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Consideraciones de José Martí sobre la educación y la labor de los maestros

6 de enero de 2014

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José Martí concibió que la educación tiene como premisa esencial  preparar a los seres humanos para la vida. Le concedió una importancia vital a la necesidad de los hombres y mujeres de cultivar su inteligencia y de superarse en forma constante ya que para él la educación debe ser un proceso constante  que empieza con la vida y no acaba sino con la muerte.
Martí no sólo se refirió al valor de la educación en sentido general y la labor específica de los que ejercían la función de profesores y maestros, sino además expuso consideraciones en cuanto a la pedagogía, porque también le atribuyó gran relevancia a la utilización sistemática de los métodos más adecuados para contribuir al desarrollo de los conocimientos de las personas.
Precisamente en un trabajo titulado Escuela de electricidad, publicado en La América, en Nueva York, en noviembre de 1883, enfatizó: “Educar es depositar en cada hombre toda la obra humana que le ha antecedido: es hacer a cada hombre resumen del mundo viviente hasta el día en que vive: es ponerlo al nivel de su tiempo: es prepararlo para la vida.”
Ya desde varios años antes, en 1875, Martí había expuesto que la variedad debe ser una ley en la enseñanza de materias áridas y tres años después  destacó que amenizar la ciencia es generalizarla.
En el propio año 1878 enfatizó que  siémbrese química y agricultura y se cosecharán grandeza y riqueza.

Hizo otras importantes reflexiones al respecto al plantear en 1883 que en las escuelas se ha de aprender a cocer el pan de que se ha de vivir luego, mientras que al año siguiente manifestó que el sol no es más necesario que el establecimiento de la enseñanza elemental científica.
En el folleto titulado Guatemala, que escribió en 1877 y fue publicado al año siguiente, Martí había manifestado que “una escuela es una fragua de espíritus; ¡ay de los pueblos sin escuela! ¡ay  de los espíritus sin temple”, mientras que en marzo de 1890 en un trabajo reflejado en El Partido Liberal, de México, precisó que “una ciudad es culpable mientras no es toda ella una escuela.”
Martí no concibió a la educación separada de la realidad y por ello también resaltó en 1885:  “Todo esfuerzo por difundir la instrucción es vano, cuando no se acomoda la enseñanza a las necesidades, naturaleza y porvenir del que la recibe.”
Por supuesto igualmente abogó por una educación liberada de prejuicios y supersticiones y en tal sentido expuso en 1889 que la superstición y la ignorancia hacen bárbaros a los hombres en todos los pueblos.
Puede decirse que Martí a través de su existencia fue un gran maestro no sólo cuando tuvo frente a sí a un grupo de alumnos, en las distintas etapas y lugares en que ejerció esta noble profesión, sino también al escribir y al hablar lo hizo como un gran educador.
Y ahora que  trato sobre esta faceta de la vida de Martí no  me es posible dejar de citar otra importante consideración suya relacionada con la educación puesto que en 1884 planteó algo que a mi juicio resulta trascendental y que mantiene una gran significación y vigencia en la actualidad.

Él significó: “La enseñanza -¿quién no lo sabe? – es ante todo una obra de infinito amor.”
Martí calificó a los maestros como la letra viva y al referirse a las cualidades y características que deben tener él enfatizó que para ser maestro de otros es necesario saber servir.
También afirmó que los maestros no han de llevar por los campos no sólo explicaciones agrícolas e instrumentos mecánicos, sino “la ternura, que hace tanta falta y tanto bien a los hombres.”
Sobre la labor de Martí como educador, no sólo cuando se desempeñó como maestro frente a un grupo de alumnos, sino también como periodista, poeta y orador, han opinado destacadas personalidades cubanas, entre ellas el doctor Cintio Vitier.
Este poeta y ensayista, precisamente, en una intervención que realizó en el séptimo congreso de los trabajadores del sector de la educación efectuado en La Habana el  10 de julio de 1997: “-Educadores son sus discursos, sus versos, sus cartas. Profundamente educadora es su obra periodística: la de México, analítica y consejera; la de Estados Unidos, multifacética, poemática, profética; la ceñidamente ideológica de Patria, con la bienhechora sección “En casa”. Educadores también por varios conceptos son su teatro diverso y su novela única. Educadores son siempre en él tanto su fundo como su forma, y el ajuste de ambos, que es a lo que llamó “estilo”. Llenos de información, instrucción y estímulo intelectual, tocando a veces zonas insondables, sus Cuadernos de Apuntes. Especialmente formadores del amor a la patria, del carácter moral y del decoro artístico son sus últimos Diarios. No podemos imaginación educación política más recia y perdurable que la que se desprende de Con todos y para el bien de todos, de Los pinos nuevos, del Manifiesto de Montecristi, síntesis de los principios fundadores que nutren la raíz de la escuela nacional por él soñada, la que nos corresponde realizar cada día.”

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Comentarios



MARGARITA AGUILERA SALET / 12 de enero de 2015

Para mi Jose Marti es el mas grande pensador del mudo ,por lo que se merese todos nuestros respetos.