunda en las entrañas de la roca.

Por eso fue su vida al parecer tan compleja. Peregrinó por el mundo con una lira, una pluma y una espada. Cantó, habló, escribió, combatió; dejó por todas partes chispas de su numen, rasgos de su fantasía, pedazos de su corazón; pero en cualquier ruta, por todos los senderos su vista estaba siempre fija en la solitaria estrella, que simbolizaba su honda y perpetua aspiración del hogar, y patria”.

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